Por Luis Alberto Martínez
@LuismartiMX
Los procesos internos de las 2 principales fuerzas políticas de México han terminado, y con ello quedan definidas las contendientes que buscan suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador. Ambas llegan como las mejores cartas de sus fuerzas; por un lado, Claudia Sheinbaum Pardo, abanderada de Morena y los partidos que se le sumen buscando dar continuidad al proyecto de la llamada Cuarta Transformación, y por el otro Xóchitl Gálvez, del Frente Amplio por México.
No queda duda de que en ambos casos ambas mujeres alcanzan la candidatura en medio de procesos que, si bien tuvieron marcadas diferencias operativas y conceptuales, lo cierto es que ambas son, sin duda, la carta más fuerte de los grupos políticos que las impulsan.
Más allá de la operación cicatriz y de las posibles voces inconformes con ambas nominaciones, lo cierto es que en una mirada pragmática ambas garantizan los mejores resultados posibles.
El Frente Amplio por México le apuesta a lo único que le alcanza, al voto de castigo y al voto emotivo, con una candidata histriónica que conecta con quienes repudian a la 4T y que logró dar algo de esperanza a una oposición carente de proyecto político, enganchada permanentemente en la agenda del presidente y saturada de escándalos y episodios inmorales.
Por otro lado, con Sheinbaum, Morena y aliados garantizan la continuidad al proyecto de transformación impulsado por AMLO desde 2018, una alta competitividad con una candidata con experiencia, altos niveles de conocimiento y confianza y la certeza de que mantendrá la agenda de la Cuarta Transformación.
Cada fuerza tiene a la candidata que merece
Lorenzo Meyer recientemente señalaba que los partidos políticos no tienen la obligación de ser democráticos al interior, ya que finalmente sus decisiones internas implican estrategias para acceder al poder en una contienda, al exterior donde si puede y debe caber la democracia.
Un rápida y eficiente operación cicatriz, es fundamental para que Claudia Sheinbaum llegue a la presidencia sin complicaciones ni desgate. La presidencia está asegurada mientras exista la altura de miras suficiente en todas las visiones que integran a la 4T. Ese riesgo no lo tiene Xóchitl, quien arrancará campaña a partir de una sólida disciplina construida a partir de intereses, negociaciones y artimañas.
Ambas tienen que caminar el mismo camino, consolidar su voto duro y conquistar el llamado voto switcher. Ambas tendrán que buscar a la clase media y dirigirse a ella pues el presidente en los spots y contenidos de su 5to informe de gobierno dejó claro que no cederá terreno con la mayoría de mexicanas y mexicanos más necesitados a los que paulatinamente ha ido mejorando su calidad de vida.
Ellas también se enfrentarán a una maquinaria de violencia machista que no dará tregua y que en ambos mandos buscará demeritarles por su condición de mujeres más allá de las diferencias académicas, éticas, y de experiencia claramente notables entre ellas.
Con la narrativa construida en torno de Xóchitl Gálvez como un ejemplo de la cultura del esfuerzo y la apropiación de agendas progresistas, las dos, una en discurso y la otra con hechos, buscarán demostrar su cercanía y sensibilidad con las necesidades de la población, las agendas de inclusión, violencia y respeto.
Un solo camino para ambas, dar su mayor esfuerzo para responder a las expectativas de dos visiones, la que quiere continuar la transformación del ejercicio del poder, en favor de las y los mexicanos y la que quiere recuperarlo a toda costa.