Casi la mitad de los sueños más habituales incluyen agresiones físicas. ¿Por qué son las pesadillas algo tan habitual? Su función podría ser adaptativa, al ayudarnos a procesar conflictos y al prepararnos para enfrentarnos a posibles amenazas.
LAURA G. DE RIVERA / PÚBLICO
Alta frecuencia respiratoria, pulso acelerado, movimientos rápidos de los ojos, alta actividad cerebral, sudoración excesiva. Son algunas de las señales fisiológicas que delatan que estás teniendo una pesadilla mientras duermes.
Es algo que experimenta una vez a la semana entre el cuatro y el diez por ciento de la población, según un estudio dirigido por el doctor Zak Rochelle, investigador del Centro de Trastornos del sueño de la Universidad de California en San Francisco. Según este experto, el 85% de los adultos tienen, al menos, una pesadilla al año.
Los temas son, por cierto, bastante poco originales. El 70% de las personas han soñado alguna vez con ver amenazada su seguridad o, incluso, su vida. Es una de las conclusiones de otro trabajo, en el que 331 participantes escribían sus sueños durante cinco semanas. Tras reunir 10.000 historias, el psicólogo de la Universidad de Montreal Antonio Zafra pudo constatar que el 48,6% trataba sobre agresiones físicas.
En los siguientes puestos, la gente soñaba con conflictos interpersonales (21%), fracaso o impotencia (16%), ser perseguida (11%) o con una presencia maligna, como un monstruo o un fantasma (11%). Otros temas habituales son, por orden: problemas de salud, accidentes, sentimiento de preocupación, insectos o gusanos y desastres naturales.
El cerebro sigue trabajando cuando dormimos
De Rivera: «Las pesadillas pueden ayudarnos a desactivar esos lastres que socavan nuestra tranquilidad emocional»
Para el doctor Zafra, «son una respuesta común y normal al estrés de la vida diaria». De igual manera, el psiquiatra Luis de Rivera, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, señala a Público que «cuando existe una incapacidad de procesar los conflictos en la vigilia, el cerebro debe seguir trabajando para superarlos mientras duerme».
Podrían tener, en este sentido, una función terapéutica. Cuando cierto sueño desagradable se vuelve recurrente o repetitivo, quizá nos esté dando una pista sobre un problema emocional que deberíamos abordar.
«Si entendemos que las pesadillas son una respuesta del cerebro a un trauma no resuelto y les perdemos el miedo, eso puede darnos información útil y ayudarnos a desactivar esos lastres que socavan nuestra tranquilidad emocional», observa De Rivera.
Simulación virtual de amenazas
El psiquiatra Tori Nielsen ha comprobado que los sueños de una persona deprimida están poblados de desgracias y fracasos
Podrían, incluso, tener una función adaptativa. Es lo que propone el neurocientífico Antti Revonsuo, profesor en las universidades de Skovde (Suecia) y Turku (Finlandia) con su teoría de simulación de amenazas, que sugiere que sirven de entrenamiento para encarar los riesgos de la vida real.
Según Revonsuo, las pesadillas actúan como una especie de cine de realidad virtual, al ofrecernos un contexto inocup donde confrontar situaciones peligrosas y practicar nuestras capacidades para percibirlas y para evitarlas. «Es un primitivo mecanismo biológico de defensa, seleccionado evolutivamente por su capacidad de simular repetidamente sucesos amenazantes. Exagerar y repetir va bien para los ensayos», señala este experto.
Aunque no siempre son productivas. Cuando su intensidad y su frecuencia comienzan a interferir en nuestro funcionamiento diario y afectan al bienestar psicológico y la calidad de vida, se convierten en una patología, recogida en la última edición del Manual de Trastornos Mentales de la Asociación Española de Psiquiatría (DSM-5).
Por otra parte, quienes sufren pesadillas de forma más recurrente también son más susceptibles a padecer trastornos del estado de ánimo, como depresión o trastorno bipolar, de acuerdo con una investigación publicada en Nature. Son, también, síntomas comunes en los casos de trastorno de estrés postraumático.
Así, el psiquiatra Tori Nielsen, del Laboratorio de Sueños y Pesadillas del Hospital del Sagrado Corazón de Montreal, en colaboración con la Universidad de Montreal y el Centro de Investigación Avanzada en Medicina del Sueño (CARSM), ha comprobado que los sueños de una persona deprimida están poblados de desgracias y fracasos. En ellos, la muerte es un argumento habitual y el durmiente suele jugar un papel pasivo.
También en la esquizofrenia las pesadillas son mucho más frecuentes que en la media de la población, con situaciones que generan altos niveles de ansiedad y aprensión en el durmiente. Hay más presencia de desconocidos y menos personajes familiares o amigos. Es un contenido que tiene mucho que ver con el delirio persecutorio típico de estos enfermos.
Asimismo, cuando existe trastorno borderline de la personalidad, son comunes estos sueños tan molestos, en muchas ocasiones, relacionados con experiencias traumáticas de la infancia y acompañados de gran viveza sensorial. Son, en cualquier caso, un material muy útil para trabajar con él en la consulta de psiquiatra o el psicólogo, según comenta el doctor Luis de Rivera.
Fuente: https://www.publico.es/ciencias/lado-util-pesadillas.html#analytics-seccion:listado