La música, el cine, el teatro o los libros ya disfrutaban de su especial celebración anual. Los toros, no
- FERNANDO GOMÁ / La Razón
Hoy, 16 de mayo, los taurinos de todo el mundo, aficionados y profesionales, nos felicitamos mutuamente, porque es nuestro día anual conmemorativo.
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La tauromaquia es una expresión cultural de primer nivel con manifestaciones muy variadas, que incluyen, por supuesto, al toreo en la plaza, y también al toro en la calle, al festejo popular. Pero no tenía un día dedicado a ella.
La música, el cine, el teatro o los libros ya disfrutaban de su especial celebración anual. Los toros, no. Por eso, el año pasado la Fundación Toro de Lidia adoptó la iniciativa de impulsar el proceso para designarlo, y la elección final no pudo ser más acertada: el 16 de mayo, día del fallecimiento en 1920 de Joselito el Gallo, el Rey de los toreros, en Talavera.
Joselito es mucho más que un torero: representa la excelencia dentro y fuera del ruedo. Tuvo la capacidad y la voluntad de cambiar la Fiesta para siempre y, a pesar de su temprana muerte, lo consiguió. Su figura, que no deja de agigantarse con el paso de las décadas, es un símbolo perfecto de los valores que proyecta la tauromaquia a la sociedad.
Es un día de gozosa celebración, de sentirnos felices por haber tenido la suerte de que nuestras vidas estén atravesadas por una cultura tan profunda, tan emocionante, tan poderosa y tan radical como es la cultura del toro. Y más felices por el hecho de que esa vivencia no pueda ser solitaria, sino en comunidad. Las emociones taurinas, sean alegrías, penas, miedos o éxtasis, son imposibles si no se viven con gente, mucha gente alrededor, porque necesitan ser compartidas.
Hoy es el primer Día de la Tauromaquia, preludio de incontables repeticiones del mismo, mal que le pese a políticos efímeros e irrelevantes.
Muchísimas felicidades, y ¡viva la Fiesta de los Toros!