Viajamos a Lyon para introducirnos en el mundo de color y seda de los carrès de Hermès, el accesorio de deseo que triunfa desde hace casi un siglo. Todo un lujo realizado por manos artesanas.
CRISTINA ALDAZ / YO DONA
Se lo viste en el cuello o en la cabeza a tu abuela, a tu madre encima de un jersey y ahora tú lo utilizas para realzar tus looks. El pañuelo de Hermès tiene muchos atributos a favor, y uno de ellos es que pasa de generación en generación. Siempre está a la última, siempre viste, siempre da un plus de estilo.
A pesar de haberlos admirado desde siempre, nos intrigaba por qué su seda es incomparable, por qué sus colores son inimitables, sus diseños originales…, en definitiva, por qué aunque pasen los años sigue siendo uno de los accesorios estrella de todo vestidor. Y para averiguarlo viajamos a Lyon, la ciudad francesa donde se fabrican, y allí descubrimos que su origen es toda una historia de amor.
La seda más envidiada
Amor entre dos seres vivos que se unen y tienen descendencia, y amor por lo bien hecho. El resultado, después de años de trabajo de muchas personas, es un carré, ese pañuelo de 90 centímetros por 90 que se ha convertido en uno de los accesorios más reconocidos y reconocibles de la historia de la moda y el lujo.
Para ir al origen hay que viajar muy lejos en el espacio y en el tiempo. Primero, a Brasil, donde expertos japoneses en la obtención y el tratamiento de la seda consiguen la mejor a partir de los gusanos que la crean de forma natural. En el tiempo, a 1937, cuando Hermès lanzó el primero de sus pañuelos. El proceso continúa en la ciudad francesa de Lyon, capital de la seda, adonde nos desplazamos para ver cómo esos hilos que llegan de Brasil acaban convertidos en un colorido carré.
Manos artesanas
Hasta llegar a eso, han pasado años y se ha producido la intervención de un gran número de personas, pues en los ocho ateliers que tiene la firma alrededor de la localidad las cosas se siguen haciendo como siempre. Hay máquinas, sí, pero el buen ojo y las mejores manos de los artesanos son imprescindibles.
Cada temporada -es decir, dos veces al año- se diseñan 10 modelos de pañuelos diferentes, y cada uno en distintos colores, entre seis y 10 versiones de cada uno. El punto de partida viene de diseñadores que plasman sus dibujos, desde motivos hípicos hasta selvas, personajes, ciudades, letras, números, filigranas…
La magia del color
Cuando el dibujo llega al taller, y una vez que los coloristas han decidido qué tonos van a invadir esa seda firme y brillante, comienza un trabajo del que se encargan 27 dibujantes, que lo desgranan color a color. Cada uno de ellos (y en cada carré hay entre 35 y 40) va a protagonizar una plancha diferente.
Son dos años de trabajo los que se necesitan para desgranar ese primer dibujo color por color, y una paciencia infinita para plasmar en esa plancha diminutos detalles, sombras, contornos, decenas de pequeños lunares, líneas, facciones, ojos, manos, pieles de animales, flores…
Un catálogo interminable
Una vez acabado este proceso, que a ojos ajenos resulta casi milagroso y desde luego fascinante, las planchas se envían a la planta de impresión, donde se dispone la seda, con precisión de cirujano, en larguísimas mesas por las que van pasando las planchas, y cada una añade un color.
Las pinturas son realizadas expresamente para Hermès, que maneja ¡75.000 colores! obtenidos con mezclas que se han ido experimentando desde el comienzo de este viaje a un extraordinario mundo cromático.
Los últimos pasos
Cuando esos 90×90 centímetros de seda están impresos, es necesario fijar la pintura, lavar el pañuelo y secarlo. Por supuesto, en este punto cada carré ha pasado ya varios controles de calidad que realiza el ojo humano y es capaz de encontrar cualquier imperfección. Si la hay, ese pañuelo sale de la cadena y se desecha.
Ya cortados, los pañuelos pasan a otro atelier, donde las cosedoras hacen a mano el ribete, un rulito que los rodea. A mano, sin máquinas de coser. En estos talleres les petites mains, los artesanos de siempre, son fundamentales, y ahí radica, entre otras cosas, la excepcionalidad de este accesorio. También en uno de los secretos que mejor guarda la maison: por qué su seda se diferencia de las demás. ¿Cuántos hilos se entrecruzan? Imposible saberlo, es un misterio.
Manos expertas que se forman en los talleres de Hermès para que los oficios no se extingan. En estos lugares donde el tiempo retrocede y la mano del hombre hace de cada pañuelo una historia de amor.
Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/moda/2024/03/04/65e07715fc6c838a5f8b45a7.html