Por Luis Martínez / Observatorio Mexicano de Medios / @LuisMartiMXz
Hay una realidad contundente: el llamado «cuarto poder» se debilita en México. Se debilita en credibilidad, en influencia y en sustento. Hoy, más que nunca, la dependencia del dinero público se hace más necesaria en la mayoría de las redacciones y en la producción de noticias del país.
De acuerdo al último informe del Reuters Institute, solo el 35 por ciento de las personas confían en las noticias, cifra que se reduce año con año desde 2017.
La atención de las audiencias hoy está fragmentada entre centenares de opciones informativas que van desde noticieros de YouTube, videos de TikTok, publicaciones en X, portales informativos y un largo etcétera. Con ello, también se pulverizan las opciones de financiamiento y sustentabilidad.
Quienes antes se anunciaban en periódicos desde la iniciativa privada hoy utilizan sus propios canales para anunciarse, pautan en redes sociales o se valen de los llamados influencers para alcanzar con mayor efectividad sus objetivos comerciales.
Los constantes cambios en los algoritmos y en las plataformas de redes sociodigitales han reducido y puesto en riesgo la sostenibilidad de medios con la publicidad programática. El sometimiento al algoritmo es cada vez mayor y, con la llegada de la inteligencia artificial a las redacciones, el riesgo de desindexación -dejar de verse- aumenta.
De acuerdo al Observatorio Mexicano de Medios, el 94 por ciento de los medios informativos digitales dependen del dinero público como principal fuente de ingresos, cifra que lejos de reducirse va en aumento.
No hay figura pública para la que, desde el poder político y el erario, no le resulte tentador someter a la prensa a sus condiciones y llevar mucho más lejos el contrato social de la «difusión del quehacer gubernamental». Con el escenario actual, resulta aún más tentador. Hay quienes lo hacen y quienes no.
¿Qué contratan los gobiernos a los medios informativos digitales?
La transacción pública es simple. La «difusión del quehacer gubernamental» consiste en la publicación periódica de boletines y comunicados, así como la colocación de anuncios publicitarios en sus portales y redes sociales.
Con el fortalecimiento de los canales y medios públicos, y la consolidación de las redes sociales y los portales gubernamentales como principal canal de comunicación con la ciudadanía, ¿en verdad pagar por publicar boletines es aún rentable?
Resulta entonces tentador pagar por las opiniones de los periodistas de un medio, pagar por someter las líneas editoriales, y utilizar a los medios contratados para descalificar las narrativas opositoras e invisibilizar las propias pifias.
¿Caer ante la tentación atenta entonces contra la libertad de expresión y la libertad de prensa?
Son pocos, pero muy pocos, los medios que por trayectoria, prestigio o audiencia pueden darse el lujo de mantener un negocio rentable manteniendo una relación digna con el poder. Incluso siendo los propios medios quienes pongan las condiciones.
Hay cosas que no cambian ni con la tecnología ni con los años
Cada tres o seis años, dependiendo del orden de gobierno, surgen nuevos periódicos, desaparecen otros y se fortalecen algunos. Los medios sexenales o trienales son un hábito y práctica común de quienes, desde el poder, impulsan sus propios medios para construir sus propias narrativas.
Estos «nuevos proyectos periodísticos» son los mismos de siempre, con los mismos empresarios y los mismos apellidos adquiriendo rotativas, antenas, concesiones e instrumentos. Como bares o restaurantes que cambian de marca para adaptarse a un nuevo mercado.
Hoy el fenómeno se repite, pero está disperso, porque ya no se requieren inversiones millonarias. Ya no se concentra en las pocas familias que podían comprar una estación o una imprenta. Desde la persona que invirtió dinero en campaña hasta la persona que ayudó a cargar las bocinas, pueden levantar su medio en internet y pasar a formarse a las oficinas de gobierno a pedir un convenio.
No son nuevos, pero son más. La gestión se complica.
La invasión de los periódicos “centaveros”
Recientemente, en el calor de las elecciones en un municipio, un personaje político sin control de emociones gritó a los reporteros que estaban por ahí llamándoles «centaveros». Si bien la expresión indignó a los presentes, no está nada lejos de la realidad.
Hoy resulta tan económico montar un medio informativo digital en cualquier plataforma, que decenas de personajes -unos más periodistas que otros- montan páginas en Facebook o YouTube, blogs o pequeños portales y tocan insistentemente la puerta de figuras políticas y gobiernos para exigir o suplicar (de acuerdo a sus egos) pagos, apoyos y propinas.
Nacen, crecen, se reproducen y mueren única y exclusivamente para obtener dinero público de las oficinas de comunicación social que, ya sea por amistad, complicidad, ignorancia o fastidio, deciden finalmente soltarles algún apoyo… unos centavos.
Los desafíos de los nuevos gobiernos
Si se le concede el beneficio de la duda a los nuevos gobiernos, la debilidad política, económica y social del “cuarto poder” les coloca en una histórica posición que los lleva a dos rutas que, a mi criterio, no tienen puntos intermedios: fortalecer o someter a la prensa.
Fortalecer a la prensa implica hacer eficientes los recursos destinados a los medios de comunicación, estableciendo mecanismos transparentes de contratación, y fundamentalmente impulsando políticas públicas de análisis, medición e impacto de los medios contratados no solo basados en volumen de audiencias e interacciones, sino también en confianza, ética y profesionalización. Medios violentos, desinformadores y deshonestos no pueden ni deben recibir financiamiento público.
Una política de medios de comunicación eficiente implica hacer valer el derecho humano de acceso a la información.
La otra ruta, la del sometimiento, ya la conocemos. Las mismas familias, los mismos compadres y «bros» con diferentes medios, publicando boletines que nadie lee al tiempo que engrandecen al gobernante e invisibilizan al opositor. La misma política de siempre, pero más salvaje.
Hasta la próxima.
Comunicador y Catedrático especializado en Periodismo Digital y Opinión Pública con más de 12 años de experiencia. Master en Ciencia, Tecnología y Sociedad por Quilmes, Premio Nacional de Innovación en Transparencia 2016