La escritora, que recibe el Premio a la Trayectoria de la 2ª edición de los ‘Premios Openbank de Literatura by Vanity Fair’, atendió a los medios españoles hablando del «terror” que le despierta el regreso de Trump y las derivas autoritarias en Europa, y repasó su obra y su filosofía vital ante la enfermedad de su marido Paul Auster así como su reciente estreno como abuela.
JAVI SÁNCHEZ / VANITY FAIR
Siri Hustvedt, invitada estrella y Premio a la Trayectoria de la 2ª edición de los ‘Premios Openbank de Literatura by Vanity Fair’, atendió esta tarde a los medios de comunicación antes de su discurso y de la propia gala de premios en el Hotel Mandarín Oriental Ritz de Madrid. Fue un encuentro abierto, presidido por nuestro director, Alberto Moreno, en el que la autora, que ya había sido distinguida en nuestro país con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, empezó hablando de las emociones “cálidas y afectuosas” que le despierta nuestro país “como interesada en la historia de la literatura”, y reconociendo el papel fundacional de El Quijote “en la novela y todo lo que la acompaña”. “Un rico legado” dijo, empañado por el crecimiento “aquí como en mi país” de “los movimientos autoritarios, que desapruebo activamente”.
La cercanía de las elecciones estadounidenses («que me tienen aterrorizada» ante una posible victoria de Donald Trump, señaló) y el trabajo en su última novela “muy política, sobre la eugenesia” de la que afirmó “haber desechado ya cientos de páginas” en el proceso de escribir, nos presentó a una Hustvedt muy comprometida. Alertó de que la experiencia vivida allí con la primera legislatura de Trump tenía réplicas en buena parte de Europa: “Italia, obviamente”, pero “también España, Francia, Alemania…”. Cuando Moreno le preguntó por lo vivido en la legislatura anterior a Biden, Hustvedt señaló que el autoritarismo pone en peligro “las democracias constitucionales”, canalizando las lecciones de otro gran escritor estadounidense, Mark Twain: “lo que esos cuatro años nos enseñaron fue hasta qué punto los Estados Unidos dependen de las convenciones y las normas para funcionar. (…) La gente cree que [el gobierno de] la ley es una especie de estatua de mármol, pero eso es falso. Es algo vivo, tanto como lo mantenga el pueblo. Y es algo que puede perderse fácilmente”.
A la pregunta de qué puede hacer la literatura en ese caso, Hustvedt fue tajante: “No creo que la literatura nos vaya a salvar del neofascismo. Lo que sí creo es que la poesía, la novela y algunos ensayos son capaces de describir la experiencia de los otros, de la gente, con una facilidad e inmediatez que ningún editorial de periódico o conjunto de estadísticas puede igualar”.
También habló sobre su vida personal, y la experiencia doble de la situación de su marido, Paul Auster, “al que diagnosticaron un cáncer en enero del año pasado”, y su nueva condición como abuela, “una nueva dimensión, algo que siempre quise ser, pero sobre lo que no tienes control alguno”. En esa dicotomía, y “la dinámica de vivir con alguien que está en una situación potencialmente letal”, Hustvedt habló de la experiencia de la muerte de su madre, en 2019. Y cómo desde entonces había alcanzado “una mejor comprensión de mí misma”, hasta alcanzar “una mayor libertad”, aunque añadió entre risas, “con el único problema de que tu cuerpo se cae a pedazos”, en alusión a su edad, 69 años.
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Ante estas “dificultades”, Hustvedt se adscribió a la filosofía “del carpe diem, estoy viviendo muchísimo más [intensamente], de formas que no había experimentado nunca antes”. Sobre su nieto Miles, nacido en enero de su hija Sophie Auster y su yerno Spencer Ostrander, dijo que lo sentía como “la continuación de algo”, más allá de la habitual concepción de occidental del tiempo “como una línea que empieza en el nacimiento y acaba en la muerte”.
Hustvedt también hizo referencia al estado de salud de Auster, “estable”, y que había vuelto a escribir, agradeciendo a la medicina moderna esa continuidad “no sin esperanza”, “porque lo que sí está claro es que sin tratamiento ya no estaría aquí”. Esa situación, explicó más tarde, le había impedido “participar en las actividades del Día de la Mujer”, sobre el que ironizó: “es gracioso que la mita de la población de la Tierra siga necesitando un Día Internacional”. Antes de señalar que la idea de lo que hoy llamamos progreso “es un mito decimonónico. Siempre ha costado esfuerzo conseguir nuestros derechos, es un proceso continuado en el que es muy fácil retroceder [en alusión a la situación actual en Estados Unidos, después de que el Supremo revirtiera el derecho al aborto]”, y llamó a pelear por los derechos “en el Día de la Mujer y cualquier otro día”.
Sobre su propia obra, sonrió cuando se le mencionaron sus mayores éxitos, como El verano sin hombres, novela de 2011 de marcado caracter feminista que recibió algo muy infrecuente: el elogio de la crítica y las ventas masivas entre el público: “No tengo ni idea de cómo sucedió”, se reía la autora. “Es como lo de tener un nieto: no puedes tener ningún control sobre lo que pasa con tu obra”.