Los Periodistas

Más sobre la democracia y otros tipos de régimen (Segunda parte)

Por Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

En nuestra colaboración de hace una semana analizamos brevemente las condiciones de la democracia en el continente americano, llegando a la conclusión de que desafortunadamente no atraviesa su mejor momento. Hoy seguiremos hablando de la democracia, en relación con la jornada electoral del próximo 6 de Junio.

Hemos dicho que la democracia y las dictaduras pueden definirse como “tipos de régimen”. El concepto “régimen político” define al camino hacia la dominación política, así como a la forma como se relacionan entre sí las élites en el poder, la relación de los gobernantes con los gobernados y la forma como los gobernantes dejan el poder. En estos cuatro elementos vemos que las dictaduras y las democracias son muy diferentes, pues las formas para llegar al poder (y para mantenerse en él) no son iguales (de manera institucional en las primeras, de manera ilegítima en las segundas); las relaciones entre los grupos dominantes tampoco son iguales, pues en las dictaduras existe una sumisión frente al dictador y en las democracias dichas relaciones están prescritas por la ley y apuntan al control, delimitación, fragmentación y vigilancia del poder.

Las relaciones entre los gobernantes y gobernados tampoco son iguales: en una dictadura, los gobernantes no deben sus cargos a los electores, lo cual sí ocurre en la democracia. Por último, en las democracias es previsible la forma como los gobernantes dejarán sus encargos: al terminar su gestión, se marcharán sencillamente a casa (también pueden dimitir, o fallecer, por supuesto). En las dictaduras, la forma como los dictadores dejarán el poder no puede adivinarse, pues no está prevista en la ley: puede ser por la muerte (incluso violenta) del dictador, por una sublevación, por presiones del exterior, etc.  

Hay que distinguir el concepto del “régimen” del de “sistemas de gobierno”. Estos son patrones institucionales específicos dentro de un tipo de régimen. Así, por ejemplo, los sistemas de gobierno presidencial (como Estados Unidos y México) y parlamentario (como Austria y Canadá) son dos variantes de dominación política democrática, pues ambos cubren los criterios de un régimen democrático. Podemos decir que el concepto de “régimen democrático” está en el nivel de los conceptos fundamentales, mientras que el de “sistema de gobierno” están en el nivel de los subtipos regulares.

En México, el entonces candidato López Obrador ya anunciaba desde la campaña electoral su deseo de cambiar el régimen en México. De acuerdo con lo que hemos visto, no es deseable un cambio de régimen, pues estamos ya en un régimen democrático. ¿A qué tipo de régimen cambiaríamos? Cierto: nuestra democracia es joven, incipiente y a veces un poco disfuncional, pero estaba en construcción cuando llegó López al poder, lo cual ocurrió porque precisamente ya estaba construido el armazón democrático electoral. Aunque no sea una democracia ideal o perfecta (que, por cierto, no existe en ninguna parte del mundo), estamos viviendo en la época de la historia de México más democrática de todas.

Pero si el Presidente López sigue concentrando poder y atribuciones, si continúa dominando al Poder Legislativo, si tiene éxito en lograr la sumisión del Poder Judicial, si logra “exterminar” al Instituto Nacional Electoral, si consolida su intento de controlar ilegalmente a las fuerzas armadas y de pervertir su naturaleza, si logra atemorizar a sus críticos en los medios de comunicación, entonces habrá logrado un cambio de régimen: se terminará la etapa de una democracia en construcción y arribaremos a una etapa de régimen autoritario. De ese tamaño es la importancia de las elecciones del 6 de Junio, pues de sus resultados se verá si el gobierno de López mantiene su mayoría calificada en la Cámara de Diputados, lo que le vendría “como anillo al dedo” a sus intentos por terminar de desmontar las estructuras democráticas y de control del poder que aún quedan, o si tendrá un contrapeso que meta el freno a sus propósitos. Lo malo es que ese papel estaría en manos de los partidos de oposición, que han demostrado una total incapacidad para entender cuán importante es su función en un régimen democrático. Pero ni modo: eso es lo que hay. No estamos en Dinamarca.

Es inocente creer que la gente votará contra MORENA en el momento en que se dé cuenta de que la economía anda mal. Para la gente cuya economía siempre ha andado mal, esto no será ninguna novedad. No podemos engañarnos: un régimen autoritario puede perfectamente sobrevivir a pesar de que la economía esté en crisis y que la sociedad se empobrezca, como lo demuestran claramente los ejemplos de Cuba y Venezuela. Pero lo que es imprescindible es la existencia de un aparato institucional que funcione, al menos para los fines del régimen. Probablemente en esto radique el problema más serio que enfrentará el Presidente López, pues se ha mostrado como un maestro para destruir, pero no ha construido nada que funcione ni que substituya medianamente a lo que destruyó, como lo demuestran el INSABI, la distribución de medicinas, el aeropuerto del mamut o su silencio a la hora de explicar con qué substituirá al INE.

El régimen postrevolucionario fue construido por Calles y por Cárdenas por medio de la construcción de instituciones, incluyendo al actual PRI. Esto logró institucionalizar el papel de un caudillo como Presidente cada seis años y organizar un sistema corporativo alrededor de él como árbitro y del partido como organizador de la lucha por el poder, con un pensamiento político muy flexible, pero eficiente: el nacionalismo revolucionario. Después de cumplir su papel como presidente, cada uno de ellos se retiró, aunque algunos, como los mismos Calles y Cárdenas, Echeverría y Salinas, coquetearon con la idea de permanecer más tiempo en el poder, lo cual al final no ocurrió, porque no estaban solos: había un partido al que había que tomar en cuenta y que era un jugador importante, esencial y organizado.

Lo que López Obrador hace es exactamente lo contrario de lo que hicieron los presidentes del partido que lleva en su corazón y en su ADN: destruye instituciones, pervierte la naturaleza de las fuerzas armadas, subordina a sus colaboradores, concentra todas las decisiones en sus manos, ataca abiertamente a la prensa y a los demás poderes y órganos y destruye los cimientos de la economía. En algunos de estos elementos se asemeja mucho a uno de sus grandes maestros: a Echeverría, y ya sabemos cómo quedó el país después de su paso por el poder.

Personalmente, veo difícil que MORENA se convierta en una especie de “nuevo PRI”, pues le falta algo esencial: la institucionalidad y la disciplina. En consecuencia, la restauración del PRI con otro nombre la creo inviable. El PRI está más cerca de sumarse a MORENA que de actuar como una verdadera oposición. El deterioro económico, político y social que estamos padeciendo todavía puede salvarse mediante vías democráticas e institucionales, pero si se reafirma la mayoría de MORENA en la Cámara de Diputados el 6 de Junio, tendremos verdaderos problemas porque ya no habrá nada que detenga al Presidente López. Los escenarios serán difíciles de escudriñar, y van desde la implantación de una dictadura personal hasta un muy improbable reemplazo militar, pasando por estallidos sociales o la entrada en el juego de la política, con mucha fuerza y descaro, de la delincuencia organizada.

Lo he afirmado muchas veces: una crisis económica se puede salvar en unos cuantos años, aunque el proceso duela y deje maltrecho al país; pero el colapso de una democracia tardaría muchos años en revertirse. La libertad se pierde en poco tiempo, pero para ganarla o para volverla a obtener pueden pasar muchos años y cuesta muchísimos sacrificios y sufrimientos. Cuba y Venezuela son, nuevamente, ejemplos claros de esto en nuestra propia región. Por eso es tan importante no dejarnos desviar la atención con el pleito entre el INE y un par de candidatos a gobernador. Lo verdaderamente crucial es la determinación del Tribunal Electoral acerca de la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados. Por eso es tan importante defender al INE, participar en las elecciones de Junio, pensar bien antes de votar, convencer a que otros hagan lo mismo y luchar por la supervivencia de la democracia en México, por muy defectuosa y disfuncional que sea. Es mejor una democracia así que un régimen autoritario que tardaríamos mucho tiempo en vencer.

Los regímenes nacionalistas, los autoritarios y los populistas viven del pasado, de un pasado glorioso que nunca fue. Así que no habrá un viaje de regreso a una edad esplendorosa de ayer, pues algo así nunca ha existido en México. Y el futuro prometedor no será del tamaño de los sueños de un autócrata iluminado, sino del tamaño de los esfuerzos y corresponsabilidad de todos nosotros.

Dr. Herminio S. de la Barquera A.

Decano de Ciencias Sociales

UPAEP

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