En el domingo dedicado a Jesús Buen Pastor, Francisco se detiene en el significado de «dar la vida» por las propias ovejas. El Pontífice insiste en que, para Cristo, cada persona es insustituible y no es sólo una manera de decir. «¡Cuántas veces acabamos desperdiciándonos por pequeñeces!», observa, invitando a ponerse en presencia de Jesús y dejarse acoger por Él
Antonella Palermo / Vatican News
No determinar la propia autoestima en base al juicio de los demás o a los objetivos que se logran alcanzar, sino considerar el amor de Dios por cada uno, redescubierto cada día poniéndose en su presencia. Es lo que recuerda el Papa Francisco en la catequesis del IV Domingo de Pascua dedicada al Buen Pastor.
El Buen Pastor sacrifica su vida
Tres veces en el Evangelio de Juan, en el capítulo 10, se repite que el pastor da la vida por las ovejas. Jesús, explicó el Papa, no es solo un pastor bueno que comparte la vida con el rebaño; es el Buen Pastor, que por nosotros sacrificó la vida y, resucitado, nos dio su Espíritu. La aclaración se refiere al contexto histórico del tiempo del Mesías:
Ser pastor, especialmente en tiempos de Cristo, no era solo un oficio, sino toda una vida: no se trataba de tener una ocupación determinada, sino de compartir los días enteros, e incluso las noches, con las ovejas, de vivir en simbiosis con ellas. Jesús, de hecho, explica que no es un mercenario, al que no le importan las ovejas (cf. v. 13), sino el que las conoce (cf. v. 14). Él conoce las ovejas. Así es: el Señor, pastor de todos nosotros, nos conoce, conoce cada uno de nosotros, nos llama por nuestro nombre y cuando nos descarriamos, nos busca hasta que nos encuentra (cf. Lc 15,4-5).
El amor de Jesús no es un eslogan
Jesús no es sólo el guía, por tanto, Cabeza del rebaño, sino sobre todo quien piensa en cada uno de nosotros como el amor de su vida. Así lo precisa de nuevo Francisco, añadiendo:
Pensemos en esto: yo para Cristo soy importante, Él piensa en mi, soy insustituible, valgo el precio infinito de su vida. Y esto no es un modo de decir: Él dio realmente su vida por mí, murió y resucitó por mí, ¿por qué? Porque me ama y encuentra en mí una belleza que yo a menudo no veo.
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Dejarse acoger por el Padre
La preocupación del Papa se dirige a esas personas, tantas, que hoy se consideran inadecuadas o incluso equivocadas. “¡Cuántas veces se piensa que nuestro valor depende de los objetivos que seamos capaces de alcanzar, del éxito a ojos del mundo, de los juicios de los demás!”, exclama el Pontífice. «¡Cuántas veces acabamos desperdiciándonos por pequeñeces!». Y luego la invitación, a descubrir el secreto de la vida, a dedicar cada día un tiempo a la oración, a dejarse mirar con la mirada amorosa de Dios:
Hoy Jesús nos dice que nosotros para Él valemos mucho y siempre. Y entonces, para encontrarnos a nosotros mismos, lo primero que hay que hacer es situarnos en su presencia, dejarnos acoger y aliviar los por brazos amorosos de nuestro Buen Pastor.