El candidato regresa a la campaña con su estilo de siempre y la compañía del recién elegido J. D. Vance en un acto electoral celebrado en el Estado clave de Míchigan
Iker Seisdedos / El País
Si hoy es sábado por la tarde, esto debe de ser un mitin multitudinario de Donald Trump en algún rincón de Estados Unidos. El expresidente tenía hoy una cita con sus simpatizantes en un estadio abarrotado hasta los topes de Grand Rapids (Míchigan), pero no era un acto electoral cualquiera.
Se trataba del primer mitin que Trump daba desde que hace exactamente siete días fuera víctima en otro evento en Butler (Pensilvania) de un atentado que a punto estuvo de costarle la vida. Era también el primero en el que lo acompañaba el candidato a la vicepresidencia que escogió el lunes pasado: el senador de Ohio J. D. Vance.
Trump apareció en el escenario con veinte minutos de retraso sobre el horario previsto y sin la venda que lució durante toda la semana, que había sustituido por una tirita en la oreja derecha. Llegaba directo de la Convención Nacional Republicana, celebrada en Milwaukee, al otro lado del lago Míchigan. “Creo que nunca ha habido una convención más unida y con más amor”, afirmó el candidato republicano.
En los cuatro días que duró ese cónclave triunfal, que sirvieron para certificar que el partido está enteramente a sus pies, el expresidente se mostró tranquilo, con aspecto magnánimo, como si el intento de asesinato hubiera obrado un profundo cambio en él. Solo fue un espejismo. Trump se exhibió este sábado su estilo de siempre.
Estuvo enérgico y burlón, incluso más rápido que de costumbre, haciendo reír a los suyos y atacando a sus enemigos: la prensa, Joe Biden (a quien llamó “estúpido” varias veces), Kamala Harris, México, los inmigrantes… La imagen contrastó con la ofrecida en jueves sobre el escenario del Fiserv Forum, en Milwaukee, durante su discurso de aceptación de la candidatura a la Casa Blanca. Entonces habló (y mucho: con una hora y media, batió el récord del discurso de ese tipo más largo de la historia) con una calma sombría .
“Dicen que soy una amenaza para la democracia. ¿Cómo pueden decir eso? ¡La semana pasada me llevé un balazo en nombre de la democracia!”, dijo al principio de su mitin en Míchigan, uno de los Estados clave (junto a Wisconsin, Nevada, Arizona, Carolina del Norte o Pensilvania) en los que se decidirán las elecciones de noviembre.
Para conquistar el voto en los tres de esos Estados que forman parte del Cinturón del óxido, sede en otros tiempos de la industria pesada estadounidense que la globalización se llevó por delante, Trump ha escogido a Vance, con sus orígenes de clase baja y su historia de superación, que recogió en el best-seller Hillbilly, una elegía rural y lo llevó a la universidad de Yale, primero, y a Silicon Valley y Washington, después.
Vance es de Ohio, así que algunos de los asistentes al mitin del sábado lo recibieron con tímidos abucheos por la rivalidad deportiva que hay entre ese Estado y Míchigan. “Lo escogí”, dijo Trump, “Porque se preocupa por los trabajadores, por la gente como vosotros, que ha estado olvidada durante demasiado tiempo, aunque no mientras yo estuve en la Casa Blanca”.
Después, el candidato presidencial repasó cómo vivió el atentado, aunque lo hizo de una manera mucho menos emocional que en su discurso en la convención. “Estoy aquí”, explicó, “solo por la gracia del Dios todopoderoso. Algo muy especial sucedió”.
Primer parte médico
Antes del mitin, el candidato republicano había compartido en Truth, su red social, el primer parte médico que se hace público tras el intento de asesinato. Lo firmaba Ronny Jackson, que fue su médico en la Casa Blanca (como, antes, de Barack Obama y George W. Bush) y ahora es congresista republicano por Texas. En ese informe, se podía leer: “La bala pasó, a menos de un cuarto de pulgada [0,6 centímetros] de entrar en su cabeza, y golpeó la parte superior de la oreja derecha.
El rastro produjo una herida de dos centímetros de ancho, que se extendía hasta la superficie cartilaginosa de la oreja. (…) Debido a la naturaleza altamente vascular del oído, todavía hay sangrado intermitente que requiere la colocación de un vendaje. Por naturaleza amplia y contundente de la herida en sí, no se requirieron suturas”.
El resto de la intervención en Grand Rapids fue un clásico mitin de Trump. Prometió el mayor recorte de impuesto de la historia de Estados Unidos, devolver el patriotismo a las escuelas, subir los aranceles a China y, como siempre, Make America Great Again (devolver la grandeza a Estados Unidos). Habló de la frontera y de cómo piensa “aplastar el crimen migrante”.
“Lo único bueno de esos criminales que nos mandan por millones de otros países es que hacen pasar a nuestros pandilleros y delincuentes por gente decente”, dijo, antes de contar que la inmigración le había “salvado la vida”. El expresidente recordó que el sábado pasado se giró en su mitin en Pensilvania a mirar un gráfico sobre el tema y eso evitó que le alcanzara la bala que más cerca pasó de su cabeza.
Trump también hizo una cerrada defensa por el aislacionismo económico, que estaba claramente destinada a los habitantes de Michigan, que tanto perdieron con la deslocalización industrial. Prometió construir una cúpula de hierro para defender al país de los misiles extranjeros, “al estilo de la que tienen en Israel”. Alabó a autócratas como Víktor Orbán, primer ministro de Hungría, Vladímir Putin y Xi Jinping, presidente de China, al que definió como “un tipo brillante e inteligente”, un “hombre fiero que tiene a 1.400 millones de chinos bajo su puño”.
En otro de sus clásicos, contó una anécdota sobre el presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo acento francés disfruta imitando burlonamente. Según el candidato republicano, un día, mientras era presidente, obligó bajo amenazas al mandatario francés a revertir unos aranceles aprobados por el parlamento “o donde sea que saquen adelante las leyes en ese país”, dijo el expresidente.
Sacó a un espontáneo del público con una camiseta sindical y también cedió la palabra a unos políticos estatales. Y luego, una hora y tres cuartos después, dio por terminado el mitin al ritmo de Hold On, I’m Coming, de Sam & Dave. Le ha cogido gusto a ese trallazo de soul sureño. Por el mensaje de su letra, se entiende. “Esperad”, pareció decirles Trump con ella a sus seguidores este sábado en Grand Rapids; “esperad, que ya estoy de camino a la Casa Blanca”.
Fuente: El País