Para construir avenidas y autopistas elevadas, el Gobierno egipcio destruye los cementerios históricos de la capital, que datan del siglo VII y son Patrimonio de la Humanidad
PABLO M. DÍEZ / ABC
Con sus cúpulas bulbosas despuntando en el horizonte urbano, a simple vista parecen casas de ladrillo viejo, mezquitas y suntuosos palacios islámicos. Pero, en realidad, son panteones y tumbas, la mayoría con siglos de antigüedad y de gran valor histórico. Bienvenidos a la Ciudad de los Muertos de El Cairo, la descomunal necrópolis de la capital egipcia que data del siglo VII y tuvo su apogeo durante el sultanato mameluco entre los siglos XIII y XV.
Con miles de tumbas y mausoleos, llamados ‘hosh’, este enorme cementerio ocupa seis kilómetros de largo al norte y sur de las colinas coronadas por la Ciudadela de Saladino y forma parte de El Cairo histórico, declarado en 1979 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Entre sus numerosas joyas arquitectónicas destacan los mausoleos del emir Qurqumas, del imán Al Shafi y de los sultanes Qaytbay, Barsbay y Farag ibn Barquq, algunos de los cuales contienen mezquitas.
Dividida en seis zonas, esta necrópolis se remonta al año 642, cuando los árabes conquistaron Egipto una década después de la muerte de Mahoma y fundaron la ciudad de Fustat alrededor de la antigua fortaleza romana y los asentamientos cristianos coptos del Viejo Cairo. Enlazando con la rica tradición funeraria de los egipcios, que desde la época de los faraones y sus pirámides pasaban buena parte de su vida preparando su morada para la muerte, fue creciendo durante las dinastías abasí (750-969), fatimí (969-1171) y ayubí (1171-1260) hasta llegar a su esplendor durante el periodo mameluco (1260-1517).NOTICIA RELACIONADA
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Durante todos estos siglos, no solo los sultanes y califas eran enterrados en fastuosos mausoleos, sino también las familias nobles, los imanes, altos funcionarios, militares, artistas y escritores. Para cuidar sus panteones y ahuyentar a los ladrones de tumbas, las familias de los guardas y artesanos funerarios vivían en los cementerios, que disponían de estancias para el servicio, las visitas e incluso para los eruditos religiosos.
Aunque su expansión se ralentizó desde los siglos XVI al XIX durante la época otomana (1517-1798), la breve ocupación de Napoleón (1798-1801) y el Jedivato de la dinastía de Mehmet (1805-1914), estos cementerios volvieron a crecer a partir del siglo XX por el anárquico desarrollo urbano de El Cairo.
Desde entonces, se han ido llenando no solo de muertos, sino también de vivos. A las familias de guardas, sepultureros y artesanos de lápidas e inscripciones que vienen residiendo en la necrópolis desde hace generaciones se han sumado los bloques de viviendas construidos en su interior y alrededores. La llegada de los campesinos a la ciudad en busca de un futuro mejor, y sobre todo de los refugiados que huyeron del Sinaí por las guerras contra el vecino Israel, disparó la población en los cementerios, donde buscaron cobijo en condiciones penosas.
Careciendo en ocasiones de servicios básicos como luz y agua, así se aprecia en las chabolas en que se han convertido algunos panteones y en los cochambrosos edificios a su alrededor. Es difícil saber cuánta gente vive en los cementerios en una ciudad tan caótica y superpoblada como El Cairo, que tiene más de 20 millones de habitantes. Pero el censo de 1986 calculó unos 180.000 habitantes y otros estudios más recientes, como el que redactó en 2019 la Comisión Económica y Social de Naciones Unidas para Asia Occidental, elevan la población hasta los dos millones de personas.
Debido a tan extraña mezcla entre patrimonio histórico y miseria, la Ciudad de los Muertos se ha erigido en otro más de los atractivos turísticos a visitar en El Cairo, al igual que ya ocurriera con los viajeros de siglos anteriores. Pero esta enorme zona estrangula el crecimiento de la capital, que intenta modernizarse con los faraónicos proyectos del presidente Al Sisi emulando a las futuristas megalópolis de los ricos países del Golfo Pérsico, como Dubái y Abu Dabi.
Además de levantar una nueva capital administrativa en medio del desierto a 50 kilómetros al este de El Cairo, el Gobierno de Al Sisi intenta descongestionar la ciudad y solucionar su tráfico infernal con una nueva red de avenidas y autopistas elevadas. A tenor de los datos oficiales, desde que tomó el poder en 2014 se han construido 7.000 kilómetros de carreteras y 900 puentes y túneles por todo el país, la mayoría por empresas controladas por el Ejército.
Pero, desde 2020, dichas obras están destruyendo numerosas tumbas y panteones para levantar todas estas infraestructuras. Aunque el Gobierno egipcio asegura que se respetarán los mausoleos históricos y más importantes, arqueólogos, historiadores y urbanistas denuncian que muchos ya han sido derribados y otros están marcados con una señal en sus paredes para su próxima demolición.
«La principal razón tras las demoliciones es el Plan Cairo 2050, un proyecto de desarrollo que pretende crear zonas verdes interconectadas igual que otras ciudades como Dubái, París y Tokio, demoliendo los arrabales y trasladando su población a otras zonas. Pero el plan no desarrolla una estrategia con los cementerios», denuncia Ibrahim Ezzeldin, diseñador urbano de la Comisión Egipcia para Derechos y Libertades, en un análisis del Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio (TIMEP, en sus siglas en inglés).
En su opinión, «el plan solo menciona el traslado de los cementerios de El Cairo, incluidos los muertos, los vivos y los edificios, a las afueras de la ciudad, reemplazándolos por parques y zonas verdes. Pero, observando la actual política estatal sobre el sector urbano, encontramos que la inversión en propiedades inmobiliarias es la prioridad de El Cairo 2050, no sus parques y zonas verdes».
Jungla de asfalto y autopistas elevadas
Bajo una jungla de asfalto de autopistas elevadas y grúas que construyen nuevos edificios, tumbas de piedra con siglos de antigüedad resisten entre mausoleos destrozados y montones de arena. Con indemnizaciones mínimas o inexistentes, a las familias con panteones solo les ofrecen tumbas más pequeñas en un cementerio nuevo a 60 kilómetros de El Cairo.
«Por la tumba de nuestra familia, que tenía 20 metros cuadrados y estaba en la necrópolis de Al Sayyida Nafisa, donde hay otras con más de 200 años, no nos dieron ninguna indemnización y tuvimos que pagar 15.000 libras egipcias (440 euros) por exhumar los restos y llevarlos hasta el cementerio de Robeiky, en la ciudad Décimo del Ramadán», se queja Mustafá, quien oculta su identidad real por miedo. En su caso, cuenta que le han dado una tumba igual, de 20 metros cuadrados, pero eso es también lo que reciben quienes tenían panteones de hasta 100 metros cuadrados en los cementerios antiguos.
Tras sobrevivir más de 1.400 años, la Ciudad de los Muertos agoniza. En forma de edificios, puentes y autopistas elevadas, el llamado progreso pide paso a los difuntos.
Fuente: https://www.abc.es/internacional/ciudad-muertos-agoniza-cairo-20231224093840-nt.html#