Los Periodistas

Prada o Zara: ¿Qué viste el diablo dos décadas después? | Magazine

La secuela de la película narrará las horas bajas de Miranda Priestly, el personaje de Meryl Streep basado no oficialmente en Anna Wintour. Esta vez la ficción poco tendrá que ver con la realidad, porque a los 74 años la editora de ‘Vogue’ sigue siendo tan poderosa como siempre.

Anna Wintour a los 74 años sigue siendo tan poderosa como siempre. Edward Berthelot

RAQUEL FERNÁNDEZ SOBRIN / MAGAZINE / LA VANGUARDIA

Una pequeña aclaración antes de que el lector versado en la materia salte como un resorte: que la mitad de la audiencia lleve años pidiendo el fin de Anna Wintour como directora de Vogue (y, en consecuencia, como directora creativa de todas las revistas de Condé Nast) no significa que Anna Wintour no consiga una respuesta en forma de cheque cada vez que levanta el teléfono. Eso, en la industria de la moda, es la manifestación más clara del poder. 

Dicho lo anterior: después de años de ruegos y especulaciones, esta semana se ha confirmado que El diablo viste de Prada tendrá secuela dos décadas después, y que en ella Meryl Streep, en el papel de Miranda Priestly, tendrá que ganarse el favor de su exasistente, interpretada por Emily Blunt. La vida da muchas vueltas y la moda también, así que veinte años más tarde es natural que aquella asistente sea hoy una alta ejecutiva de un gran conglomerado al estilo LVMH o Kering; y que Priestly, directora de un medio en decadencia, tenga que agachar la cabeza. Anne Hathaway, la protagonista de la primera parte, y Stanley Tucci, que hizo las veces de hada madrina, estarían discutiendo la posibilidad de regresar. La productora, Wendy Finerman, cuenta con el “adelante” de Disney para contratar a Aline Brosh McKenna, la guionista de la película original.

VER EN INSTAGRAM

Cuando Lauren Weisberger publicó en 2003 la novela que sirvió de modelo a la película, aseguró que “nada estaba basado en Anna”, aunque durante la promoción del libro discutió largo y tendido su experiencia trabajando en Vogue. A pesar de eso todo el mundo dio por sentado que se trataba de Wintour (entre las coincidencias entre persona y personaje están El libro que se lleva todas las noches a casa, el latte de primera hora de la mañana o los problemas para recordar el nombre de miembros de sus equipos). 

Si la versión en papel, que se mantuvo seis meses en la lista de best sellers del New York Times, provocó inquietud en Condé Nast (la directora se limitó a decir a su círculo que no recordaba a Weisberger), la posibilidad de la película disparó los nervios. En el año 2006 InStyle había comido terreno a Vogue en Estados Unidos (por terreno entiéndase que, además de lectores, estaba acaparando anunciantes), y un mal retrato de la directora proyectado en pantalla grande podría haber sido devastador. Por suerte para directora y compañía, nadie quiso que así fuera.

Para empezar, su director, David Frankel, manifestó desde el principio que no iba a participar en el derribo de Anna Wintour, que la película sería “una carta de amor a las mujeres trabajadoras que hacen un trabajo extraordinario”. No era, exactamente, el sentido del libro. Además, Meryl Streep insistió en que no estaba interpretando el papel de la editora, y que había basado el carácter de su personaje en sus experiencias con Clint Eastwood y Mike Nichols: “El hecho de que Clint Eastwood nunca levantase la voz y que Anna Wintour nunca levante la voz… puedes encontrar paralelismos”, reconoció. Como se encontraron tantos, fue muy difícil conseguir que miembros de la industria se prestasen a asesorar a director y guionista durante la preparación y el rodaje. 

El diseñador Isaac Mizrahi cuenta en su biografía que lo hizo con permiso de Wintour. La modelo Naomi Campbell se comprometió a interpretar un papel, pero luego se echó atrás. Los diseñadores no querían dejar su ropa para el vestuario, que estuvo a cargo de Patricia Field, y no pudieron ni filmar en el Metropolitan Museum of Art (la escena del baile se rodó en el Museo de Historia Natural, el único lugar, según el director, “en el que Wintour no tiene influencia”) ni en Bryant Park, donde se celebraban los desfiles de la semana de la moda de Nueva York en aquel momento.

La película se estrenó el 30 de junio de 2006, pero Anna Wintour vio El Diablo Viste de Prada en una proyección especial el 23 de mayo vestida, convenientemente, de Prada.

A final de año era conocida por el gran público sólo por su nombre, e identificada por su corte de pelo. La película la convirtió en icono.

Los poderes de Anna Wintour

A principio de los 2000, las revistas de moda todavía eran lo que fueron y sin duda ya no son. De hecho, el número con más páginas de Vogue USA fue el de septiembre de 2012, que contaba 916, 658 de publicidad. La expansión del uso de internet y el advenimiento de las redes sociales provocaron el declive de cabeceras y revistas impresas, que se dieron cuenta demasiado tarde de que había llegado la era digital. En un mundo en que las publicaciones mainstream de moda están en declive, ¿por qué Anna Wintour sigue siendo tan poderosa? 

No se la han llevado por delante las biografías no autorizadas, los escándalos, ni los errores (de la portada con Gisele Bündchen y LeBron James al artículo protagonizado por Asma al-Assad, la esposa de Bashar al-Assad, Presidente de Siria en 2011, el año de la Primavera Árabe). Tampoco la huelga de trabajadores de Condé Nast de 2023, que demostró que en la compañía hasta el último trabajador la respeta. Es una figura fundamental para el partido demócrata desde que apoyase públicamente a Hillary Clinton en 2016, llegando incluso a conseguir que algunos diseñadores creasen camisetas para financiar su campaña, y muchos dan por sentado que el siguiente paso de su carrera será convertirse en embajadora.

Anne Hathaway and Anna Wintour en el desfile de Michael Kors Collection Spring/Summer 2023
Anne Hathaway and Anna Wintour en el desfile de Michael Kors Collection Spring/Summer 2023 Dimitrios Kambouris

Con Anna Wintour se ha ejecutado la reinvención de la cabecera en una marca tan reconocida y reconocible como Coca-Cola o Apple, y por ello capaz de crear acciones de marketing millonarias, de la Met Gala a Vogue World, cuya última edición en Place Vendôme (un enclave que sólo ella podría haber conseguido porque nadie como ella cuenta con el favor de LVMH) generó alrededor de diez millones de dólares en beneficios.

La británica es el molde de la directora de revista femenina. Aunque algunas se acercaron a lo que Wintour es hoy (Carmel Snow, Diana Vreeland), desde 1988 ella ha pulido y perfeccionado el modelo. Con Anna empezó el fenómeno y con Anna acabará el fenómeno, porque Condé Nast ha eliminado el rol de director de publicación tal y como se conocía. Enfrentarse al poder de Anna, que le permite dar un puñetazo en la mesa y que sus superiores tengan que doblegarse a su voluntad, no es el sueño de ningún ejecutivo.

El gran poder de Anna Wintour es que la gente le tiene tanto miedo como respeto y, como consecuencia, buscan su aprobación. En un momento en el que las revistas ya no tienen tanta influencia, ella mantiene intacta la suya. 

Fuente: https://www.lavanguardia.com/magazine/moda/20240713/9799679/prada-zara-que-viste-diablo-dos-decadas-wintour-vogue-poder.html

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio