Por Luis Soriano Peregrina
Hace unos días platicando con diversos compañeros y compañeras que viven en México pero son nacidas en algún país extranjero y también mexicanos que están trabajando con pueblos originarios, nos hicimos la pregunta de que está sucediendo con las vacunas contra el Covi-19 y todas y todos aquellos que no tienen acceso a tener o conseguir su CURP como puede ser población en situación de extrema pobreza o personas de diversos pueblos originarios que están en situación de desplazamiento en las grandes ciudades y que uno ve pidiendo limosna en la calle por ejemplo. Todos estos sectores de la población se encuentran en una situación de no tener acceso a la vacuna.
En la mayoría de las pláticas cuando toco este tema, la respuesta inmediata es si no alcanza para vacunar a los mexicanos no podemos pensar en vacunar a los extranjeros; sin embargo, también en la mayoría de los casos invisibilizamos la situación de la población de los pueblos originarios en situación de desplazamiento interno.
¿Es entendible esta situación? Claro que lo es, y más importante aún es como construir y caminar en la ruta de reconstruir este tejido social con perspectiva de derechos humanos que nos haga más empáticos entre mexicanos como entre hermanos o hermanas latinoamericanos y esto se puede llegar a construir a través de establecer acciones encaminadas a construir en México una cultura de los derechos humanos, es decir, actuar de manera empática pero ya con un sentimiento interiorizado, con una lógica de adentro hacia afuera y no actuar a razón de la presión de afuera para actuar de manera correcta.
Por lo mismo es urgente que en las acciones de municipalizar los derechos humanos se hace tan necesario y tan urgente que nos permita desde ya, construir lo que tal vez tardará muchos años en dar frutos, pues lo primero que necesitamos hacer es romper con este desastroso pensamiento de ser individualista o pensar primero y al final siempre en uno. El ver al otro ser humano como tu rival o quien te podrá quitar eso material que aspiras tener; esa lógica perversa de tener que destruir al otro para crecer tú, es decir, romper con esta ideología neoliberal del comercio como un mantra o la forma idónea de vida.
Pero qué sucede en realidad con las hermanas y hermanos que por algún motivo geográfico nacieron en un lugar y que les sorprendió la pandemia viviendo en otro lugar distinto. Generemos contexto. En México según reportes del Instituto Nacional de Migración (INM) en el año 2020 se tienen viviendo 179.335 personas en calidad de irregulares. Otros datos por organizaciones se dice que pudieran ser el doble es decir, casi 400,000 personas irregulares principalmente de Estados Unidos; le siguen los extranjeros nacidos en Guatemala, Colombia y Venezuela y en mejor porcentaje de Honduras, El Salvador, Cuba, Haití, Camerún, República Democrática del Congo e India, pero también necesitamos interpretar que mucha de la población centroamericana la pasa muy mal en México y son tratados como nos tratan a los mexicanos en EU. Son expulsados y se les considera delincuentes por el solo hecho de ser centroamericanos.
Pues de todos ellos la mayoría que son elegibles para vacuna, ya sea por su edad o actividad que realizan y no todos la han recibido, situación que hace evidente la violación sistemática que existe en las instituciones publicas incrustadas desde hace décadas, atención que se sustenta desde una lógica, clasista, xenófoba, homófoba, corrupta y de colusión que se ha venido construyendo en México desde el Porfiriato.
No podemos olvidar que los extranjeros en México no dejan de ser personas, que no dejan de tener derechos por su condición de irregular y muchas veces están aquí en nuestro país, no porque así lo decidieron ellos sino porque fueron expulsados de sus países por la violencia, pobreza, falta de oportunidades, así como los mexicanos decidimos ir a EU por los mismos motivos o porque fueron deportados a México aunque no eran mexicanos. Acordarse que aquellos seres humanos que son deportados, los detienen con lo que traen en ese momento, no se les autoriza tomar sus documentos o identificaciones o algún documento que los acredite que pudieran tener en su domicilio y así los expulsan. Si tienen la mala suerte de que los avienten en México sin ser mexicanos, se encuentran sin dinero, sin conocer a nadie, sin identificación, sin ser regulares, sin oportunidades. Imagínese usted estimado lector que de buenas a primera salió a la tienda a comprar un dulce y cuando viene de regreso lo detienen, lo encierran, lo incomunican y lo llevan a Camerún por decir algún país, usted no lleva cartera, no lleva dinero, no conoce a nadie y no sabe el idioma, súmele que está en esta mortal pandemia, aunado a que estando allá, lo discriminan por su color de piel, por no ser de allá, por no tener dinero, etc., ¿que hace? Pues eso viven muchos extranjeros en México.
Es cierto, que nuestro país a través de una sentencia administrativa desde abril del 2020 resolvió diversas acciones en favor de los migrantes en México, entre ellas, la liberación de los más de 2,000 extranjeros que se encuentran en instalaciones del Instituto Nacional de Migración como una medida para preservar su vida y salud frente al Covid-19. Se ordenó la libertad inmediata y que se les otorgue una estancia regular en el país, que incluya acceso a la salud y eventuales apoyos económicos. También es cierto que de manera oficial el Gobierno de la República ordenó que se les tiene que vacunar a todos, pero la realidad es otra, no se puede pensar en vacunar solo a los médicos o maestros del sector público y no a los del sector privado, o pensar que la prioridad son los mexicanos y no también los extranjeros en México, ya sean en calidad de regulares o irregulares, las acciones están dirigidas conforme lo que ordena la Constitución, respetando el derecho humano a la salud pero en la práctica es otra historia, no se les vacuna a todas y todos.
Y aún más grave es cuando serán vacunadas y vacunados todas aquellas personas mexicanas que no tienen o no cuentan con la CURP, que por su situación no cuentan con identificación “oficial” y hablo de un enorme porcentaje de personas que pertenecen a los pueblos originarios, que viven en una condición de pobreza extrema, que son los invisibilizados que solo los voltean a ver en épocas electorales, pero que no son sujetos a programas sociales, que ni siquiera viven en predios regulares, que son los invisibles y que son muchos.
Esta pandemia ha puesto al descubierto muchas cosas que durante muchísimas décadas se ha venido construyendo con los gobiernos neoliberales, como lo es un sistema de asistencia pública que ve al ser humano como un objeto de comercio y no como un sujeto de derechos y que hoy en pandemia revictimiza al ser humano. Un sistema de salud elitista, clasista y carcomido por la corrupción, que no es capaz de dar servicio a la población que de manera sistemática está hecho para enriquecer a las personas que allá laboran al vender por fuera medicamentos, instrumental, camas, artículos de limpieza, motivando la escasez en hospitales y clínicas; a unos sindicatos que se enfocan a ser organismos de explotación y no como de protección de sus agremiados, que su único interés en sumar más y más cuotas sindicales pactando con la patronal para no hacer olas al momento de violentar los derechos de los trabajadores.
Así estamos, así somos, así vivimos y quienes digan que no todos somos así, cuestiónense si para todo hablamos de todos o solo cuando se trata de justificarse como camadas frente a estas situaciones donde somos culpables, todas y todos, personas, organizaciones, gobiernos, políticos, partidos, religiones, educaciones, obreros, campesinos, masculinos, femeninos, díganme cuantos realmente tenemos interiorizados la cultura de los derechos humanos y no reciben presiones desde afuera para seguir siendo como la sociedad lo ordena.
En fin diría mi amigo José Santiago, a mi no me creas nada, investígalo, mis redes sociales las encuentras como @LuisSorianoVC