Una prenda que marcaría el inicio de la liberación de las mujeres
SANDRA ARBAT / LA VANGUARDIA
Ruptura y rebeldía. Progreso y determinación. Se puede decir que, a grandes rasgos, esto es lo que define al genio revolucionario. Algunos dicen que Mary Quant (1930, Londres) no inventó la minifalda, una prenda que hoy celebra su sesenta aniversario. De hecho es André Courrèges, discípulo de Balenciaga, quien se atribuye la creación de una prenda que marcaría la liberación de las mujeres. Pero lo que hizo Mary Quant fue mucho más importante que acortar el largo de una prenda. Porque si Courrèges popularizó la minifalda en la alta moda, ella lo hizo a pie de calle.
Desde su boutique Bazaar, ubicada en la londinense King’s Road en el barrio de Chelsea, empezó vendiendo las creaciones de otros para acabar comercializando las suyas. En los sesenta Inglaterra vivía una revolución cultural capitaneada por bandas como los Rolling Stones y los Beatles, ídolos de masas e iconos de un estilo que se abría paso tras la austeridad y represión marcada por la posguerra.
El largo de la falda fue decreciendo desde 1962 hasta 1964, el año en el que definitivamente salió al mercado. Ese corte de falda de casi 15 cm dejaría al mundo entero conmocionado. Las rodillas quedaban a la vista de todo el mundo. Y mientras que el diseñador francés André Courrèges reclamaba la autoría de la minifalda tomando a Brigitte Bardot como su musa y convirtiéndola en su abanderada, Mary Quant se fijó en una joven delgaducha llamada Lesley Hornby, a la que todos llamaban con el apelativo cariñoso de “Twiggy”.
Solía moverse en círculos mods y con algunos de los tipos más peculiares del escenario underground de los sesenta. Personajes como Twiggy reclamaban más libertad y diversión con prendas menos encorsetadas, que no marcaran las curvas, sino que mostraran una imagen aniñada como juego de seducción. Pronto se convertiría en abanderada irrefutable de la minifalda, una prenda que causó escándalo en la iglesia y desprecio por parte de los puritanos caballeros londinenses.
Las creaciones de Quant llenaron los titulares de la prensa internacional cuando supermodelos como Jean Shrimpton, Pattie Boyd o Cilla Black las lucían sin ningún pudor. Cuando los medios le preguntaban acerca del éxito de su trabajo, la británica afirmaba que fueron las mujeres jóvenes londinenses las verdaderas responsables de estas creaciones y las que le pedían en su boutique que les acortara las prendas.
En 1966 tuvo la audacia de presentarse con una minifalda en el Palacio de Buckingham cuando fue condecorada con la Orden del Imperio Británico por su contribución a la moda. Aunque eso no le salvó de tener un ejército de detractores liderados por la francesa Coco Chanel, la misma que calificó la vestimenta de “simplemente horrible”. Pero lo que ni ella misma sabía es que esta sencilla prenda se convertiría en un arma de reivindicación por parte de las mujeres para luchar por la igualdad de género.
En España, sin embargo, esta moda se impuso de una manera más gradual. Las primeras minifaldas se vieron primero en el cine y la televisión, un aspecto que permitió a la sociedad incorporarlas a su vestuario poco a poco. La burguesía adinerada fue la primera que se atrevió a llevarla tras verla triunfar en París y Londres. Su consagración definitiva llegaría de la mano de Massiel cuando se convirtió en la ganadora del Festival de Eurovisión en 1968.
La cantante viajó expresamente a París para conseguir un vestido de Courrèges que promovía esa imagen aniñada tan característica de Twiggy. Tras ganar el certamen posó para los medios, convirtiéndose en la primera fotografía de esta prenda que salía publicada en los medios nacionales. Y mientras que Manolo Escobar dedicaba una canción ofensiva a la minifalda en 1988, ellas la convertían en el fin de puritanismo y de la opresión de la mujer.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/gente/20240707/9786780/seis-decadas-gloria-minifalda.html#foto-2