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Las cerillas cumplen 180 años: historia de un invento que fue crucial en la cocina | Comer

Charles Sauria fue el inventor de las cerillas de fósforo, que durante mucho tiempo han formado parte del día a día en los hogares

Aunque todavía no han caído completamente en el olvido, las cerillas están desapareciendo de nuestras cocinas | Getty Images

ROSA MOLINERO / COMER

“En nuestro mundo, el fuego se ha ido ‘cerrando’ paulatinamente (…) en la cocina modernas, el fuego no solo ha sido dominado: ha sido encerrado y compartimentado”, dice Bee Wilson en La importancia del tenedor (Turner, 2013). Pulsamos un botón o giramos un mando y el fogón se enciende. De él sale una buena llama o, simplemente, el calor necesario para cocinar. Uno de esos cerramientos fue el que supuso la invención de la cerilla, que encapsulaba un instante de fuego diminuto y portátil, y que cumple 180 años.

En muchos hogares, las cajas de cerillas que ponían color a la encimera de la cocina (o la campana extractora) han quedado atrás. Y aunque todavía no han caído completamente en el olvido, ya las envuelve una luz nostálgica de lo que está a punto de apagarse, un momento que atrae a los coleccionistas que se detienen para apreciar lo estético de sus grafismos de época (folkóricos, como en el caso de las cerillas valencianas El Globo, tal y como apunta Rafael Gayano Abad en El Folklore en las cajas valencianas de cerillas, 1989) y, a empresarios grandes y pequeños, para fabricar cerillas nuevas, lujosas y de diseño.

El fósforo que se utilizaba originalmente era altamente tóxico e inflamable

Pero los inicios de la cerilla no fueron fáciles. En 1826, el inventor John Walker trabajaba en una fórmula que le permitiera encender rápidamente un fuego y, de forma accidental, un pequeño bastón de madera con el que había removido la preparación, cayó al suelo de tal manera que la fricción lo encendió. Aquello supuso todo un descubrimiento, ya que si en la época se conocían distintos acelerantes, todavía no se había conseguido aplicarlos a la madera. Así, Walker empezó a comercializar sus cerillas, a un chelín la caja de 50, que consistían en astillas o trozos de cartón bañados en sulfito de antimonio, clorato de potasio y goma, acompañados de un papel de lija para encenderlos.

Una caja antigua de cerillas, fabricada en Suecia
Una caja antigua de cerillas, fabricada en Suecia CLV

Sin embargo, hoy consideraríamos aquello una proto-cerilla. Las primeras que contenían fósforo fueron patentadas por Charles Sauria en 1830, en Massachusetts. El fósforo, elemento que a modo de sinécdoque acabaría bautizando a las cerillas, es altamente tóxico, desprende un hedor virulento y es extremadamente inflamable. Así que todavía quedaba un reto pendiente para los inventores de cerillas: crear el fósforo de seguridad. La solución se dio en Suecia, uno de los países con menos horas de luz y más frío, gracias al químico Gustaf Erik Pasch, que cambió el fósforo blanco o amarillo por el fósforo rojo que hoy vemos en las cabezas de las cerillas, y que solamente puede ser encendido arrastrándolo con ímpetu por la banda de tela áspera que cubre lado y lado de las cajas que las contienen.Lee también

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Pero no fue Pasch quien se hizo mundialmente famoso por sus cerillas de seguridad, sino los hermanos Carl y Johan Lundström, que fundaron su fábrica en la ciudad sueca de Jönköping (que fue conocida como ‘La Ciudad de las Cerillas’) y las patentaron y vendieron en cajas coloridas muy vistosas que inventaron, todo un éxito del diseño industrial, desde 1844. Su innovación fue un gran éxito en la Exposición Universal de París de 1855, y ganaron una medalla de plata por sus cerillas, cuya producción era segura para los trabajadores. Los hermanos Lundström no cejaron en su empeño de mejorar las cerillas e incluso encontraron la forma de eliminar el acre olor a sulfuro quemado, remojando sus cabezas en cera o parafina y, más tarde, en una solución de almidón, antimonita y cloruro potasio.

La mecanización en la fabricación de las cerillas no llegó hasta 1980
La mecanización en la fabricación de las cerillas no llegó hasta 1880 CLV

La mecanización llegaría con un empleado de la fábrica de los hermanos, Alexander Lagerman, que construyó en 1880 una máquina capaz de producir las cajas de cerillas, que se hacían a mano, y en 1892 consiguió una máquina que remojaba la madera en las soluciones previstas y, más tarde, la cortaba en forma de cerillas. Consiguió que la fábrica pasara de manufacturar 4.000 cajas de cerillas anuales en 1844 a los 7 millones de 1896.

Los Lundström pronto verían que uno de sus competidores se alzaba como un gigante y llegaría a controlarlo todo: Swedish Match, propietaria hoy de los fósforos Golondrina, tal vez unos de los más empleados en España y en los Países Bajos. A día de hoy, las ciudades suecas de Vetlanda y Tidaholm producen fósforos para todo el mundo, según la maderera Sydved, que las provee.

El ardiente movimiento obrero de las cerilleras

En España, donde el fósforo fue un monopolio del Estado desde 1892 a 1956 arrendado a la iniciativa privada de carácter familiar, el Grupo Fierro, a pesar del atraso tecnológico y en materia de derechos laborales que vivía el sector, fue uno de los primeros en internacionalizarse con éxito tanto en el mercado lationamericano como norteafricano, explican Águeda Gil-López y Elena San Román, de la Universidad Complutense de Madrid en David y Goliat. La industria cerillera española en perspectiva internacional (1892-1956)

No obstante, las fábricas de cerillas no estuvieron exentas de revueltas. Tanto en Suecia como en España y en otros países del mundo, los trabajadores de las fábricas de cerillas fueron mujeres, ya que se consideraba que tenían mejores habilidades manuales para manipular los pequeños trozos de madera, ya que se hicieron a mano durante décadas. Antes de la invención de los fósforos de seguridad, también eran las mujeres las trabajadoras que los confeccionaban, y sufrían de distintas enfermedades respiratorias, como la necrosis de los tejidos o el llamado ‘fosforismo crónico’, o incluso lesiones degenerativas en el hígado por culpa de inhalar los vapores tóxicos del fósforo blanco, que también causa incendios accidentales. De hecho, las cerilleras fueron un grupo activo dentro de los movimientos obreros de la época y en fábricas como Cerillas Zaragüeta e Hiriart (A Coruña) o La Fosforera de Tarazona (Zaragoza).

Fuente: https://www.lavanguardia.com/comer/al-dia/20240125/9505132/cerillas-cumplen-180-anos-historia-invento-fue-crucial-cocina.html

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