El realizador, que dirigió unas 60 películas de la llamada serie B y produjo casi 500 títulos, presumía de que nunca perdió un centavo con sus filmes
LEONOR MAYOR ORTEGA / La Vanguardia
Antes de que la televisión fuese un elemento indispensable en los hogares, la gente iba al cine. Antes de que hubiera telefilmes, había películas de la serie B, producciones de bajo presupuesto que se usaban para rellenar las largas sesiones en salas, películas que servían de teloneras para las cintas de postín. Roger Corman, que ha fallecido hoy a los 98 años de edad, fue uno de los artífices de ese cine que se hacía con poco dinero, pero con mucha inteligencia y buenos actores.
Corman dirigió unas 60 películas de la serie B, muchas eran cintas de terror, algunas de extraterrestres y otras de acción. Produjo casi 500 títulos y actuó en otros 37. El cineasta, que presumía de que nunca perdió un centavo haciendo cine, fue tan famoso como prestigioso y, a base de mucho oficio, se convirtió en maestro de otros grandes directores que, por decirlo de alguna manera, fueron sus becarios, grandes del séptimo arte como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Ron Howard, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme, James Cameron o John Sayles.Lee también
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“Un niño tiene miedo al trueno, al rayo y al monstruo debajo de la cama. Sus padres le dicen que no hay nada de qué preocuparse, pero él sabe que hay muchas cosas de las que preocuparse”, decía el fallecido realizador, que construía sus películas con ese miedo para “atravesar nuestra conciencia, que siente que no hay nada de lo que preocuparse, y llegar al recuerdo infantil”.
Preparar al espectador para el susto, rodar en poco tiempo y gastar menos dinero eran las tres claves de la estrategia de Corman cuya carrera detrás de las cámaras arrancó en 1955 con un wéstern de bajo presupuesto, Cinco pistolas, que contaba con John Lund y Dorothy Malone como cabezas de reparto. Tras dirigir algunas más del Oeste, Corman se lanzó al terreno del cine negro con Las mujeres del pantano (1956) donde una mujer policía perseguía a unas delincuentes que había escondido un botín en joyas en unos terrenos pantanosos.Lee también
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Y no tardó en estrenarse también en el género de la ciencia ficción o como se decía en su tiempo en las películas de marcianos. En 1955 rodó El día del fin del mundo, que no era exactamente de marcianos sino de unos humanos mutantes que se zampaban a los escasos terrícolas supervivientes de un holocausto nuclear.
Ya en los sesenta, encontró un filón en la obra del gran Edgar Allan Poe y dirigió La caída de la casa Usher (1960), donde Vincent Price daba vida al turbulento Roderick Usher. De nuevo con Price como protagonista y en un terrible castillo como telón de fondo, Corman dirigió El péndulo de la muerte (1961). Siguió con la adaptación del famoso poema de Poe, El cuervo, en 1963. Price volvió a encabezar el reparto al que en esta ocasión se sumaron otros dos de los grandes secundarios del género, Peter Lorre y Boris Karloff.
Y contó con una gran estrella, Ray Milland, para El hombre con rayos X en los ojos (1963) donde un científico auto experimentaba con un medicamento y conseguía ver demasiado. Siguieron otros títulos como La máscara de la muerte roja (1964), La tumba de Ligeia (1964) o Secreta invasión (1964), que contaba con un reparto de relumbrón, Stewart Granger, Raf Vallone y Mickey Rooney, y que se desarrollaba durante la Segunda Guerra Mundial, el único momento en que Corman confesaba haber tenido miedo en la vida real: “Sabíamos exactamente para qué nos entrenaban: para la invasión de Japón. Sabíamos para qué estábamos ahí y lo que nos esperaba”, aseguró en 2019.
Los televisores se generalizaron en los 70 y los vídeos en los 80, las salas ya no necesitaban películas de la serie B para rellenar la programación y Corman rebajó su fervor como director. Rodó su última película en 1990, La resurrección de Frankenstein, con John Hurt, Raul Julia y Bridget Fonda, pero no dejó ni mucho menos el mundo del cine. Continuó con su labor como productor y con una nueva compañía, New World, se dedicó a la distribución de cine independiente internacional en Estados Unidos. Las películas de Fellini, Bergman, Truffaut o Kurosawa llegaron al público americano gracias a Corman. El hombre que había triunfado gracias al cine barato de la serie B se convirtió así en emisario de los cineastas más prestigiosos del mundo.