Los escualos se ven en sitios donde nunca antes y cada vez se acercan más a los barcos pesqueros en busca de comida.
Juan Villanueva / Enclave ODS
El cambio climático está cambiando los patrones de temperaturas, de lluvias y hasta de las corrientes marinas, que podrían colapsar a mediados de siglo con consecuencias impredecibles. El reino animal no se mantiene ajeno a esta situación. Desde una plataforma petrolera en el golfo de México se han avistado centenares de tiburones en una zona donde no se acostumbran a ver. Y menos en esos números.
Este hecho es muy inhabitual y, aunque no ha sido el primero, desconcertó a los expertos. En un primer momento, se pensó que podía deberse a los ciclones que al cambiar las temperaturas del agua hubieran desorientado a los escualos, desviándolos de sus rutas habituales.
A principios de julio se desató el huracán Beryl, considerado de categoría cuatro en una escala de cinco niveles. Presentó vientos de hasta 250 km/h, resultado del choque entre agua caliente con el aire frío. Esto pudo tener algún efecto en la orientación de estos animales marinos, que son especialmente sensibles a los cambios del agua. Pero nada está claro todavía.
El golfo de México es uno de los lugares donde los tiburones crían para después volver a emigrar a otras partes del océano, pero aun así se suelen ver en zonas más cercanas a la costa Luisiana y Houston, es decir, golfo adentro. Sin embargo, el cambio climático está llevando a los animales más vulnerables a cambiar sus hábitos y a reducir su población hasta casi la extinción.
Aun así, no es la primera vez que se producen estos avistamientos masivos de tiburones fuera del lugar. Por ejemplo, en 2009 se avistó un banco de 420 tiburones ballena, cerca de la península de Yucatán, México. Son la especie más grande y pesada del mundo con hasta 12 metros de longitud. Se alimentan de plancton y, en general, son inofensivos.
Aun así, Mike Maslanka, jefe del Departamento de Ciencias de la Nutrición del Instituto Smithsoniano de Conservación Biológica, dijo a la BBC: «Ver a un grupo tan grande en un solo lugar fue extraordinario». Incluso agregó: «Llegamos hasta un punto en el que ya no era posible seguir navegando en el barco por temor de que fuéramos a molestar a los peces».
Cambio de hábitos
El ‘antropoceno’ se caracteriza porque la mano del ser humano es la mayor fuerza cambiante del medio ambiente. Tanto que los animales aprenden. Igual que los pájaros se acercan a los barcos pesqueros en busca de comida, hay estudios que dicen que los tiburones están aprendiendo a asociar el sonido de los motores y las hélices a alimento, lo que también puede llevar a situaciones comprometidas con los pescadores.
El Dr. Marcus Drymon, investigador de la Universidad del Estado de Misisipi, asegura que esto está detrás de los avistamientos en lugares fuera de lo habitual y en tiempos que no son normales. Y aunque reconoce que, por ahora, es difícil demostrarlo, él ve un claro cambio: los tiburones dejan de ser depredadores para ser carroñeros.
Los grandes carnívoros son el elemento clave en los ecosistemas. Son ellos los que consiguen un control poblacional en toda la cadena trófica. Esta es la importancia de casos como el del lobo ibérico o el lince que, recientemente, han salido de los puestos de peligro de los libros de extinción. Tienen un efecto directo en el desarrollo de la fauna, por ejemplo, en la población de conejos.
En la reducción de números de tiburones también ha intervenido la mano del hombre. En parte por pesca accidental y otras en búsqueda de la aleta de tiburón, un manjar en la dieta asiática que puede alcanzar hasta los 100 dólares por plato de sopa en los restaurantes más finos de Hong Kong.
Los tiburones aparecieron hace más de 400 millones de años y se han ido adaptando a las nuevas condiciones. Es comprensible que se acerquen a los barcos que son fuente de alimento casi sin fin. Eso sí, eso implica riesgos de choque con pequeños botes y avistamiento cerca de las playas.