El dibujante judío Horst Rosenthal narra su encierro en el campo de concentración de Gurs y utiliza al personaje de Disney para denunciar las atrocidades del nazismo.
HENRIQUE MARIÑO / PÚBLICO
Medio siglo antes de que Art Spiegelman publicase Maus, un dibujante alemán ya había recurrido a un animal antropomorfo para describir el horror del nazismo. También era un ratón, como los judíos de la novela gráfica merecedora del Premio Pulitzer en 1992, aunque su cara resultaba perfectamente identificable: Mickey Mouse.
En un alarde de ironía, Horst Rosenthal advertía en la portada del cómic: Publicado sin autorización de Walt Disney. Tras el aviso también subyacía una burla al empresario estadounidense, pues plagiaba el personaje sin rubor alguno, consciente de que lo mejor que le podía pasar era que lo encerrasen en una cárcel californiana por vulnerar los derechos de autor.
Aquel Mickey era su alter ego: un prisionero de un campo de concentración nazi gestionado por el régimen colaboracionista de Vichy. Cuando Hitler llegó al poder, el viñetista, entonces menor de edad, se exilió en Francia, donde fue dando tumbos por diversos campos hasta llegar al de Gurs. Allí describió su vida como prisionero en Mickey en el campo de Gurs (Reino de Cordelia), antes de ser trasladado a Auschwitz y asesinado por los nazis en 1942.
«Más allá de su valor en el mundo del cómic, es un documento histórico que se adelanta en el tiempo a lo que hizo Art Spiegelman», explica Emilio Gonzalo Mallo, presidente de la Asociación Española de Amigos del Cómic (AEAC). También se adelanta a ¡La bestia ha muerto! La Guerra Mundial de los animales (Reino de Cordelia), publicado dos años después por Edmond-François Calvo, quien también recurre a lobos, conejos, osos y perros para narrar la Segunda Guerra Mundial.
Pese a la escasez de materiales, Horst Rosenthal consigue encuadernar a mano quince ilustraciones para disfrute de los niños del campo de Gurs, conocidos por las enfermeras del Socorro Suizo como mickeys, pero también para regocijo de los adultos. «Tiene la bondad y la generosidad de dedicar su tiempo a hacer un trabajo para que los demás se relajen, cuando ni él mismo sabía si iba a morir al día siguiente», afirma Gonzalo.
«Dibujó el cómic para entretener a los chavales y rebajar la tensión a la que estaban sometidos. Sin embargo, cuando observas la ironía y el sarcasmo de los personajes, resulta evidente que estaba haciendo una crítica muy cruda de lo que ocurría allí dentro», añade el historietista, quien lo considera uno de los primeros cómics sociales. Fechado en 1942, Maus, tal y como lo conocemos hoy, no sería publicado hasta 1991, aunque las primeras tiras datan de 1980.
Gonzalo también destaca la lucidez del autor y su capacidad para escribir unos textos que deben ser leídos entre líneas. Utiliza un ser antropomórfico para poder llegar a los niños y, a la vez, «suavizar la cruda realidad». Sin embargo, bajo esos «agradables dibujos» se esconde «un mensaje mucho más profundo». Así, una situación terrible pasa por divertida, añade el presidente de AEAC, quien insiste en el uso de la ironía como arma de denuncia.
Por ejemplo, en la tercera parte del cómic, un cartel anuncia el campo como un destino turístico. «Si quiere perder peso / ¡Vaya a Gurs! / ¡Su cocina es famosa! /¡Para más información, póngase en contacto con su gendarmería!». La realidad, como expone el editor Jesús Egido, es otra: «Un panorama de cuerpos torturados por la hambruna y que, por su espantosa delgadez, se hinchan en algunas partes impidiéndoles caminar con normalidad convirtiéndolos en zombis errantes».
«Rosenthal transporta el universo de Disney a un escenario kafkiano dominado por el absurdo», escribe el editor en el prólogo. «Ninguna víctima de aquel horror podía ser más inocente que un pequeño ratón vestido con calzones rojos y guantes amarillos. Encerrando a Mickey, Francia dejaba de ser la patria de la libertad, igualdad y fraternidad sometidas bajo la bota del nazismo y cedía esas virtudes democráticas a Estados Unidos de América, país idealizado a ojos de Rosenthal a través de un roedor».
El dibujante alemán estuvo recluido en Gurs entre 1940 y 1942. Mickey, arrestado en la calle por un gendarme por no llevar documentación, da con sus huesos en el mismo campo. El personaje animado, por cierto, estaba prohibido por la Alemania nazi. Rosenthal se burla de Walt Disney, por los derechos de autor, pero también de Hitler, por liberar al ratón encerrándolo en un campo de concentración por donde habían pasado republicanos españoles y brigadistas internacionales.
«La presencia de un dibujo animado, emblema de la fantasía, en un entorno maléfico proporcionó a su autor una fuga para escapar de la realidad, un canto al optimismo que le apartaba de pensamientos y presagios más oscuros que acechaban a la población judía en los campos», escribe Jesús Egido, quien ensalza el tono subversivo y sarcástico de Horst Rosenthal, gaseado en Auschwitz mientras su madre y sus hermanos eran fusilados en Letonia.