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Erotofobia o fobia sexual: lo que podría haber detrás del asco a mantener relaciones | ABC

Los mensajes que se reciben en la infancia, ocultar de forma sistemática información relacionada con esta temática y los aprendizajes vicarios son las algunas de las causas que podrían estar detrás del rechazo hacia el sexo

RAQUEL ALCOLEA / ABC

Considerar la interacción sexual solo con fines reproductivos, sentir emociones desagradables cuando se piensa en el sexo, promover la represión del deseo y criticar las conductas manifiestamente abiertas hacia el erotismo y hacia las diferentes prácticas sexuales son algunos de los síntomas que experimentan las personas que padecen erotofobia (del griego ‘eros’ -amor, deseo sexual- y ‘phobia’ -temor-) o rechazo a los estímulos eróticos. Pero además, tal como recuerda Lucía Jiménez, sexóloga de Diversual, el ámbito de la psicología explica que muchos de los aspectos que componen la personalidad tienen que ver con sus dimensiones, por lo que este tipo de trastorno se puede manifestar en distintos grados. Así, en un extremo del espectro estaría la erotofilia (con actitudes positivas hacia la sexualidad y la erótica) y en el otro extremo se encuentra la erotofobia (con las manifestaciones negativas citadas).

Por tanto, tal como explica Jiménez, las personas que se acercan en este espectro a la erotofilia tienden a experimentar emociones agradables respecto a la sexualidad, y la entienden como una fuente de diversidad y de disfrute, mientras que las erotofóbicas tienden a reprimir y reprimirse, sentir rechazo o asco hacia el sexo y criticar las conductas o comportamientos relacionados con el erotismo, la sexualidad e incluso la sensualidad.

Por qué algunas personas sienten asco hacia el sexo

Tal como aclara la sexóloga, los mensajes que se reciben durante la infancia suelen influir de forma notoria en las ideas que se desarrollen con respecto al sexo. Por tanto, si recibimos por parte de la familia, del colegio y de las amistades discursos negativos, es probable que se tengan sentimientos en torno a este tema relacionados con la culpa, el asco o incluso con el miedo. También influirá la información que está siendo omitida pues todo lo que no se habla para normalizarse puede llevar implícito un carácter negativo o incluso puede llegar a generar sensaciones de incomodidad en algún momento.

Uno de los tipos de aprendizaje por excelencia, según destaca la sexóloga de Diversual, es el vicario, que consiste en la observación e imitación. De hecho, según afirma la experta reproducimos lo que nuestros modelos hacen, valorando o no si eso les trajo consecuencias positivas y lo que en nuestro contexto se refuerza, se tiende a repetir. «Muchas personas crecen experimentando culpa cuando desean o cuando sienten placer y viviendo experiencias muy contradictorias que terminan por generar rechazo e incluso evitación. Otras ni tan siquiera llegan a desenvolverse sexualmente, pues toda la información que han ido recibiendo hace de inhibidor de su vivencia sexual«, explica.

Eso sí, en estos casos se plantea la incógnita, como en casi todos los aspectos relacionados con la psicología, de saber cuál es la influencia genética frente al resultado de la experiencia. Sin embargo, la experta revela que la investigación (McGuire, 1969) sugiere que, aunque haya rasgos distintivos genéticos y fisiológicos que pueden contribuir a sufrir este tipo de trastornos, la consideración que se da a estos factores es mucho menor que la que se concede a las conductas aprendidas.

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Por su parte la experta en salud sexual de TENGA, Mónica Chang, asegura que la fobia sexual o «miedo a la intimidad sexual o al sexo» puede atribuirse a menudo a una mala imagen corporal que provoca un sentimiento de vergüenza durante los encuentros sexuales.

Asimismo, la experta de TENGA cree que los pensamientos intrusivos también pueden impedir la excitación y el deseo sexual y contribuir a los sentimientos de ansiedad en torno a la intimidad y el sexo. «En los casos más graves, la evitación de la intimidad puede ser una reacción a una experiencia de la infancia, como un abuso, aunque el superviviente no lo recuerde. En última instancia, la fobia al sexo o el miedo a la intimidad sexual pueden tener numerosos orígenes, lo que puede repercutir negativamente en la construcción de relaciones en la vida de una persona», aporta Chang.

Por eso la experta cree que en la mayoría de los casos es importante hablar con un profesional médico para intentar determinar el momento y la causa del malestar como primer paso para comprenderlo y superarlo.

Así se comporta una persona con erotofobia

Las personas con una tendencia a la erotofobia pueden experimentar dificultades a la hora de aceptarse a sí mismas. Así, como asegura Jiménez, cualquier intento de expresar su sexualidad puede vivirse con extrema culpa, malestar y rechazo. En otros casos también puede manifestarse en forma de evitación; tanto de relaciones como de fantasías sexuales.

Además, en el caso de que se lleve a cabo algún tipo de comportamiento sexual se ajustarían todo lo posible a lo que socialmente se espera, ya que cualquier expresión que se aleje de la norma, se vive con mucho malestar. «Esto en ningún caso quiere decir que una sexualidad más alternativa sea mejor que una más conservadora, sino que aun cuando la persona pudiera sentirse más atraída por una expresión sexual distinta, tratará de adaptarse a los cánones, sin permitirse esa vivencia», aclara la sexóloga.

También tenderán a juzgar con más dureza las preferencias sexuales en las demás personas.

Cómo se trata el asco al sexo

Si la persona se encuentra más cercana al espectro más extremo de la erotofobia, es probable que viva con mucho rechazo y malestar la sexualidad. Si bien la experta se pregunta si en realidad eso sería un motivo suficiente para intentar cambiarlo. Tal vez pueda ser difícil imaginar cómo alguien que siente desagrado hacia el sexo puede sobrevivir en una sociedad en la que, en mayor o menor medida o de mejor o peor manera, nos vemos continuamente envueltos por impactos visuales y sonoros relacionados con la sexualidad. Pero lo que plantea la sexóloga es que siempre hay que preguntarse hasta qué punto esto es incapacitante. «Si la persona ha expresado abiertamente las ganas de cambiar este aspecto porque no le permite tener relaciones con su pareja o no le permite vincularse libremente o masturbarse sin que le invada un sentimiento de culpa inefable, entonces hay distintas cosas se pueden hacer», argumenta.

Pero, tal como aclara, se trata de un trabajo que es necesario realizar siempre de la mano de un experto en sexología, ya que parte de la mejoría consiste en la exposición paulatina a aquello que se teme, y esto ha de hacerse de manera controlada.

Como en cualquier fobia o aversión, encontramos que hay una serie de estímulos que producen reacciones emocionales muy intensas. Parte del trabajo, según detalla Jiménez, consiste en identificar cuáles son, y en ordenarlas en una escala de lo que menos incomodidad produce, a lo que desencadena una reacción más fuerte. «Mientras se planea una exposición teniendo en cuenta esa escala, es necesario trabajar en las creencias de la persona. Habrá que crear una biografía sexual, donde tengamos en cuenta tanto la educación que recibió como las primeras experiencias sexuales que tuvo, y con todo ello crear una imagen de dónde se encuentra la persona y cómo ha llegado hasta ahí«, plantea.

La función de la psicoeducación, tal como apunta la sexóloga de Diversual, es importante en este punto, por lo que lo ideal es aportar información científica, de calidad, que ayude a desmentir los mitos sexuales y presentar otras sexualidades para que la persona pueda tomar decisiones.

El acompañamiento en este camino es crucial, no se trata de poner a la persona entre la espada y la pared ni de hacer tambalear todo su sistema de valores, sino de ir presentando de manera respetuosa opciones para que la persona decida o no integrarlas.

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En cuanto a los recursos que pueden ayudar a lograrlo, la sexóloga explica que pueden ser útiles algunas herramientas una vez que se ha llegado a un estado avanzado del trabajo terapéutico en el que las creencias más saludables se están asumiendo y esa persona se siente preparada para llevar a cabo un acercamiento más físico. Por ejemplo, para las personas que temen la penetración, puede ser buena idea recomendarles adquirir un dildo que se parezca a un pene, y sugerirles que la tengan en la mesilla o exploren su tacto y su forma (sin tener que llegar a la masturbación). En otros casos, puede ser buena idea que utilicen un vibrador para parejas donde la persona que se lo introduzca tenga el control del mando a distancia, para más adelante cedérselo a la persona con la que querría tener relaciones, pero con la que actualmente no se siente preparado.

El plan terapéutico que se lleve a cabo con cada individuo dependerá de su historia y sus peculiaridades, y las herramientas con las que el/la terapeuta aborde el caso pueden ser innumerables. Lo importante, como concluye Jiménez, es ir siempre un paso por detrás de la persona, y nunca forzarla a hacer cosas para las que no esté lista, ya que el efecto retraumatizante puede echar por tierra todo el proceso.

Fuente: https://www.abc.es/bienestar/psicologia-sexo/sexualidad/erotofobia-fobia-sexual-haber-detras-asco-mantener-20240119170656-nt.html

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