El nuevo presidente de la Cámara de Representantes, hijo de bombero, ha apagado el fuego en el grupo republicano, pero amenaza con incendiar la política estadounidense
MIGUEL JIMÉNEZ / IDEAS
A la senadora republicana Susan Collins, una periodista de la Fox le preguntó qué le parecía la nominación de Mike Johnson para nuevo presidente de la Cámara de Representantes. La senadora confesó que no le conocía y que lo iba a buscar en Google. El ascenso de Mike Johnson hasta convertirse en la tercera autoridad de Estados Unidos fue tan precipitado e imprevisto que a su mujer no le dio tiempo a coger un avión desde Luisiana para llegar a tiempo de verle coger el mazo de speaker por primera vez.
Los que le conocen —o los que han buscado en Google— saben que Johnson, de 51 años, es un cristiano evangélico ultraconservador, activista contra el aborto, con posiciones radicales contra los derechos LGTBI, defensor de recortes de prestaciones sociales y negacionista electoral trumpista que lideró los esfuerzos jurídicos de un nutrido grupo de congresistas republicanos por anular la victoria de Joe Biden en las presidenciales de 2020.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.600.0_en.html#goog_1812684001
Nació en enero de 1972, en Shreveport, la tercera mayor ciudad de Luisiana. Era el mayor de cuatro hermanos, hijo del jefe adjunto de los bomberos que resultó herido e incapacitado en un incendio cuando él tenía 12 años. De niño, según dijo en su primer discurso, quería ser “jefe del Departamento de Bomberos de Shreveport”, pero acabó estudiando Derecho, con lo que se convirtió en el primer licenciado universitario de su familia. Antes de entrar en política, trabajó como abogado privado y al servicio de organizaciones conservadoras, desde donde apoyó la prohibición de los matrimonios entre personas del mismo sexo en su estado y hasta defendió leyes que criminalizaban la homosexualidad. Impulsó una ley para permitir matrimonios en los que el divorcio fuera más difícil y él mismo se casó con esa misma fórmula en 1999. Los Johnson tienen dos hijos y dos hijas, pero también acogieron a un chico negro de 14 años que ahora es adulto.
Ha llegado a la presidencia de la Cámara en parte por descarte y en parte por agotamiento. Quizá también porque como dijo la congresista Elise Stefanik al presentar su nominación, no tiene enemigos, al menos dentro de su partido. Bastaba con tener cinco compañeros de grupo parlamentario en contra para arruinar su elección, un requisito que no cumplían los preferidos por el grupo, empezando por el destituido Kevin McCarthy y siguiendo por Steve Scalise, Jim Jordan y Tom Emmer, que ganaron las votaciones internas antes que Johnson. Este último, educado, humilde y respetuoso, logró apagar el fuego republicano tras tres semanas de caos. Ha prometido buscar puntos de entendimiento con los demócratas, pero sus posiciones ultraconservadoras amenazan con incendiar la política estadounidense.Si quieres apoyar la elaboración de periodismo de calidad, suscríbete.SUSCRÍBETE
En su primer discurso como speaker atribuyó su elección a un designio divino. “Las Escrituras, la Biblia, es muy clara en que Dios es el que alza a los que tienen autoridad”, dijo. Stefanik le había definido poco antes como “un hombre de profunda fe”. En enero, cuando la elección de McCarthy parecía en punto muerto, se arrodilló a rezar junto a otros congresistas republicanos en el hemiciclo para que la situación se desbloquease, como ocurrió ese mismo día. “Mike Johnson es un firme conservador, pero por encima de todo, es un firme cristiano. No tiene miedo de buscar orientación en su fe”, sostiene el congresista Greg Steube, uno de los que se arrodillaron con él. Justo antes de su propia elección, Johnson tuiteó una foto de una inscripción de la Cámara que dice: “En Dios confiamos”.
Su fe evangélica ha guiado su vida personal y política. Recién elegido dio una entrevista a la también ultraconservadora cadena Fox en que dijo que para entender sus planteamientos políticos bastaba coger la Biblia de la estantería y leerla. Hace unos años, en un discurso en su Luisiana natal, sostuvo que las facilidades para divorciarse, la “revolución sexual”, el “feminismo radical” y el aborto (al que se refiere como “holocausto” o “asesinato de los no nacidos”) han hecho de Estados Unidos “una sociedad completamente amoral”. Y vinculó a todo eso los tiroteos en las escuelas: “¿Cómo puede un joven entrar en su colegio y abrir fuego contra sus compañeros? Porque hemos enseñado a toda una generación o dos de estadounidenses que no existe el bien y el mal”.
Desde 2022, tiene un podcast de política y religión con su mujer: “La verdad sea dicha con Mike y Kelly Johnson”. Acumula 69 episodios en los que ambos atacan al Gobierno “izquierdista” de Biden y al “asesinato de niños” (en referencia al aborto). Entran de lleno en las batallas culturales contra el progresismo, arremeten contra las personas trans y contra las compañías que incorporan criterios de diversidad e igualdad, atacan a Disney por “imponer una agenda woke radical” y una “programación abiertamente satánica” a sus audiencias. Y describen al cristianismo como una religión acosada. Pero no es partidario de poner siempre la otra mejilla sino de combatir: “El reino de Dios permite la agresión”, dice en un capítulo. “Hay un tiempo para cada propósito bajo el cielo; hay un tiempo para la guerra. Hay un tiempo cuando debes levantarte y contender por la fe”.
Johnson representa a un distrito tan conservador de Luisiana que los demócratas ni siquiera presentaron candidato en las pasadas elecciones legislativas. Es congresista desde enero de 2017. Nunca antes alguien de tan corta trayectoria parlamentaria había llegado a presidir la Cámara de Representantes. No tiene grandes aliados en el Capitolio y ha prometido “descentralizar el poder” que le da su cargo. Aún es pronto para saber en qué se traduce eso.
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