EL ESPAÑOL | Porfolio visita la bodega AurumRed, situada en Las Pedroñeras. No está abierta al público y allí se produce un vino que vale 25.000 €, pero que su única edición especial, de la añada 2014, tiene un precio incalculable.
NICOLÁS ALBA / CRISTINA VILLARINO / PORFOLIO / EL ESPAÑOL
Los tibios rayos del sol mañanero apenas calientan las afueras del municipio de Las Pedroñeras (Cuenca). Todavía es invierno y la bodega de Hilario García dormita, escondida, al pie de la N-301. Está camuflada entre pinos, los cuales, según su dueño, no alcanzaban ni el medio metro de altura cuando compró la finca allá por 2008. Ahora el secreto de AurumRed, la bodega tras el vino más caro del mundo –25.000 euros la botella– se halla oculto dentro de un enclave con apariencia de hacienda campestre de la antigua Roma.
Al llegar ante la enorme y verde puerta de la parcela se escuchan los ladridos profundos de un perro. Se intuye grande por la gravedad de los sonidos. Pero pronto se oyen los pasos de un hombre que se acerca para apaciguarlo. Es su amo, es Hilario García (Las Pedroñeras, 1963), bodeguero, dueño y único trabajador de AurumRed. El hombre acalla a Sansón, su enorme mastín, y lo presenta a los reporteros de EL ESPAÑOL | Porfolio.
El perro, obediente, torna su actitud hacia la amabilidad. “Cuidado con éste, que tiene las patas negras de estar por el campo y ahora sólo quiere jugar y os puede manchar la ropa”, previene Hilario. Acto seguido, el bodeguero conquense guía a esta revista hacia el edificio, un tanto peculiar. Está decorado con columnas con capitel de orden jónico y, en su fachada, pintadas con inspiración grecorromana y motivos vinícolas. Estábamos a las puertas de un templo del vino, que tiene vetado el acceso al público.
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En el corazón de la bodega donde habitan los vinos más caros del mundo Cristina Villarino
“Aquí sólo vienen, de vez en cuando, algunas personas que invito. Como mucho, estamos cuatro personas, porque quiero preservar la privacidad del sitio”, explica García, convencido de que el sosiego del lugar influye en el sabor y las propiedades especiales de su vino. Como si las energías positivas o negativas influyeran en el caldo. Mejorándolo o dañándolo.
Pasada una puerta de origen indonesio y más de 300 años de antigüedad, se accede directamente al salón de lo que parece una casa. Huele a chimenea, sus troncos arden para calentar el lugar. Allí habitan multitud de cosas curiosas. Por ejemplo, una urna acristalada donde hay una botella de AurumRed Serie Gold –25.000 euros– y otra de AurumRed Serie Silver –1.250 euros–. “En ambos casos, la botella se vende con sus medallas distintivas. Hasta la botella, hecha en Italia con una medidas propias y registradas, o el corcho, valen más que muchos vinos”, desgrana el bodeguero.
Hilario García, acariciando a su mastín, Sansón, ante el edificio donde se halla la bodega de AurumRed. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Hilario García, posa en su salón con una botella de AurumRed. Detrás de él, un cuadro pintado sólo con su vino. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
También, en la estancia está colgado un cuadro hecho sólo con una botella de AurumRed. Como el vino, que en el fondo es un líquido vivo, Hilario García cuenta que el cuadro cambiará con el tiempo. Cosas de la fermentación. No es un cuadro al uso. Además, también hay una botella decorada por el artista que está en subasta y, tras un vinilo, hay una puerta secreta. Hilario aproxima la palma de su mano a ella y se abre. Conduce al sótano; a las profundidades de la bodega; al corazón donde emana el vino más caro del mundo.
La bodega secreta
La puerta hacia el sótano ha sido abierta por el bodeguero Hilario García que, evidentemente, evita revelar el secreto de cómo lo ha hecho. Abajo está su vino, su tesoro valorado en unos cuantos miles de euros –o millones–.
Este medio baja las escaleras y sigue a Hilario ante una puerta. “Está hecha con hormigón y acero y pesa 1.800 kilos. Sólo la puedo abrir yo”, explica. Es la puerta inexpugnable que conduce al interior de la bodega. Muchas cajas fuertes de los bancos se verían ridículas a su lado. Lo que hay dentro vale mucho. “Hay dos salas: en la primera no podéis tomar fotos ni hacer vídeos. En la segunda, sí”, añade Hilario mientras abre el portón. “Adelante”, invita.
Este semanal accede a la primera sala. Se escucha el goteo de una pequeña fuente, cuya agua emana, constante, de la pared. Es un sonido tibio y agradable, como el arrullo del agua de un estanque propio de los Palacios Nazaríes de la Alhambra de Granada. “Hay investigaciones científicas que acreditan que un vino bien tratado es mucho más fino que uno mal tratado”, explica Hilario, indicando que el sonido relajante incide en la fermentación del vino de las barricas de AurumRed.
Hilario García, mostrando una de sus botellas de AurumRed Serie Silver. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
La sala donde se encuentra EL ESPAÑOL | Porfolio es una cueva artificial, hecha en 45 días, con una temperatura que no supera los 15 grados. En sus paredes, que imitan un enclave rocoso, hay tres pequeños expositores donde se exhiben una botella de AurumRed Serie Gold, una de Serie Silver y otra de Serie Gold Especial, cuyo valor es incalculable. Y, desde dentro de esta cueva, se accede a otros dos espacios menores custodiados por rejas. Sólo se puede ver desde fuera lo que hay dentro.
En uno de estos enclaves hay decenas de botellas de la serie oro de AurumRed. Cada una vale 25.000 euros y es incalculable el valor total de todo el lote. Hay muchas botellas. “Ten en cuenta que cada año se producen 300 botellas de AurumRed Serie Gold, de las cuales vendo 150 y me quedo la otra mitad para conservarlas y, algún día, si un cliente me las pide, poder tenerlas para ofrecérselas”, explica Hilario García.
En el otro lugar se halla oculta la joya de la corona. Tras las rejas de lo que parece un calabozo medieval se ven, perfectamente ordenadas, 500 botellas de AurumRed Serie Gold Especial. Son únicas en el mundo y nunca más se volverán a hacer. “Son de la añada de 2014 y están hechas, como las otras de serie oro, con uvas 100% tempranillo. Lo que pasa es que aquel año hubo unas condiciones óptimas además de que se le aplicaron métodos científicos muy complejos que no creo que repita. Es laborioso y cada vez estoy más mayor”, revela, con un tono de cansancio, Hilario García.
El valor de estas botellas es inimaginable y el bodeguero cuenta que sólo las vendería si logra comerciar el lote completo a una persona que lo pueda merecer. “Hubo un americano, responsable de uno de los despachos de abogados más importantes del mundo, que me ofreció 100.000 euros por botella”, cuenta. Eso significaría que Hilario podría haber ganado 50 millones de euros. De momento, el lote ahí sigue. Secreto, esperando a ser bebido algún día por los paladares más pudientes del planeta.
Hilario García conserva multitud de botellas de las cinco gamas de AurumRed, su vino. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Pregunta.– ¿Usted ha probado el vino AurumRed Serie Gold Especial?
Respuesta.– Sí, dos veces. La primera, cuando se elaboró, para poder probarlo y analizarlo. La segunda, hace dos años. En abril de 2022 tuve un problema de salud serio relacionado con la coagulación de la sangre que casi me cuesta la vida. Conseguí superar ese problema de salud, por lo que, con mi pareja, me fui una semana a Honduras a celebrarlo. Al volver, abrí una botella. Había sobrevivido y había que celebrar.
[Peter Sisseck, el Visionario Danés que Revolucionó la Ribera del Duero con Pingus]
Barricas fermentando un vino especial
Llegaba el momento de encender las cámaras, pues los reporteros de esta revista accedían a la segunda sala de la bodega, también bajo llave, pero menos secreta. Aquí, el bodeguero Hilario García permite fotografiar lo que hay. Para empezar, se aprecia en medio del espacio 26 barricas de roble francés donde se fermenta el vino de la serie plata de AurumRed, “13 de la añada de 2018 y 13 de la de 2019”, explica el bodeguero.
En las cuatro esquinas de esta sala están las cuatro barricas con el vino de la Serie Gold de diferentes añadas –2017, 2019…–. De ellas saldrá el caldo para embotellar las famosas 300 botellas de vino anuales de este vino tinto. “El vino de la serie plata pasa en barrica una media de seis años y otra de entre siete y 10 en botella. El de la serie oro, permanece en barrica unos 10 años y otro mínimo de entre siete y 10 en botella”, explica el bodeguero, mientras pasea por el espacio. Abre el tapón superior de alguna barrica e inhala los olores que desprende el caldo. Es algo mágico para él.
Trece barricas albergan el vino de AurumRed de la añada de 2018. Las otras 13 contienen el de la añada de 2019. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Hilario García, olfateando el tapón que cierra una de las barricas de su vino. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
De las paredes de ambos lados del lugar, que ya no tiene aspecto de cueva, sino de bodega al uso, salen multitud de espacios pequeños donde Hilario García, de manera ordenada, guarda y conserva las botellas de las diferentes añadas y diferentes tipos. Hay una tercera sala en la bodega, contigua, que sirve como una suerte de almacén donde, por ejemplo, se conservan 5.000 botellas de la serie plata de AurumRed de la añada de 2016. O lo que es lo mismo, más de 6 millones de euros en vino.
Antes de abandonar la bodega y visitar los viñedos, Hilario García revela a esta revista su historia y cuenta por qué su vino es tan especial. “Hace más de 20 años, en torno al año 2002, tuve un problema grave de salud. Me diagnosticaron estenosis de canal medular, una enfermedad que me dejó prácticamente inválido. La compresión de la médula en cinco partes impedía la transmisión de sensaciones a las piernas. No podía moverlas. Era curioso cómo no se transmitía nada de arriba hacia abajo en el cuerpo, pero sí de abajo hacia arriba. Es decir, no podía mover las piernas, pero el dolor, un intenso dolor, sí que me llegaba”, explica el bodeguero, rememorando la época más complicada de su vida.
En ese momento, Hilario García, impedido por sus problemas de salud, cedió sus negocios de asesoría fiscal, “pues ni podía estar sentado en una silla de ruedas y vivía en una cama”, y se dedicó a buscar soluciones a sus problemas de salud. Era lo primordial para seguir hacia adelante. Primero, acudió a la Seguridad Social, que, según explica el bodeguero, “no pudo solucionar el problema”. Luego, a una clínica privada, donde fue operado… Pero sin resultados. Sólo alguna mejoría en la movilidad de sus extremidades inferiores.
Todo parecía perdido, pero el doctor Ángel Portela, de la clínica Ruber de Madrid –ya fallecido–, llegó a la vida de Hilario. El médico decidió aplicarle unas técnicas de ozonoterapia consistentes en la punción de ozono para mejorar la zona dañada –en ese caso la médula–. La técnica surtió efecto, provocando la mejoría de Hilario García. “Volví a caminar normalmente y, desde la tercera sesión, mis dolores rebajaron en torno a un 50%”, dice el bodeguero. Era ya 2005.
Hilario García sufrió una enfermedad y, gracias a superarla, empezó a investigar las técnicas de ozonoterapia. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Maravillado por las virtudes del ozono comprobadas en primera persona, Hilario García decidió darle un vuelco a su vida. Atrás quedaron aquellos años como asesor fiscal y decidió comenzar a investigar las propiedades de esta sustancia. “Abrí un pequeño laboratorio para mí con el fin de investigar y desarrollar las aplicaciones médicas del ozono para diferentes patologías”, recuerda García.
Tiempo después no sólo desarrolló algunas técnicas médicas que aún se usan, sino que a Hilario García se le ocurrió aplicar la ozonoterapia en animales, primero, y en plantas, después. “En ambos casos funcionó bien. Y, por ejemplo, en el caso vegetal, la primera prueba fue en unas cebollas. Con el mismo tamaño que una normal, conseguí que tuviera un 25% más de peso y el sabor se intensificó. Eso sí, quiero dejar claro que esta técnica no tiene nada de químicos, sino que es 100% natural”, puntualiza el bodeguero.
Por aquel momento, alrededor de 2007, los viñedos de García aún dormitaban mientras Hilario dedicaba su tiempo a la investigación. Entonces, el siguiente paso natural que el proto bodeguero iba a dar, tras haber tenido éxito con la cebolla, tenía que ver con la vid, con la uva… con el vino, en última instancia. Era el momento de probar el ozono en estas plantas.
Hilario García, explicando a EL ESPAÑOL | Porfolio la historia de cómo aplicó la ozonoterapia a sus vinos. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Concretamente, en unas cepas centenarias que acabaron siendo plantadas en la parte trasera de la casa. Antes de salir a conocerlas, Hilario enciende una máquina en la bodega que proporciona “ozono ambiental” a los vinos. Algo que marca la diferencia con ellos.
Viñedos y vinos especiales
La vuelta a luz tras estar un rato bajo tierra genera un poco de ceguera. Hilario guía a los reporteros hacia los viñedos, los mismos que fueron trasplantados de cepas con más de un siglo de historia. Explica que los ha plantado dejando el tronco de la parra a una altura mayor “para que corra el viento por su base”. Dice que esta técnica, sumada a la de deshojar la planta en la cara que da hacia al sur “para que le dé mejor la luz” y a ser regada desde la altura con un método de pulverización, provoca que produzcan unos racimos de uva muy especiales.
Él mismo, cuando es temporada, es quien los selecciona y corta de unas yemas muy puntuales. Los que descarta, los tira al suelo. Devuelve a la tierra lo que nace de la tierra. Es un ciclo. Hilario García, mientras pasea con los reporteros por las hectáreas de sus viñas, explica que todo lo hace él. “No quiero trabajadores porque quiero que crezcan las plantas y se produzca el vino en un entorno de absoluta paz”, dice.
Es cierto que esta revista no ha visto el poder de la ozonoterapia en las parras, que según Hilario García influye en que “alcancen los cinco metros de altura cuando lo normal es que midan 1,5 metros”. Hay que recordar que es invierno y la vid dormita, esperando el calor, esperando el estío. Ahora sólo están las tierras aradas, pero yermas. Sólo queda el vino ya hecho.
Hilario García, paseando con un reportero de EL ESPAÑOL | Porfolio por las vides centenarias que producen las uvas del vino de AurumRed. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Hilario García observa y sujeta una parra mientras explica cómo la cuida y la trata. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Lo prueba este semanal. Pero no prueba el AurumRed Serie Gold –25.000 euros– ni el AurumRed Serie Plata –1.250 euros–. Son botellas sólo reservadas a los bolsillos de mayor caudal. Hilario García invita una botella de AurumRed Serie White. Se trata de un vino blanco, el más barato de las cinco gamas que produce el bodeguero. Pero no por ello es un vino peor. Cuesta 35 euros en la web y el bodeguero dice que lo quiere mantener a ese precio “para que todo el mundo pueda acceder a un AurumRed”. “Aun así, actualmente tiene mayor valor de mercado”, puntualiza.
Como los vinos de las demás gamas, éste tiene una característica que lo hace especial. En función de hacia dónde se gire la copa, el caldo sabrá de una manera u otra. Lo comprobamos y es verdad. Si lo giramos hacia la derecha, el vino blanco sabe más fuerte, más seco, más cercano a un Rueda, por ejemplo. Si lo giramos hacia la izquierda emanan las notas afrutadas “destinadas a las personas que les guste un vino más dulce”, explica Hilario García mientras acompaña a los reporteros en la cata.
El vino más caro del mundo, el AurumRed Serie Gold de 25.000 euros, también goza de esta característica “hecha de manera científica”. “Girando hacia la derecha se obtendrá más astringencia, un sabor más maduro, ancho y menos largo y, girando hacia la izquierda, se obtendrá un sabor más largo que ancho, más tanino, fresco y especiado”, explica Hilario García.
¿Cómo consigue el bodeguero que ocurra esto? “Gracias a una investigación que realicé descubrí una partícula cuántica, que es la que provoca que girando a la derecha el vino tenga unos aromas y girando a la izquierda tenga otros aromas totalmente diferentes”, revela el bodeguero.
Hilario García, sirviendo una copa de su vino AurumRed Serie White, antes de realizar la cata. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Hilar García, explicando cómo, en función de la dirección del giro de la copa, su vino sabe de una manera u otra. Cristina Villarino EL ESPAÑOL
Hilario García, aun así, seguirá investigando para que sus vinos continúen siendo unos caldos complejos y exclusivos. Para que la tierra de Las Pedroñeras siga produciendo el vino más caro del mundo. Para que la vitivinicultura española siga siendo una de las más vanguardistas del planeta. De momento, el bodeguero, que ha revelado su secreto, despide a este medio con amabilidad. Aun así, dice que su vino es producto de cientos de investigaciones, cuyos resultados seguirán sólo en su cabeza. Puede que nunca los legue.