Las redes sociales consiguen moldear la percepción de la mayoría de sus usuarios, que acaban comparándose constantemente con los demás. Una sensación difícil de revertir, pero no imposible, que genera tristeza
JUANJO VILLALBA / SMODA
El pasado 1 enero miles de personas de todo el mundo dudaron entre si abrir o no su Instagram. Temían caer en un loop interminable de Nocheviejas perfectas, fiestas con presupuestos ilimitados y grupos de amigos numerosos, sexis y divertidísimos. Quizá su fiesta de fin de año no había sido ni remotamente parecida a aquellas con las que esperaba encontrarse. Había una elevadísimo riesgo de que una suerte de FOMO [miedo a perderse algo] retroactivo ensombreciese su celebración; de que la comparación arrasara sus recuerdos como el más bravo de los tsunami. Una fuerte insatisfacción vital que, aun manteniendo cerrada la aplicación de Meta, les hacía sentirse tristes y desgraciadas.
Quienes se sientan interpelados por este relato probablemente sufran del ‘síndrome del momento perfecto’, un curioso concepto que ha empezado a extenderse por internet en los últimos meses y que trata de condensar esa sensación de verse abrumado por la decepción cuando nuestras experiencias —normalmente eventos, fiestas o vacaciones— no cumplen con las elevadas expectativas que habíamos puesto en ellas. Las personas afectadas por este síndrome tienden a enfocarse en los detalles negativos: que las velas de la tarta no se encendieron bien, que el cielo estuvo nublado durante mucho tiempo, o que la decoración quedó un poco más pobre de lo que se imaginaban; lo que les provoca una sensación general de insatisfacción y dificultades para disfrutar del momento en cuestión.
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“Creo que el ‘síndrome del momento perfecto’ está relacionado con diferentes factores pero el principal es el impacto de las redes sociales, donde se nos bombardea con imágenes de lugares preciosos, de momentos envidiables y de experiencias muy intensas emocionalmente”, resume Bárbara Tovar, psicóloga experta en ansiedad y estrés con más de 20 años de experiencia a sus espaldas. “Esos posts, a los que además podemos volver una y otra vez, nos hacen ser conscientes de una realidad (o supuesta realidad) que es muy diferente a la nuestra, y nos crean la necesidad de habitar esas vidas”.
Es en momentos como este en los que la comparación se reivindica como una de las mayores amenazas a nuestro bienestar mental, pues resulta casi imposible enfrentarse con las vidas perfectas que se reflejan en algunas redes sociales como Instagram o TikTok y salir indemne. En relación con ellas, nuestra vida parece insulsa, vacía. “Esto se debe a que en nuestra cultura vinculamos nuestra felicidad a factores externos y no tanto a los internos como pueden ser la calma, el amor, las risas o el sentirse en paz con nosotros mismos”, continúa la doctora.
“Creo que este problema está muy relacionado con un término que utiliza el terapeuta familiar Juan Luis Linares cuando habla de ‘la honorable fachada’”, apunta la también psicóloga Laura Esquinas, “que está relacionado con aquellas familias en las que, independientemente de lo que sucede dentro de casa, intentan mostrar una imagen de felicidad y bienestar, ignorando esa cara más oscura. Un poco como el término que se ha utilizado tradicionalmente de ‘los trapos sucios se lavan en casa’. Por eso creo que este concepto está muy relacionado con toda esa creencia de que la felicidad está fuera, de que se puede conseguir un bienestar externo y de que es posible estar bien siempre”.
Los efectos del ‘síndrome del momento perfecto’
Según Esquinas, las consecuencias sobre la salud mental de quienes se sienten así es una frustración continua. “Suelen echarse la culpa de que su vida no sea tan perfecta como les gustaría que fuera”, subraya. “Cuando pasa esto, la búsqueda del momento perfecto se torna una continua fuente de complejo de inferioridad y de machaque hacia uno mismo”.
“En otras ocasiones se producen también problemas de estrés crónico”, añade Tovar. “Es decir, hace que te notes cansado, fatigado, desequilibrado, que sientas que no desconectas nunca, que te falta relacionarte con otras personas o descansar”. Para la psicóloga, este síndrome también es una especie de “fábrica de pesimistas”, ya que crea un círculo vicioso en el que nuestra mente se va acostumbrando a ser más consciente de todo lo negativo que tenemos en nuestro entorno en contraposición a lo sublime de un supuesto momento perfecto que nunca llegamos a alcanzar.
Cómo lidiar con el ‘síndrome del momento perfecto’
“Quizá lo primero que recomendaría a quienes se sientan así es que redujeran el tiempo de exposición a las redes sociales, el medio a través del cual les llegan esas fotos o vídeos de situaciones perfectas, porque un visionado constante retroalimenta la sensación de vacío”, explica Tovar. “Por otro lado, también les animaría a cultivar hábitos más cotidianos, rutinas que satisfagan sus necesidades personales de descanso, ocio, risas, juego… Finalmente, le animaría a que pusiera en marcha estrategias psicológicas que le ayudaran a sustentar su estado de ánimo en factores internos y no en factores externos. Por ejemplo, practicar yoga, meditación, algún tipo de deporte, actividades que le ayuden a armonizar internamente sin depender tanto del contexto o de los factores externos”.
Numerosos estudios, como este de la Universidad de Utah, afirman que la práctica de la atención plena puede ser un buen remedio para sobrellevar mejor este tipo de sensaciones. Cuando nos centramos en lo que realmente está ocurriendo en cada momento, somos capaces de apreciarlo y no pensar en lo que pudo haber sido y no fue. “Con la atención plena lo que conseguimos es aprender a estar con nuestros sentidos presentes en lo que estamos haciendo, ya sea desayunar, ducharnos o besando a nuestra pareja, en lugar de estar fantaseando”, avisa Tovar.
Por su parte, Esquinas matiza que “para que la práctica de la atención plena nos pueda servir, necesitamos que haya un trabajo previo de cambio de creencias y de interiorización de la idea de que el momento perfecto no existe. Existen momentos inolvidables y situaciones mágicas que pueden ser preciosas, aunque rara vez son perfectas. En cierta medida, podemos influir en que se produzcan si prestamos atención a lo que nos gusta y seguimos nuestras inclinaciones y pasiones. Sin embargo, hay una parte de la experiencia que se escapa a nuestro control. La atención plena puede ser de gran ayuda en este proceso. Al ser conscientes de cada paso y momento mientras vivimos una situación, podemos manejar mejor nuestras expectativas. Aunque comprendamos que la perfección no es realista, la atención plena puede ser un recurso valioso cuando nos enfrentamos a la frustración de no obtener los resultados esperados”.
Finalmente, Esquinas recomienda para controlar este síndrome “poner la atención en aquello que queremos hacer o en aquello que nos gustaría hacer; no en el resultado que vamos conseguir con ello, ni en lo que va a suceder. La idea es ‘voy a hacer aquello porque me apetece hacerlo’, y poner el foco ahí”. Desde luego, ese sería un interesante propósito para 2024.