Por Dr. Fidencio Aguilar Víquez
Más allá del lugar común, la sociedad civil mexicana es la principal protagonista de los comicios del próximo 2 de junio en nuestro país. Por algo, aun los regímenes autoritarios, buscan su legitimación, su adhesión, su respaldo. La sociedad civil, de forma plural y heterogénea, expresa al pueblo mexicano. Diversidad y, al mismo tiempo, aspiración a la unidad y la concordia son los polos de su dinámica social y cultural. La discordia y la polarización son sus amenazas, así como el crimen organizado, factor exógeno.
Aunque es así, el foco de atención que promueven la mayoría de los medios de comunicación no es la sociedad civil, sino las posibilidades de los diversos aspirantes a los cargos de elección popular. En otras palabras, el interés de dichos medios, más que la sociedad civil, o el ejercicio del poder en su favor, es sobre los mecanismos de acceso al poder público. Pocas veces aportan un juicio para transparentar el uso del poder; la mayoría de esas veces hay una suerte de “cargada” mediática en favor de los favoritos.
En una democracia sana, la sociedad civil cuenta a través de lo que denominamos ciudadanía, es decir, el conjunto de ciudadanos que sostienen y son sostenidos por la «polis», la «ciudad», o en términos modernos, el Estado. Se trata de las instituciones jurídicamente establecidas y organizadas para el servicio, la seguridad y bienestar de esa sociedad civil que, reiteramos, es la manifestación plural del pueblo. Si el Estado no sirve al pueblo ni se ordena a él, pierde su sentido, dirección y significado. Emerge la tiranía.
La sociedad civil está antes que el Estado y éste se ordena a aquélla. Ahora bien, hay sectores de la sociedad civil que son vulnerables: los pobres principalmente, los excluidos, los que no tienen oportunidades para vivir o, incluso, sobrevivir. También éstos forman parte del pueblo y deberían ser beneficiados y sostenidos por la fuerza del Estado. Pero quienes conducen al Estado están engolosinados con el poder y no piensan en los pobres y excluidos más que como clientelas electorales. Ahí sí, afinan sus programas para seducir a la clientela.
En México conocemos muy bien esas maniobras, desde los tiempos del régimen priista hegemónico, ¿por qué entonces, con el régimen morenista hegemónico de ahora, la sociedad civil parece no haber aprendido la lección de que cuando el Estado la somete, no hay desarrollo humano integral? Hay diversas aristas que deberíamos analizar, una de ellas es la conciencia de «ciudadanía» que se construye arduamente y que se pierde fácilmente. Nos cuesta trabajo a los mexicanos y mexicanas asumirnos como ciudadanos plenos.
Hay en algunos sectores de la sociedad civil una suerte de infantilismo cívico-social que mira al Estado como la nueva «providencia»: la que tiene que dar casa, vestido y sustento. El gobierno, que conduce al Estado, es visto como «papá». Es la cultura de «papá gobierno» que debe resolver los problemas, si no los mayores, sí los indispensables. Esta perspectiva, junto con el clientelismo electoral, forman ese enanismo cívico que impide y obstaculiza el desarrollo y la madurez de una democracia saludable. ¿Cómo salir de este embrollo?
Primero, reconociendo que el Estado no es el pueblo, sino que está al servicio de éste. Segundo, que los pobres y vulnerables de la sociedad civil están sometidos a la autoridad del Estado, pero no son reconocidos por éste como miembros efectivos de la nación. Si así fuera, no se formarían clientelas electorales con el aparato del Estado, cosa que en esta elección 2024 está en su apogeo en este momento. De hecho, es el llamado Plan C del oficialismo impulsado por el presidente de la república, al margen de toda ley, claro.
Volvamos al tema de la sociedad civil y de su expresión como ciudadanía. No hay ciudadanía con clientelas electorales, o bien es endeble y precaria. El que la sociedad civil no sea tomada en cuenta más que con fines electorales parece ser la consigna de este régimen actual y de las secuelas de su proyecto. La inseguridad sigue campante: muertos, violencia, el crimen organizado acosa a comunidades enteras, incluso a aspirantes a cargos de elección popular. El gobierno federal y algunos locales se lavan las manos: “Son ajustes entre bandas”.
Una ciudadanía madura, no toleraría esto último. Exigiría a quienes gobiernan que cumplan con lo que las leyes mandan: proteger a las comunidades de los delitos del crimen organizado. Y si no han cumplido con sus compromisos y su actitud es la de: «Háganle como quieran» (típica del bravucón de barrio), en las próximas elecciones los despediría y los pondría en manos de la justicia. Como el oficialismo confía en que en México no hay todavía esa madurez, sigue maniobrando para acotar a la sociedad civil y conservar el poder.
La sociedad civil no tiene salida con el oficialismo morenista. Éste desde el aparato gubernamental la ha querido desmantelar, le ha dado la espalda, la sigue sin escuchar, pese al asedio del crimen organizado y de las bandas delincuenciales. Eso sí, apunta sus cañonazos a los sectores vulnerables para cooptarlos: pobres, adultos mayores, jóvenes sin trabajo, mujeres en situación de precariedad. Todo con tal de mantenerse en el poder. Con la mira no sólo en la presidencia de la república, sino en el Congreso de la Unión.
El oficialismo le apuesta a la captura del Poder Legislativo. No sabemos si lo logre. Desde 1997, la mayoría de los electores había encontrado un punto de equilibrio: le dio a una opción política la presidencia y a otra la mayoría en el Congreso de la Unión. Zedillo, Fox, Calderón y Peña vivieron esos equilibrios y fueron obligados a negociar. En 2021, el electorado volvió a manifestar su carácter pluralista: no le dio al oficialismo la mayoría calificada que éste buscaba. ¿Volverá a expresarse en ese sentido?
Si con el oficialismo no tiene salida la sociedad civil, ¿la tendrá con la oposición? (No me refiero a la que hace el juego al oficialismo, el partido de Dante). Los líderes partidistas dijeron que iban a escucharla, a hacerle eco a su voz, a abrirle cauces, pero no ha ocurrido nada de eso. Dichos líderes han ocupado los primeros lugares en las listas plurinominales para el Senado. El modelo parece reproducirse en al ámbito local. Puebla no es la excepción. Si la caballada estuviera fuerte, no habría problema, pero van los mismos de siempre.
Los políticos deben entender que el Estado está para la sociedad civil, no viceversa. Que lo que ésta necesita es garantizar su seguridad ante la violencia, el crimen organizado y otras amenazas patentes y latentes. La sociedad civil, como expresión del pueblo, necesita también madurar su conciencia cívica, comprenderse como plural (más en un país tan grande y extenso como México) y retomar la senda democrática que parece tener un impasse con el morenismo. La democracia se construye con demócratas.