Al grito de “¡Viva México”!” y entre los aplausos de decenas de seguidores, el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró el viernes la llamada “megafarmacia”MAR´
MARÍA VERZA / ASSOCIATED PRESS
México quiere tener un almacén “con todas las medicinas del mundo”, una especie de banco de medicamentos desde el que se pueda atender cualquier necesidad de forma rápida en cualquier punto de un país extenso, de complicada geografía, muy heterogéneo y donde existen problemas de abastecimiento de medicinas.
Al grito de “¡Viva México”!” y entre los aplausos de decenas de seguidores, el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró el viernes la llamada “megafarmacia” con la que aspira a solventar en el último año de su sexenio la escasez de medicamentos, que ha desatado protestas de pacientes y sus familiares en la capital mexicana y otras ciudades del país.
Durante la ceremonia de apertura del almacén, de unos 90.000 metros cuadrados, López Obrador alardeó de la instalación asegurando que “vamos a ser muy probablemente el único país en el mundo con una farmacia de estas dimensiones”.
Para los expertos es un proyecto que se ha echado a andar sin planeación ni presupuesto y que plantea más dudas que soluciones.
MÉXICO
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La gran bodega operará en el estado central de México, vecino a la capital mexicana, y será manejada por una empresa estatal al mando del proyecto Birmex, dirigida por un militar. La intención, según adelantó López Obrador, es que se pueda abastecer a todos los hospitales y centros de salud del país en un plazo de 24 a 48 horas con el fármaco que se necesite.
Las autoridades informaron el viernes que los pacientes deberán llamar a un centro de atención de la megafarmacia para realizar la solicitud del medicamento que será procesada en un lapso máximo de tres horas. Luego Birmex se encargará de elaborar el plan de entrega de la medicina desde su origen hasta el destino final.
El mandatario indicó que Birmex contará con el apoyo de las Fuerzas Armadas para el transporte terrestre y aéreo de los medicamentos.
López Obrador impulsó en 2021 un gran plan para obtener las vacunas contra el COVID-19 utilizando a las Fuerzas Armadas para distribuirlas y voluntarios para ayudar a aplicarlas. A fines de ese año casi cualquier persona en México que quisiera una vacuna la obtuvo de forma gratuita.
Pero tratar de replicar ese modelo de compra centralizada del gobierno y dejar en manos de los militares la distribución a escala nacional para miles de medicamentos no es lo mismo, afirmó Mauricio Rodríguez, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, que consideró la iniciativa como una “locura”.
A juicio de Rodríguez se corre el riesgo de duplicar la capacidad de almacenamiento de los sistemas de salud actuales, o de situar en un solo lugar demasiados insumos, con los peligros que puede suponer eso. Y, en su opinión, nada garantiza que con esta estrategia se acabe la corrupción.
México tiene un sistema de salud público muy fragmentado y desarticulado —varias entidades nacionales que dan servicio a poblaciones distintas más los servicios estatales— y en medio siempre ha habido un sistema de compra y distribución de medicamentos marcado por la corrupción, coinciden los expertos.
En 2019 el modelo de compra cambió. La Secretaría de Hacienda lo centralizó y se separó el proceso de distribución, antes coordinado por las farmacéuticas, y quedó en manos del Estado.
El objetivo: luchar contra la corrupción que muy pocos niegan. El resultado: el desabasto.
Según “Cero Desabasto”, conformado por distintos colectivos sociales mexicanos, las cifras de la falta de medicinas pasaron del millón y medio de recetas no surtidas de forma efectiva en 2019, a los 22 millones de 2021, aunque obviamente la pandemia fue un factor determinante, según expertos.
El acuerdo entre México y la ONU firmado en 2020 para que su oficina de servicios centralizara las compras, pagos y entrega de medicamentos en la capital fue muy elogiado. En 2022 hubo mejoras, pero el desabasto continuó: 12,5 millones de recetas no surtidas.
El mismo colectivo registró un aumento de 142% entre 2021 y 2022 en el número de alertas emitidas por autoridades federales relativas a la falsificación y adulteración de medicamentos.
Las razones de la falta de medicamentos varían según a quién se pregunte.
Según el presidente, las farmacéuticas que vieron cancelados sus contratos se vengaron boicoteando la entrega de medicinas muy específicas, como las oncológicas. Según el sector, hubo mala gestión pública que creó un “cuello de botella” en la distribución, en palabras de Rafael Gual, director de Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica.
En medio, la población afectada, como los padres de niños con cáncer que, en varias ocasiones en los últimos años han salido a las calles para exigir soluciones a las autoridades.
El 2 de agosto el presidente informó por primera vez de su idea “darle una salida definitiva al desabasto”: la farmacia “con todas, todas, todas las medicinas del mundo”.
Desde la industria, Gual recuerda que todo debe estar milimetradamente planificado para que funcione y tener muy claro la demanda a cubrir. Según explicó, se necesitan cuatro meses desde que se planea una compra hasta que este producto llega a un hospital porque hay que pedir el principio activo, que en el 85% de casos es importado; luego se fabrica y por último se distribuye.
Tanto Gual como Rodríguez coinciden en que Birmex —que tradicionalmente era fabricante de vacunas— no tiene capacidad ni presupuesto para ser distribuidor y aunque hizo ese trabajo durante la pandemia, una cosa es repartir un solo un tipo de productos que mil.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor José Moya, su representante en México, defiende que puede haber estrategias centralizadas de abastecimiento de medicinas pero subraya que deben tener una cadena logística impecable con apropiado seguimiento para que sean eficaces porque no sólo hay que almacenar en condiciones muy concretas los productos, sino que de deben tener movilidad, porque las medicinas caducan.
Y un ejemplo es el mega almacén de la OMS en Panamá, diseñado para enviar a los países de la región insumos básicos en caso de catástrofes naturales, brotes de dengue o epidemias respiratorias, por ejemplo.
“Si se está pensando en un almacén de esta naturaleza es porque hay una necesidad”, dijo. “Y eso tiene que estar bien organizado”.