De Madrid a Marbella pasando por Oviedo, la actriz visitó España varias veces y dejó huella en las personas que la trataron. «Era muy divertida», recuerda Luis Gasca, que la recibió en San Sebastián, en el décimo aniversario de su muerte.
LUIS FERNANDO ROMO / EL MUNDO
Maúlla desde la eternidad. La gata de «la mirada del color de las lilas», como así la recuerda Tico Medina, el único periodista del mundo en haber entrevistado a Elizabeth Taylor con cada uno de sus maridos, se evaporó de este mundo un 23 de marzo de 2011. Hace una década, su corazón no aguantó la pasión con la que se había bebido la vida. En eso, hasta ganó a su amiga Ava Gardner, con quien protagonizó El pájaro azul (1976).
La Taylor trató a diferentes personalidades españolas. El más veterano es el crítico, escritor y publicista Quique Herreros quien, a sus 94 años, desvela que la vio por primera vez en 1959 cuando llegó a Madrid con su tercer marido, el productor Mike Todd, «ya que tenían que rodar unas escenas con Cantinflas para La vuelta al mundo en 80 días. Trabajaba en el diario El Alcázar y les esperé en la puerta de la suite del hotel Castellana Hilton para entrevistarles, pero Todd me señaló con el dedo mientras decía ‘get out’ (fuera). Cuando me hice amigo de Elizabeth le conté la anécdota y se reía». Herreros también la acompañó en sus viajes a Marbella: «Khashoggi nos había invitado a su finca, donde dormimos en una casa para los invitados. Allí estábamos Elizabeth, George Hamilton y yo. Mientras él tomaba el sol ella y yo nos quedábamos en la cama viendo películas y hablando de cine». En 1987, el trío acudió al Festival de Cine de Cannes: «Ella prefirió alojarse en la casa de un amigo en un pueblecito cercano y usó la suite del Hotel Carlton para maquillarse. Mientras la peinaba Alexandre de París pidió un televisor y le pregunté que para qué. ‘Para ver cómo entran las mujeres al festival’, me dijo. Era muy lista. Se puso un vestido rojo chillón y triunfó».
Para la posteridad queda su fugaz visita a la XXI edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde la recibió con honores Luis Gasca, por aquel entonces secretario del certamen y futuro director. Rodeado por montones de cajas llenas de recuerdos, este insigne editor y escritor humaniza a la última gran estrella del star system: «Era una gran dama, humanamente muy divertida y con un gran sentido del humor. Llegó en un vuelo privado que le había perdido las maletas, que llegaron al hotel María Cristina mucho después. Pidió un espejo de tres cuerpos para vestirse, pero en aquella época el único sitio que lo tenía era la Casa Balenciaga, que estaba cerrada a aquellas horas. Como llegó con dos horas y pico de retraso al Teatro Victoria Eugenia, el público de la calle la silbaba y la llamaba cacho puta, pero ella sonreía y sonreía. Cuando le entregué el ramo de flores en el teatro, me dijo: ‘Entiendo lo que me dicen porque chapurreo un poco el español porque con Richard -se acababa de divorciar de Burton- hemos pasado mucho tiempo en nuestra casa de Puerto Vallarta. Pero no importa. Lo que quedará de este momento es mi sonrisa. ¡Qué lapidaria!».
Al acabar el acto estaba tan agotada que declinó asistir a la cena íntima que le había preparado. «Tomaré cualquier cosa en la habitación», contestó la actriz, a lo que Gasca replicó: «¿Y qué desearía?» y ella musitó: «Un bocadillo». Gasca comenta que «aprovechando que en el entreacto Juan Mari Arzak me había comentado lo guapa que era le conté lo de los bocadillos y le mandó tres de jamón al hotel».
LOS OJOS DE CONCHA CUETOS
De cerca, Concha Cuetos también impresiona por la tonalidad de sus ojos. Ella tuvo la fortuna de conocer a Elizabeth Taylor en el apogeo de su belleza: «No tendría ni 10 años cuando vivía en Tánger, en un conocido edificio llamado El inmueble Iberia, cuyo dueño también poseía una exquisita boutique llamada El Grand París. Como era muy amiga de su hija Estrellita, nos llamó para decirnos que la actriz estaba en la tienda. Recuerdo que lucía un traje azul claro con grandes botones de nácar. Tenía una cintura de avispa, no llamaba la atención por su estatura, pero sí por sus ojos. La impresión de su mirada era tremenda. Al verla, le dije: ‘¡Qué ojos tan bonitos tiene!’ y me contestó: ‘Tú también los tienes preciosos’. Y me tiré años presumiendo (risas)».
En más de una ocasión, observar a la última gran diva del Hollywood mitológico paralizaba a la gente. Así le ocurrió a María Eugenia Yagüe, que tuvo el placer de verla en tres ocasiones, la primera en Montecarlo, donde se estrenó La mujer indomable (1967), de Zeffirelli: «Estaba maravillosa con su tiara y un escote impresionante. Le acompañaba Richard Burton. En la fiesta en el Sporting Club también estaban Warhol, José Luis de Vilallonga y su mujer y Rainiero con Grace Kelly». La última fue en 1992, cuando la actriz recogió el Príncipe de Asturias a la Concordia por su lucha contra el sida junto a la doctora Mathilde Krim: «Fue bastante accesible y contestó a todas las preguntas. Nos impresionó porque nadie tenía muchos huevos para defender a los enfermos de sida».
En sus peripecias españolas, la Taylor se le resistió a Terenci Moix, quien quiso traerla para su programa de TVE Más estrellas que en el cielo (1988-89) ya que a quien escribe estas líneas le confesó en su momento que «es imposible, porque Los opj, al igual que Bette Davis. Un dineral». Ese es el precio de la inmortalidad.
Fuente: https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2021/03/20/60538ed0fdddffd42b8b45ea.html