Gentleman ha testimoniado, a través de sus portadas, la evolución del cine: desde los clásicos galanes de Hollywood hasta las nuevas estrellas. En pantalla grande o en plataforma.
IRENE CRESPO / VOZPÓPULI
De Sean Connery a Nikolaj Coster-Waldau. 20 años separan a estos dos nombres. Y 218 números de Gentleman les conectan –el escocés fue la primera portada de la revista; el danés lo fue en septiembre pasado–. En medio, muchas más portadas protagonizadas por galanes del cine clásico, del Hollywood dorado. Paul Newman, Cary Grant. Y por hombres que han llenado las pantallas. Promesas cumplidas. Robert De Niro, Robert Redford, Hugh Jackman, George Clooney. Y promesas por cumplir muy bien cimentadas. Timothée Chalamet, Álvaro Morte, Rami Malek. En 20 años ha cambiado mucho el cine, la industria, pero los pilares siguen siendo los mismos: esos nombres propios que se elevan entre todos los demás.
Es difícil hablar de la evolución del cine en estos últimos 20 años sin relacionarla hoy con el desarrollo tecnológico. El pasado mes de septiembre Google también celebró sus 20 años de vida. Es imposible entender hoy nuestras vidas sin esa tecnología ahora omnipresente. Y sin el cine. Pero el cine ya estaba antes. Solo que de otra forma. Hace dos décadas el cine solo existía en pantalla grande y, para películas antiguas, en televisión. Pero todo (o casi) pasaba antes por las salas. Ahora, no, para bien y para mal. En estas dos décadas nos hemos encontrado con una revolución que lo ha alterado todo. Ya no solo hablamos de cine. Hablamos también, y mucho, de televisión. Cuando esta revista nació, ni imaginábamos las plataformas de streaming, esas sin las que ahora, la mayoría, no sabríamos vivir. Todas esas que nos han acercado el cine del mundo. Son responsables de que hoy hablemos de contenido en vez de películas o series, distorsionando quizás el valor cultural que tiene la creación cinematográfica, pero que han logrado también hacer más accesibles películas de otros rincones del planeta.
“Todo está mal. Todo cambia”, se lamenta el cineasta italiano Nanni Moretti en su última película, El sol del futuro. En la que de nuevo interpreta a un director en crisis. Todo a su alrededor cambia. También el cine. Y él se resiste, se agarra a los ritos, a las tradiciones, a lo que siempre funcionó. Hasta que se da cuenta de que hay que disfrutar más del trapecio, de ese movimiento pendular, incierto, con riesgo, en el que desconocemos el futuro.
El cine ha superado muchos de esos momentos a lo largo de su historia. Y también nos ayuda a descifrar un futuro más allá de sí mismo. No es casualidad, por eso, que el cine haya ocupado (y seguirá ocupando) tantas portadas de esta revista a través de muchos de sus mejores actores. Gentleman ha sido partícipe del cambio de este arte, del relevo generacional, de Anthony Hopkins a Mads Mikkelsen (por unir a dos Hannibal Lecter), de Billy Nighy a Josh O’Connor (por unir a dos estrellas británicas). Hemos sido compañeros de estrellas fulgurantes ya asentadas, como Benedict Cumberbatch. No hemos mirado solo a Hollywood, ahí están Antonio Banderas, Vincent Cassel, Leo Sbaraglia para demostrarlo. Y no solo en portada; el interior de estas páginas, me (permítanme pasar a la primera persona) han dejado llenarlo también de cine y sus autores: Spielberg, Koreeda, Alfonso Cuarón, Kenneth Branagh, David Lynch… Y también han aparecido en ellas nombres propios femeninos que están revolucionado el cine desde arriba: como Margot Robbie, en quien nos fijamos mucho antes de que diera esperanza al cine en general y al cine hecho por mujeres en particular con su reciente éxito multimillonario, Barbie.
Entre ellos y ellas, por estas páginas, en esta revista, hemos compartido muchas y diversas historias, discursos y miradas sobre el mundo en el que todo cambia. Y todo está bien. Todo seguirá bien. Porque nos gusta más ver la luz y el sol que ilumina el futuro que sus sombras.
Recuerdos cinéfilos
En dos décadas de Gentleman ha habido nombres que han crecido con la revista. Nombres que destacar, que han definido 20 años de nuestro imaginario cultural y pop. Es el caso, claro, de Daniel Craig, interpretando a James Bond, el Agente 007, un personaje muy ligado a ese cine elegante pero divertido, clásico pero avanzado que nos queda muy cerca. Por algo también Sean Connery protagonizaría la primera portada. Craig actualizó este personaje para adaptarlo, desde la fantasía, a otros tiempos, los actuales, sin dejar de hacernos soñar con coches de siempre, con relojes exactos, con trajes perfectos, con destinos envidiables. Fue siempre, además (puedo confirmar), un entrevistado generoso. Como lo han sido muchos otros. Permítanme el rincón anecdótico: Hugh Jackman, pretendiendo acordarse de anteriores entrevistas compartidas. Willem Dafoe, accediendo a repetir una charla que la tecnología se había empeñado en borrar. Ben Affleck, demostrando con simpatía y torpeza su pretendido dominio del español. Charlize Theron (porque no, no todos son hombres), desvelando su pasado de frustración y su presente ambicioso. Idris Elba, riéndose de todo, empezando por él mismo. Mads Mikkelsen, siendo también un maestro de esa sana actitud de no tomarse en serio este estrellato. Una lección que Harrison Ford ya aprendió hace muchos años y le lleva hoy hasta la lágrima cuando agradece la carrera de cine que ha tenido. Jeff Goldblum, improvisando simpatía como en sus conciertos de jazz. Podría(mos) seguir. No parar. Pero acabaremos con el protagonista de este número que tienen en las manos: con Paul Dano. Un actor y ahora también director que bien merece una y mil portadas. Y las tendrá. Que nos acompaña celebrando este 20 aniversario con su inteligencia humilde y su talento desbordante a pesar de no haber encajado nunca en esos ficticios moldes que Hollywood ha intentado crear. Dano se suma a todas esas decenas de nombres y, entre todos, han ido componiendo un collage de recuerdos (personales y compartidos) que, por suerte, quedarán para siempre grabados en estas páginas de una revista que ama el cine. Se habla ahora de crisis de cine, de otra más. Los riesgos de que la inteligencia artificial hagan hasta innecesarios los actores. Las huelgas de estos últimos meses en Hollywood son, en parte, por eso. Pero algo así mataría todo en lo que como sociedad llevamos más de un siglo apoyándonos, en esa magia de la sala oscura, de la gran pantalla, de las historias cercanas y universales. Eso sobrevivirá. Tiene que hacerlo.
Como decía hace poco la última ganadora del Premio Nacional de Cinematografía, la directora Carla Simón (autora de las películas Verano 1993 y Alcarràs), “el cine es un acto de comunicación”, es también una forma de ver el mundo para quienes lo crean y trabajan en él y para quienes lo vemos, disfrutamos y admiramos. Es una forma de comunicarnos y comprendernos. De entender el hoy, pero también el ayer y el mañana. De entendernos con los que tenemos cerca, y proyectarnos con los que tenemos lejos. El cine sigue y seguirá siendo necesario. Y con él sus nombres propios irrepetibles, irremplazables. De Sean Connery a Nikolaj Coster-Waldau.
Fuente: https://www.vozpopuli.com/gentleman/tendencias/una-forma-de-ver-el-mundo.html