La periodista francesa reivindica en su nuevo libro la virtud del esfuerzo como un valor republicano y hace un llamamiento para resetear el sistema educativo y premiar la excelencia
ISRAEL ZABALLA / PAPEL
La periodista y ensayista francesa Sophie Coignard admite que estaba enfadada cuando empezó a escribir su ensayo La tiranía de la mediocridad (Deusto). En 2014, Najat Vallaud-Belkacem, la ministra de Educación de François Hollande, decidió cargarse las becas que se concedían a los alumnos con mejores notas y menos recursos, y Coignard se escandalizó. Una vez más, su país pisoteaba el mérito. Una vez más, se entronaba la mediocridad.
Este episodio, que fue el que le impulsó a investigar y escribir sobre el tema, también lo menciona durante la entrevista que concede a Papel por Zoom desde Valencia. «Acabo de llegar de Andalucía, yo suelo coger vacaciones en enero», nos cuenta. Pronto queda claro que los problemas que ella percibe en su país se pueden extrapolar al nuestro. ¿Hermanados en la mediocridad? Juzguen…
PREGUNTA: ¿Qué tal Francia en los informes PISA?
RESPUESTA: El resultado ha sido malo, el nivel de Francia sigue bajando en cada informe PISA y en otros rankings internacionales.
P: Como en España…
R: Bien… pues entonces estamos cayendo juntos.
P: ¿Y qué conclusión saca usted?
R: Demuestra que si te crías en un entorno con recursos culturales, finalmente te irás abriendo camino en el colegio porque tu familia te ayudará. Pero si estás en una familia sin estos recursos culturales, la escuela ya no actuará de contrapeso para proporcionártelos ni te ayudará a dar sentido al esfuerzo. Pero hay una especie de mantra que dice que si la escuela tiene menos exigencia restaurará una especie de igualdad entre todos.
P: Una igualdad en la mediocridad…
R: Tiene toda la razón, la primera consecuencia es que hay una bajada generalizada de nivel. Y la segunda es que además, como le decía antes, aumenta la desigualdad: o sea, lo contrario de lo que se pretende. La escuela debería estar ahí para garantizar la transmisión de conocimientos, no para hacer que la gente se sienta ciudadana y cosas así.
P: Es más un modelo de emociones que de conocimientos…
R: Esa afirmación es absolutamente correcta. Y la educación francesa ha estado en esta tendencia durante 30 o 40 años. Es muy difícil restaurar esto.
R: Las mejores historias, crónicas y reportajes en profundidad. Para entender la realidad sin límite de espacio y tiempo.
P: ¿Es difícil devolver al mérito su prestigio si los propios profesores están mal pagados?
R: Creo que es una de las claves, es imposible salvar el mérito así. En Francia los profesores cobran muy poco y tampoco tienen el respeto de hace años, como cuando mi abuela era alumna.
P: ¿Qué haría usted si fuera ministra de Educación de su país?
R: Los profesores y los alumnos tienen que rendir más y ser evaluados en función de su trabajo, de su esfuerzo. Esto sería para mí el primer punto. El segundo sería transformar nuestra administración educativa, que tiene más funcionarios que la empresa de correos de China. Es una como una máquina enorme, muy difícil de mover. Sería bueno que hubiera más personal en clase y menos en la oficina.
P: Me sorprendió leerle que muchas veces se sustituyen los clásicos por cómics de Astérix o incluso instrucciones de electrodomésticos como material de lectura…
R: La historia de Astérix viene de un antiguo ministro de educación que dijo: «Para que los niños sean felices en clase mejor que lean cómics». Y luego está la literatura juvenil como alternativa, un término medio. Para los defensores de la mediocridad estos libros tienen la ventaja ideológica de no representar la cultura dominante.
P: ¿Y lo de las instrucciones de las lavadoras?
R: Eso lo propuso la decana de todos los profesores de Literatura francesa. La entrevisté y me dijo que era una forma de igualar a todo el mundo, porque es tan capaz de leerlo alguien de clase baja como el hijo de un médico o un abogado. Para ser sincera, creo que esto hoy ya no sería posible. Si alguien de este nivel dijera algo así, quiero creer que sería despedido. Así que creo que el punto álgido de esta crisis de mediocridad ha quedado atrás, pero también que el trabajo por hacer es enorme.
P: ¿Y por qué lo hacen? Por control, por votos…
R: No son unos cínicos, realmente se creen sus ideas. Por ejemplo, la ministra Najat Vallaud-Belkacem decidió suprimir el latín y el griego del primer ciclo de la Secundaria. ¿Por qué? Argumentaba que eran las familias privilegiadas las que demandaban estas materias. Y sin embargo, hay estudios que demuestran que en los centros más desfavorecidos los alumnos de familias modestas que elegían latín sacaban mejores notas que los demás estudiantes, era más bien un canalizador hacia la mejora. Pero la ideología se impuso, estas materias tenían que dejarse fuera.
P: La mediocridad…
R: El título de mi libro, La tiranía de la mediocridad, era una forma de responder a Sandel y su idea de que el mérito es una tiranía. Yo creo que la mediocridad es más tiránica que el mérito. Mi objetivo era recordárselo a la gente, porque en Francia me he encontrado a muchos que luchan contra la excelencia.
P: ¿Y qué les dice usted?
R: Les digo: vale, admitamos esta idea: el mérito es horrible. ¿Entonces cómo eliges a la gente que puede ir a la Politécnica? ¿Cómo eliges a las personas que pueden dedicarse a la Medicina?
P: Creo que algunos, como por ejemplo Sandel, proponen sortearlo…
R: Sí, algunos proponen esa locura. Sandel, para ser sincera, dice que de todas las solicitudes de ingreso a Harvard la mitad son correctas, así que en cierto modo puede tener algo de sentido rifar el ingreso entre candidatos que ya son de cierto nivel. Pero el problema, al menos en Francia, es que la desigualdad comienza mucho antes, en la Primaria. Así que, si haces un sorteo, no resolverías la cuestión de la diversidad social. La gente que no sabe leer, escribir o hacer cálculo seguiría sin poder acceder a los programas de educación superior.
P: ¿Cómo se ha devaluado tanto La Sorbona?
R: El 90% de la formación es, como he descrito en el libro, rehén de la cultura woke, del vandalismo y de la politización, y luego hay islas internas de excelencia como la facultad de Derecho. Es revelador el caso de las facultades de Ciencias Sociales: solo un tercio de los estudiantes se diploman, gastamos mucho dinero en darles una especie de pasatiempo a chavales de clase media que no tendrán éxito. ¿Cuál es el problema entonces? Que quienes están en contra del mérito, también están en contra de la selección en el momento de entrada a la Universidad.
P: En España al final lo que marca la diferencia es tener un máster…
R: En Francia pasa igual y es muy injusto, mucho más que seleccionar a la gente desde el principio. Al final es cruel porque el veredicto académico se pospone hasta muy tarde.
P: Creo que en algunas partes del libro usted escribía realmente enfadada… ¿Me equivoco?
R: Tiene razón, a veces estaba enfadada. Por ejemplo, si la ministra malgasta tanto esfuerzo en cancelar las becas al mérito, te aseguro que me siento más que asertiva. Estaba realmente furiosa, y aún más cuando me encontré con los estudiantes perjudicados, muchos de familias humildes, inmigrantes… Ellos no podían entender que después de haberse esforzado tanto, de hacer lo que sus padres y su país querían de ellos, se les dejara en la estacada.
P: Por ejemplo…
R: Recuerdo a una chica cuyos padres habían llegado desde Turquía y que vivían en una pequeña ciudad de Normandía. Para ir a la Universidad solo tenía dos opciones, tener coche o alquilar una pequeña habitación. Ya había hecho todos los cálculos incluyendo el importe de las becas. Había estudiado y sacado sobresaliente, como se le exigía. Lo había hecho todo bien. Y de pronto, el ministro de Educación le dijo: «Mira, realmente no te lo mereces». La chica se quedó sin su beca, una cuestión de vida o muerte para ella. Y no pudo seguir estudiando.
La tiranía de la mediocridad: Por qué debemos salvar el mérito, de Sophie Coignard, sale a la venta el 24 de enero (Ed. Deusto). Puede comprarlo aquí
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2024/01/24/65aa9fad21efa0d44c8b45b1.html