Rodrigo Fresán / ABC
Malcolm Lowry (Inglaterra, 1909-1957) probablemente sea uno de los escritores más póstumos de la Historia. En vida, tan sólo publicó joven y marinera novela breve ‘à la Melville/Conrad’ (‘Ultramarina’, de 1933) y uno de los indiscutibles monumentos literarios del siglo XX: ‘Bajo el volcán’ (1947). Catalogada como modernista pero que, torrencial, se adelantó a ‘beatniks’ y cultores de prosa alucinada y autodestructiva y, además y antes que nada, fue y sigue siendo una de las más admiradas novelas-idioma, a la altura de las de Joyce, Woolf, Faulkner, Proust y Kafka.
El resto de su obra —que incluye títulos imprescindibles como ‘Oscuro como la tumba donde yace mi amigo’, manicomial ‘Piedra infernal’, los magistrales relatos de ‘Escúchanos, Señor, desde el cielo tu morada’, bizarro y frustrado guion de cine de ‘Suave es la noche’, de Francis Scott Fitzgerald, contundente correspondencia y hasta una versión primera y muy alternativa de ‘Bajo el volcán’— nos ha llegado reconstruida a partir de restos náufragos en tierra poco firme por cortesía y amor de viudas y albaceas. Todos procurando ensamblar puzle incompleto de lo que según Lowry resultaría en ciclo dantesco bajo el título acaso premonitorio —ya admitiendo imposibilidad de llevar tal empresa a buen puerto— de ‘El viaje que nunca termina’.
NOVELA
‘La mordida’
- Autor Malcolm Lowry
- Editorial Random House
- Año 2024
- Páginas 592
- Precio 22,90 euros
En esa bitácora de navegación a la deriva, ‘La mordida’ —suerte de secuela de ‘Oscuro como la tumba…’—ocupa sitio importante. Y hasta la fecha permanecía inédita en nuestro idioma y, en su lengua original, solo anclada en más que cuidada edición de la University of Georgia al cuidado de Patrick A. McCarthy. Edición que ahora por fin habla ese español (en meritoria traducción de María Vinós) con el que alguna vez Lowry, con voz consular y desconsolada, pidió otra botella de mezcal para vaciarla y que así pase la que siga.
‘La mordida’ —que en el argot de junto al Popocatepl, equivale a soborno a las autoridades— es, por supuesto, autobiográfica. Y relata la odisea de Sigbjørn Wilderness: ‘alter ego’ recurrente y tan preciso como movido autorretrato. Un muy precoz paranoico, auto-mitómano, culposo hasta la inocencia, mentiroso compulsivo, plagiario apasionado, sediento dipsómano sin fondo (alguna vez se Lowry bebió un litro de aceite de oliva pensando que se trataba de tónico para el cabello), siempre listo para nuevo accidente (su certificado de defunción concluye dictaminando con el casi poético «death by misadventure»), inglés errante (convirtiendo aquel «¡Que viva México!» en un casi «México me mata») y, por último pero no en último lugar, genial casi por azar. Leer biografía de Lowry —la de Douglas Day o la de Gordon Bowker—equivale a hundirse en el magma alcohólico de un hombre siempre encontrando nuevo cráter en el que precipitarse junto a sus acontecimientos.
Alguna vez Lowry bebió un litro de aceite de oliva pensando que se trataba de tónico para el cabello
Dentro de semejante paisaje y género, ‘La mordida’ —lo que le pasa a Wilderness es lo que le pasó en 1945/46 al siempre catastrófico Lowry al ser deportado del país previa pesadillesca y corrupta y burocrática estadía en calabozo de Acapulco— es uno de los tramos más vertiginosos en la prisionera caída libre de quien vivió fuera de toda ley que no fuese la Ley de Murphy. También, texto imprescindible para sus seguidores —aún en su parcialidad e inconclusión— desbordando lava en páginas formidables con la prosa volcánica de quien se sabía siempre listo para entrar en erupción. Y arder. Y quemarse. Y seguir viaje para no terminar nunca de apagarse.
Fuente: https://www.abc.es/cultura/cultural/mordida-malcolm-lowry-mexico-mata-20240625213955-nt.html