La cabeza de Claudine Gay corría peligro desde que, a principios de diciembre, rodara la de la autoridad de otra institución educativa de élite de EE.UU.
Harvard mantenía a su rectora frente a las críticas a su gestión del antisemitismo en el campus
AFP / ABC
Las cabezas han rodado este invierno en las grandes universidades de EE.UU. y este martes ha sido el turno de la rectora de la más prestigiosa de todas ellas, Harvard. Claudine Gay, que solo llevaba seis meses y dos días como rectora de Harvard, ha presentado su dimisión, acosada por un escándalo de tibieza frente al antisemitismo en el campus y por acusaciones de plagio en su obra académica, incluida su tesis doctoral.
Gay, de 53 años, ha presentado su renuncia un día después de que aparecieran seis nuevas alegaciones de plagio -relativas a un artículo académico de 2001 y a su propia tesis, de 1998- después de que la ahora exrectora de Harvard hubiera enfrentado más de treinta acusaciones similares en las últimas semanas.
Es difícil pensar que el desenterramiento del plagio esté desvinculado por completo del escándalo de antisemitismo en campus como el de Harvard y de la batalla cultural polarizada en EE.UU., con mucho protagonismo de las universidades.
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Gay se estrenó como rectora en julio, convertida en un hito para Harvard, la institución educativa de elite por excelencia en EE.UU. Hija de inmigrantes haitianos, formada en Stanford y en el propio Harvard, se convirtió en la primera persona negra -y la segunda mujer- al frente de la universidad. Harvard conseguía ponerse a la vanguardia de las instituciones liberales del país que buscan compensar la escasez de minorías raciales en posiciones de liderazgo. Gay no solo es mujer y negra, sino que además su obra académica está dedicada a la representación de minorías y a su participación política.
La luna de miel de Harvard y su nueva rectora duró poco más de tres meses. El 7 de octubre, los ataques terroristas sanguinarios de Hamás en territorio de Israel agitaron los campus de todo el país. Una treintena de grupos de estudiantes de Harvard acusó al «régimen de Israel» de la violencia en la región. Mientras, la rectora y la universidad, que no dudan en reaccionar con comunicados con tragedias, guerras, atentados y asuntos políticos de toda índole -sobre todo en causas liberales-, guardaban silencio. Muchos estudiantes, asociaciones judías, exalumnos y donantes poderosos a la universidad criticaron la tibieza de Gay, que no había condenado ni a Hamás ni la carta antiisraelí de los grupos de estudiantes.
La condena al grupo terrorista por parte de Gay llegó el día 10 de octubre, pero para entonces, Harvard se había convertido en un hervidero de protestas, tensión y alegaciones de antisemitismo.
El asunto se trasladó a la política de inmediato. Las voces conservadoras acusaban a las universidades de doble estándar en su reacción a los ataques de Hamás y a los discursos antisemitas en el campus, en comparación con causas liberales. En medio de esa polémica, el 24 de octubre un profesor anónimo presentó las primeras acusaciones de plagio contra Gay.
La rectora trató de calmar aguas con mensajes de que el antisemitismo no tiene cabida en la universidad y con condenas expresas del lema palestino ‘desde el río hasta el mar’, considerada por muchos judíos como un llamamiento a la eliminación del estado de Israel. Pero todo se desbordó en Washington a comienzos de diciembre, en una comparecencia de tres rectoras -Gay y sus colegas de la Universidad de Pensilvania y del MIT- ante una comisión del Congreso liderada por republicanos. Ante preguntas sobre si el llamamiento al genocidio de los judíos suponía vulnerar las reglas de comportamiento de la universidad, Gay respondió, para indignación de muchos, que «depende del contexto». Una repuesta similar de la rectora de Pensilvania acabó con su dimisión.
Gay salvó el puesto, Harvard no podía permitirse un descalabro así en la primera persona negra como rectora. Pero pocos días empezaron a publicarse en medios conservadores las alegaciones de plagio. Un panel independiente de la universidad estudió el caso y resolvió a su favor a toda prisa: reconoció que había problemas en las citas de sus obras, pero decidió mantenerla por no haber «intencionalidad ni descuido».
Pero la publicación de los plagios -extractos de otras obras copiados de forma casi literal- debilitaron su figura y su continuidad empezó a ser debatida con más fuerza dentro del campus. Algunos estudiantes aducían que esos plagios supondrían para ellos una suspensión. Muchos profesores defendieron a Gay, incluyendo autores a los que había copiado. En redes sociales se cuestionaban sus méritos académicos y se defendía que había sido elegida rectora por ser negra. Las últimas acusaciones de plagio han acabado por derribar a Gay.
En su carta de dimisión, Gay no menciona en concreto las acusaciones de tibieza ante el antisemitismo ni de plagio. Solo habla de «dificultades» y lamenta que se haya puesto en duda sus «compromisos con la lucha contra el odio y con el mantenimiento del rigor académico».