La mesa familiar una vez fue el epicentro de la vida cotidiana, un lugar sagrado donde las familias se reunían para compartir alimentos, conversaciones y afecto. Sin embargo, en la sociedad actual, este ritual ha ido perdiendo relevancia. ¿Por qué dedicamos cada vez menos tiempo a comer?
TRAVER PACHECO / ethic
La mesa familiar una vez fue el epicentro de la vida cotidiana, un lugar sagrado donde las familias se reunían para compartir alimentos, conversaciones y afecto. Sin embargo, en la sociedad de hoy, el ritual ha ido perdiendo relevancia. ¿Por qué dedicamos cada vez menos tiempo a comer? Diversos factores sociales y culturales, así como las tendencias actuales de la industria alimentaria tienen la respuesta.
Por un lado, la ascensión de la industria de los ultraprocesados ha contribuido en gran medida a este nuevo hábito. Los alimentos altamente procesados y preenvasados se han convertido en la norma, ofreciendo comidas rápidas que requieren poco tiempo de preparación. En España, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Sao Paulo, el 20,3% de los alimentos que consumimos hoy ya son catalogados como ultraprocesados. Somos el segundo país mediterráneo con mayor consumo de estos, solo por detrás de Malta, lo que significa que casi una cuarta parte de los alimentos que consumimos están cargados de azúcar, sal, grasas, aditivos y conservantes artificiales.
Según explica Javier Sánchez Perona, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de la Grasa y autor del libro Los alimentos ultraprocesados, estos son «formulaciones elaboradas a partir de sustancias derivadas de alimentos y aditivos en las que no se pueden identificar otros alimentos en su forma original y que, además, tienen poca fibra dietética, proteínas, vitaminas y minerales».
Una realidad que, lejos de haber tocado techo, sigue creciendo de manera exponencial. Según un reciente estudio WorldPanel realizado por Kantar, el consumo de comida preparada ha aumentado un 11% en comparación al año pasado, lo que se traduce en un gasto estimado de más de 1.900 millones de euros. Este incremento no solo refleja un cambio en las preferencias alimentarias, sino también un desplazamiento de nuestros hábitos y prioridades diarias. Las largas jornadas laborales, los compromisos sociales y familiares, la búsqueda constante de eficiencia o la creciente popularidad de las aplicaciones de entrega a domicilio son algunos de los principales factores vinculados que han hecho que las comidas caseras y las cenas familiares hayan sido desplazadas a un segundo plano.
Sin embargo, en medio de esta avalancha de ultraprocesados que estamos viviendo, surgen también movimientos contraculturales que abogan por volver a la comida de toda la vida. El movimiento «slow food» o la filosofía de «real food», orientados a promover la producción de alimentos a pequeña escala, la diversidad de cultivos, la agricultura orgánica o el comercio justo, están ganando cada vez más fuerza. Estos movimientos, aunque con diversos matices en su enfoque, nos instan a sustituir la cultura de lo rápido y lo conveniente por una alimentación más consciente y conectada con los alimentos naturales y frescos que nos lleve a redescubrir el placer de preparar y disfrutar de alimentos de calidad.
Por otro lado, no debemos pasar por alto el coste oculto que la alimentación rápida tiene en nuestra salud y bienestar. A pesar de su comodidad aparente, se ha asociado con un mayor riesgo de diversas enfermedades, incluyendo cáncer, enfermedades cardiovasculares y digestivas, así como un aumento en la mortalidad. Además, un reciente estudio publicado por la revista Clinical Gastroenterology and Hepatology ha encontrado una nueva enfermedad asociada a su consumo: la enfermedad del hígado graso no alcohólico, que puede ser potencialmente mortal a medio y largo plazo.
Hasta la fecha, múltiples investigaciones previas ya habían sugerido una relación entre la comida rápida, la obesidad y la diabetes, pero este sería uno de los primeros estudios que demuestra el impacto negativo de la comida rápida en la salud del hígado.
La comida no solo es combustible para nuestro cuerpo, sino también un vínculo vital que nos conecta con nuestro entorno más cercano y refleja nuestras prioridades y valores como sociedad. Tomar una mayor conciencia sobre nuestras elecciones alimentarias y fomentar una relación más consciente con la comida es cultivar una vida más saludable y satisfactoria para todos.
Fuente: https://ethic.es/2024/07/el-tiempo-de-la-comida-es-sagrado/