México se ha convertido en un callejón sin salida para migrantes. Los albergues están saturados y muchos acampan en la calle. El Estado mexicano los deja a la intemperie ya merced del crimen organizado, según oenegés.
SANDRA WEISS / DW
Desde Tapachula, en la frontera de México con Guatemala, hasta Tijuana, en la zona limítrofe con Estados Unidos , la situación para los migrantes es desesperante : No hay lugar en los albergues ni citas con las autoridades migratorias para obtener visa humanitaria. Muchos tienen que plantar sus tiendas de campaña en plazas públicas, como en la alcaldía Tláhuac de Ciudad de México, a pesar del frío invernal. «No les llevan alimentos, ni baños, ni agua», crítica Belinda Haro, experta en Estudios de Migración Internacional por el Colegio de la Frontera Norte, en una entrevista con DW.
A veces, cuando abundan las quejas de los vecinos, llegan con autobuses y flanqueados de agentes de seguridad para llevarlos. «No hay voluntad del gobierno en ayudarles, ni hay presupuesto», añade Haro, que también es coordinadora de servicios legales en Programa Casa Refugiados.
La cantidad de migrantes que intentan llegar a territorio estadounidense ha aumentado a pasos agigantados este año. Por la frontera sur ingresan a diario más de 8.000 personas. Muchos de ellos vienen caminando desde América del Sur, y han cruzado la peligrosa selva del Darién , entre Colombia y Panamá, un territorio bajo control del grupo criminal conocido como Clan del Golfo.
Menores apátridas: resultado del éxodo de los migrantes
El Servicio Nacional de Migración de Panamá estima que, en lo que va del año, más de 417.000 personas han cruzado el Darién en su camino hacia Estados Unidos. «La mayoría son venezolanos, seguidores de haitianos y ecuatorianos», comenta a DW Elías Cornejo, de la oenegé Fé y Alegría Panamá. Le preocupa todo que cada vez haya más menores migrantes , que representan actualmente un 25 por ciento del total.
Muchos de ellos son apátridas porque nacieron en el errante camino de sus padres, quienes no les han podido sacar documentos. Una gran mayoría de migrantes vienen de países como Perú, Chile o Colombia, donde han intentado instalarse, pero cuyos gobiernos han endurecido últimamente sus políticas migratorias.
México, el embudo migratorio
Todos ellos pasan por México, que se ha convertido en el mayor obstáculo en la de por sí peligrosa ruta. «Más de 5.000 migrantes están varados en toda la frontera norte”, dice a DW Altagracia Tamayo, activista social y directora de la Posada del Migrante, en Mexicali.
La abogada de migrantes denuncia: «Es un cochinero. Las autoridades están haciendo el carrusel, los sacan en autobuses de Chiapas, los mandan a Veracruz, luego a CDMX y luego de regreso, todo con el pretexto que en alguno de esos lugares les van a dar la visa humanitaria».
La visa humanitaria permite el tránsito legal (y más seguro) por México, pero pocos la consiguen. Algunos migrantes han denunciado, que, incluso cuando presentan ese papel en un control migratorio, los mismos agentes se lo rompen. Ni siquiera están seguros los migrantes que ya tienen una cita con autoridades migratorias en Estados Unidos.
A mediados del año, el gobierno de Estados Unidos lanzó el programa “Movilidad segura” para ciudadanos de Venezuela, Haití y Cuba. Tienen que sacar, desde la Ciudad de México, una cita con las autoridades migratorias estadounidenses a través de una aplicación.
Algo que es difícil de lograr, ya que solo se otorgan 1.400 citas por día, que suelen agotar en pocos minutos.
1.500 pesos de cuota extra para los cárteles
«Pero aún con el comprobante de la cita, las compañías de autobuses no les venden boletos hacia el norte», observa Haro. Ante esa negativa, floreció un mercado negro en la misma Terminal de Autobuses del Norte.
La investigadora del fenómeno migratorio apunta: «Hay empresas que les ofrecen llevarlos, pero a la hora de subir, les quieren cobrar 1,500 pesos mexicanos adicionales por persona, supuestamente para pagarle a la delincuencia organizada y garantizarles un pasaje seguro».
Pero esas son promesas vacías, según han observado las activistas, ya que los secuestros de migrantes van en aumento en todo el territorio mexicano.
Presa fácil de los secuestradores
Esos secuestros se perpetran, sobre todo, entre Oaxaca y Veracruz, y en el norte del país, una situación que encendió las alarmas de instituciones de derechos humanos, como Amnistía internacional, y de las propias autoridades.
En noviembre, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana indicó que el 90 por ciento de los secuestros que se registran en México son contra personas migrantes.
«Las autoridades están exponiendo a los migrantes a la desesperación, a la psicosis ya los carteles», critica Tamayo. Ella ha observado que los que llegan a su albergue vienen lastimados y golpeados.
Haro coincide: «No hay voluntad del gobierno para que lleguen a salvo al norte. No hay logística de protección humanitaria, y le dejan todo el trabajo a la sociedad civil».
La reciente cumbre de países de origen de la migración, celebrada a finales de octubre pasado en Palenque, y convocada por México bajo el lema «Por una vecindad fraterna y con bienestar», apenas ofreció un catálogo de buenas intenciones para atender un éxodo incontenible.
(cp)