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La psicóloga que conoce todos los secretos del mal: «Fantasear con asesinar es increíblemente útil» | Papel

La doctora criminalista Julia Shaw se adentra en su nuevo ensayo en el funcionamiento de los pensamientos más crueles para explicar científicamente nuestro lado más oscuro. «Hay situaciones en las que matar es la manera correcta de actuar», asegura

ROGER CREMERS/LUMEN PHOTO

NOA DE LA TORRE / PAPEL

Dijo Nietzsche que «quien lucha con monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno». Y Julia Shaw, psicóloga criminalista e investigadora en el University College London, hace suya la frase del filósofo alemán. «Quizás todos somos malvados, o quizás nadie lo es», escribe en su ensayo Hacer el mal. La ciencia detrás de nuestro lado oscuro (Ed. Temas de Hoy). Una reflexión que le sirve de alguna manera para provocar e invitarnos a replantear el concepto de maldad. Es decir, a reformular la idea que tenemos sobre lo que es el mal. Porque de lo que se trata, al final, es de que podamos «empatizar con el mal». De que entendamos por qué los malos son malos (¿o acaso en el fondo no lo son?) para ver que también ellos son humanos.

Pongamos un ejemplo para ir adentrándonos en el complejo escenario en el que el mal no es solo algo relativo o subjetivo. El mal puede tener también su lado bueno. Si coqueteamos con la idea de matar a alguien, ¿esto es bueno o es malo? Sonará chocante de entrada, pero la doctora cree firmemente que «fantasear con asesinar es increíblemente útil».

Lo explica ella misma en una entrevista vía Zoom: «Las fantasías nos permiten pensar en matar sin tener que hacerlo en la vida real. En un momento de frustración, el cerebro te propone una opción para solucionar el problema, y te muestra qué pasaría si matas a otra persona. El cerebro es un órgano increíble que nos permite planificar el futuro y ver cuáles son las consecuencias de actos terribles. Piensas detenidamente y planificas en lugar de actuar impulsivamente. Por eso, este vínculo entre inteligencia y actos de violencia puede ser protector».

Al margen, claro está, de que haya asesinos que antes de matar también fantasearan con hacerlo. Pero la idea es que este tipo de pensamientos no son necesariamente negativos. Si alguna vez pensó en matar a su jefe, esta fantasía no le convierte en asesino. Es más, hizo bien en fantasear con la idea para descargar su rabia mentalmente. La cosa quedó ahí y usted conservó su trabajo (y nadie murió).

Y esto explica el nexo entre violencia e inteligencia: lo que nos hace humanos frente al resto de animales. «Los humanos tenemos la capacidad de hacer cosas terribles, en parte porque somos seres inteligentes», confirma Shaw. ¿Sigue sin verlo? En su libro lo expone en crudo: «Nos encanta matar».

«Lo cual está bien porque necesitamos hacerlo para sobrevivir. ¿Tenemos hambre? Matemos algo para comer. ¿Estamos enfermos? Matemos las bacterias antes de que ellas nos maten a nosotros. ¿Algo nos hace sentir amenazados? Matémoslo en defensa propia. ¿No sabemos muy bien qué es? Matémoslo de todos modos. Por si acaso».

Matamos todo el tiempo. Y desde el inicio de los tiempos.

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La maldad forma parte de la condición humana. Hay estudios sobre cómo funciona el mal dentro del cerebro. Algunas investigaciones sugieren -Shaw cita las de Martin Reimann y Phillip Zimbardo– que «una actividad disminuida de las estructuras del lóbulo frontal, en particular de la corteza prefrontal, o lesiones en esta área del cerebro, pueden ser causas fundamentales de un comportamiento agresivo».

En el camino hacia el mal hay varias etapas. La primera es la «desindividuación», que no es otra cosa que el pensamiento por el cual una persona deja de verse a sí misma como un individuo para autopercibirse como parte de una masa social. Es algo así como que yo no soy responsable de mi conducta, sino que lo es el grupo, la sociedad. De esta forma, es más fácil hacer el mal.

La segunda etapa lleva a la deshumanización donde, por cierto, se está instalando la política, en opinión de la experta en psicología criminal. Pone el ejemplo del ex presidente estadounidense Donald Trump, cuando compara a refugiados e inmigrantes con animales. De la deshumanización al comportamiento antisocial -la última parada- solo hay un paso. Es entonces cuando las emociones que se han experimentado desencadenan otras respuestas, como el aumento de la presión cardiaca o de la presión sanguínea. El organismo se prepara, en definitiva, para huir o para pelear.

Shaw puntualiza que no comparte el argumento genético para explicar un mal comportamiento. Los asesinos no nacen ni tienen una predisposición genética al mal: «Nuestro cerebro es social, en la medida en que también se forma a partir de las experiencias y no solo de los genes». Para la doctora, «no hay nada que sugiera que nacemos malvados».

Esto viene a cuento porque, «cuando utilizamos términos como oscuro o psicópata para describir a seres humanos, corremos el riesgo de deshumanizar a esas personas». «También corremos el riesgo de aceptar la idea de que cierta persona es mala. Que los malhechores no pueden cambiar porque el mal se encuentra en sus cromosomas, en su ADN», advierte en su libro.

Esta psicóloga va un poco más allá. ¿Hasta qué punto puede llamarse asesina a una persona que solo ha asesinado un día en toda su vida? ¿Es una etiqueta correcta o precisa? «Llamar a alguien asesino porque una vez tomó la decisión de asesinar a alguien parece inapropiado, demasiado simple. Los presos también son personas. Una persona puede vivir respetando la ley 364 días del año y, entonces, en el día 365, cometer un crimen».

Shaw aclara que no habla de excusar una mala acción, sino de comprenderla para intentar prevenirla en el futuro: «El concepto del mal se usa para deshumanizar a la gente y, cuando lo hacemos, caemos en el círculo vicioso de seguir haciendo el mal». Y aquí es cuando la autora pone sobre la mesa la empatía: «Es importante empatizar con el mal para intentar ver la humanidad que hay en todas las personas». Y esto pasa por «apartarse del sensacionalismo del lenguaje que deshumaniza».

«Es importante empatizar con el mal para intentar ver la humanidad que hay en todas las personas»

La pregunta es casi obvia: ¿cómo se le puede pedir a una madre que empatice con el asesino de su hija? «Por supuesto que es muy difícil», responde. «Para mí lo es por ejemplo ponerme en el lugar de un racista, pero que algo sea difícil no significa que no debamos entender qué motiva unos pensamientos y los comportamientos que resulten de ellos. La premisa de la justicia restaurativa es tratar de restaurar también la humanidad en una situación horrible como la del asesinato de un familiar, porque necesitamos aprender y avanzar como seres humanos».

En este sentido, otro tema delicado es el de la pedofilia. La idea es la misma: «Una manera de minimizar el daño a los niños no es villanizando a los pedófilos y negando la existencia de la pedofilia, sino dando a esta gente instrumentos para hablar sobre sus tendencias». Primera aclaración: tratar de entender la pedofilia no es tolerar el abuso sexual infantil o minimizar el daño de los depredadores sexuales. A partir de ahí, Shaw apunta a un error que suele ser habitual: «Pensar que si alguien siente una atracción sexual por los niños sus impulsos son incontrolables».

Entender el mal es ser conscientes de por qué un pedófilo lo es: «Los pedófilos no se despiertan un día y deciden que se van a sentir atraídos sexualmente por los niños. Hay que saber que no es una elección», dice. Y repite que no se trata de minimizar sus acciones, sino de prevenirlas. «Debemos hacer algo para ayudarlos». Porque provocan sufrimiento y porque «ellos mismos son seres humanos que están sufriendo».

En el viaje a los infiernos de la mente, es inevitable pararse también en ese páramo que es la infancia malvada. Si ya es difícil bucear hasta las entrañas de un asesino, más lo es hacerlo si quien mata es un niño. Sin embargo, para esta experta «no es tan sorprendente que los pequeños puedan hacer daño o incluso matar». Al fin y al cabo, si por algo se caracterizan los niños es por «tener menos inhibiciones».

«Debemos hacer algo para ayudar a los pedófilos porque ellos no se despiertan un día y deciden que se van a sentir atraídos por los niños»

Que no se pueda votar hasta cumplir la mayoría de edad, por ejemplo, tiene que ver con esto. «El cerebro de un niño no está completamente desarrollado y, por tanto, tomará decisiones con consecuencias realmente malas a largo plazo». A veces, agrega Shaw, «esas decisiones serán violentas». Tendemos a pensar que la infancia es una etapa vital de ternura e inocencia, pero lo cierto es que también cabe en ella la violencia por la propia inmadurez del niño.

En su libro, Shaw aborda el controvertido asunto de las matanzas escolares. ¿Qué lleva a un adolescente a coger un fusil y disparar contra sus profesores y compañeros de pupitre? La enfermedad mental no es siempre la única explicación, sino que la realidad es bastante más compleja y esconde más aristas. El estudiante que mata puede arrastrar otro tipo de problemas, entre los que la psicóloga cita el aislamiento, la intimidación, la falta de apoyo de los padres, el abuso de sustancias… y el fácil acceso a las armas si hablamos de Estados Unidos.

De nuevo, nada es blanco o negro. Ni siquiera cuando se trata de matar. «¿Cuándo es malo matar?», se pregunta Shaw. Sí, cabe hacerse la pregunta, lo que significa que matar puede tener su lado bueno. ¿O acaso no justificamos socialmente matar en defensa propia? ¿No lo hacemos al admitir que los soldados matan en una guerra? ¿Mataríamos al bebé Hitler si pudiéramos viajar en el tiempo?

Admitámoslo. «Hay situaciones en las que matar es la manera correcta de actuar», sentencia la autora, para quien «acciones malas que pueden ser terribles pueden ser buenas desde un punto de vista ético». Más allá del dilema moral, Shaw apunta que «obtener algún placer de la crueldad puede habernos facilitado matar animales, matar humanos o hacer otras cosas desagradables de las que dependía nuestra supervivencia».

Como ella misma dice, quizá exista un lado bueno de nuestro lado malo.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2024/03/04/65e60909fdddff9eac8b4586.html

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