Sandra Gamarra reúne en el pabellón español un museo barroco que parte de obras reales con huellas racistas y extractivistas
JUSTO BARRANCO / LA VANGUARDIA
La descolonización de los museos españoles va a tener un nuevo y paradigmático episodio desde el 29 de abril en la Bienal de Arte de Venecia. Por primera vez en un siglo una artista que no ha nacido en nuestro país y que emigró a él, Sandra Gamarra (Lima, 1972), representará a España en este encuentro artístico global. Una pintora e investigadora que va a construir en los muros del pabellón español un gran museo imaginario. Todo un museo barroco que parte de obras reales de museos españoles, desde el Prado al Thyssen o el MNAC, desde la época del Imperio hasta la Ilustración, recreadas y modificadas por ella misma.
Medio centenar de piezas en las que interviene con textos de pensadoras como Rita Segato o Paul Preciado o poniendo de relieve los detalles de estas obras que actúan como metáfora de la herida colonial abierta: en ellos hay rastros de paisajes exóticos, pero también de los recursos extraídos de ellos, del sistema de castas de la sociedad virreinal y las actitudes ante el mestizaje y, directamente, de lo que llama “el racismo ilustrado”: cómo se utilizaron la antropología y la ciencia para justificar el poder occidental.
La ‘Pinacoteca migrante’ toma como fuentes conocidas obras de Velázquez, Frans Hals o Zurbarán
Será la Pinacoteca migrante , un proyecto de Gamarra comisariado por el exdirector del Musac de León y del Malba de Buenos Aires, Agustín Pérez Rubio, y que ha utilizado como fuentes desde el Retrato de Juan de Pareja de Velázquez, el pintor de origen morisco que fue su esclavo y aprendiz, a Grupo familiar ante un paisaje, de Frans Hals que muestra a una próspera familia holandesa del siglo XVII… incluido un niño esclavo negro. También hay entre las pinturas de base retratos de tierras vírgenes de Frederic Edwin Church o un sobrio bodegón de Zurbarán en el que solo reluce una pieza: un búcaro mexicano.
Gamarra recordó ayer en la presentación en la sede de la Agencia Española de Cooperación Internacional, Aecid
–que junto con Acción Cultural Española financia los 400.000 euros del proyecto–, que cuando llegó a España y visitó el Museo Nacional de Antropología, tras pasar por salas de casi todos los continentes acudió a un trabajador para preguntarle dónde estaba la de Europa. “Él se quedó más sorprendido que yo y me dijo que no estaba allí, que eso era historia y estaba en otros museos”, evocó.
Y reconoció que su formación “ha sido occidental y crecí con la idea de que hay una jerarquía en las culturas y es la occidental el camino hacia donde tendrían que terminar desarrollándose las demás, pero tal y como se está desarrollando la crisis climática nos damos cuenta de que nuestra cultura no era la mejor o más desarrollada y hay que mirar a otras no solo para aprender sino para entender que somos una sola gran colectividad”.
Extranjeros en la Italia de Meloni
La Bienal de Venecia que abre en abril está comisariada por primera vez por un sudamericano, el brasileño Adriano Pedrosa, y se titula Extranjeros en todas partes, en alusión a la presencia de emigrantes y diásporas pero también a la condición humana, a ser en lo más profundo todos extranjeros. Una edición, en la Italia de Meloni, dedicada al exiliado, el refugiado, el emigrante y a lo queer, cuyo primer significado es extraño, en la que el pabellón holandés mostrará una talla de madera con el espíritu enfadado de un oficial belga desmembrado en la revuelta pende en 1931 en el Congo colonial. Los pende la tallaron al creerse victoriosos y ahora volverá temporalmente desde EE.UU. a una galería congolesa, desde la cual se mostrará en streaming en el recinto holandés.
Para Pérez Rubio, “este pabellón va a representar una madurez en entender la pluralidad y diversidad de una sociedad como la española” y subrayó que la gente entrará en una institución ficticia que puede estar en cualquier ciudad europea, “que puede ser cualquiera de esas pinacotecas que nos han contado la historia”, y que el proyecto “más que enseñar, desvela, quita la venda de los ojos: el eurocentrismo nos ha puesto unas gafas que ocultan o sesgan lo que vemos en determinadas representaciones históricas”.