La actriz al fin lleva las riendas de su vida pese a lo mucho que en su día le costó superar su divorcio con Brad Pitt, “un verdadero cambio en términos de resurgir de los escombros”.
KASE WICKMAN / VANITY FAIR
Jennifer Aniston tiene 54 años, así que a estas alturas hay muchas situaciones complejas que es perfectamente capaz de manejar. Como, por ejemplo, a los paparazzi: en el último perfil que le acaba de dedicar el Wall Street Journal a la actriz, Jon Hamm recuerda cómo trataron de sacarla de sus casillas mientras los dos rodaban una escena para la serie The Morning Show en las calles de Nueva York. “Es como tener un espectáculo de fuegos artificiales a unos centímetros de tu cabeza», afirma. Pero Aniston, curtida tras décadas de acoso, ni se inmutó. “Lo llevó con toda la elegancia y humor humanamente posibles”, comenta Hamm, admirado.
También sabe exactamente con qué aderezar sus dirty martinis: a saber, con una única aceituna rellena de pimiento. Y se lleva sus propias aceitunas en el equipaje cuando viaja al extranjero, después de que una molesta barrera lingüística se saldara con una aceituna de kalamata zambulléndose en su bebida.
Pero no siempre tuvo las cosas tan claras. No siempre ha sido la persona, actriz y productora decidida y con iniciativa que es hoy en día. En el artículo Aniston aborda su separación de Brad Pitt, tanto matrimonial (imposible olvidar esa pared de caviar) como en lo profesional una vez se divorciaron, ya que renunció a su participación en Plan B, la productora que tenían en común. Tras su marcha, la empresa obtuvo sendas nominaciones al Oscar y su prestigio aumentó, además de hacer que Pitt ganase mucho dinero con ella. Al hablar de irse de Plan B, califica su decisión como “la única posible. Y no de manera negativa, simplemente era la decisión correcta en aquel momento”.
A pesar de sonar despreocupada al respecto, nada más lejos de la realidad. Aquello supuso, según ella «un verdadero cambio en mi vida en términos de resurgir de los escombros de [su divorcio de Pitt]» y recurrir al trabajo como «un auténtico lugar de consuelo». Cambió de mánager, contrató a Aleen Keshishian, y reaprendió su manera de negociar y afrontar sus iniciativas empresariales.
“Hubo un momento en mi mundo, y en mi carrera, en el que me di cuenta de que defender lo que te mereces y lo que quieres no es ser agresiva, combativa, malhumorada o sensible. Es un músculo difícil de desarrollar. Y también de ser querida y respetada. Es algo difícil de conseguir”, confiesa.
En cuanto al amor, tuvo otra ruptura en 2018, cuando se separó de Justin Theroux. Desde entonces, su carrera ha ido en ascenso, pero según ella, la faceta romántica de su vida se le sigue haciendo complicada.
“Se me dan muy bien el resto de mis trabajos, y de alguna manera esa es la única área que está un poco de aquella manera…», dice. Es algo que se remonta a su infancia. “Mis padres… al ver la relación de mi familia, aquello no me hizo pensar ‘oh, qué ganas tengo de hacer eso’. No me gustaba la idea de sacrificar quién era o mis necesidades, así que lo cierto es que no tenia ni idea de cómo hacerlo. De alguna manera, se me hizo más fácil estar sola. No se me procuró una auténtica formación en ese tipo de toma y daca”.
Aniston tiene muchísimas anécdotas relacionadas con su larga carrera (y con sus accesorios: hoy en día sigue utilizando los infames mocasines rojos de Rachel, que conserva de su etapa en Friends ) y una memoria prodigiosa, si bien asegura estar “harta de la cultura de la cancelación”, sosteniendo que «probablemente me acaban de cancelar por decir eso. Simplemente no entiendo lo que significa… ¿no existe redención? No sé. No pongo a todo el mundo en el mismo cajón que a Harvey Weinstein”.
Eso sí, a pesar de no ser precisamente fan suya, sostiene nunca hubo un comportamiento inapropiado por su parte: “Él no es un tío que te inspire pensar ‘vaya, me muero de ganas de quedar con él’. Jamás. Lo que en realidad pensaba era ‘venga, va, haz de tripas corazón’. Recuerdo que en una ocasión vino a visitarme a un rodaje para ofrecerme una película y tuve a alguien en mi caravana adrede«.
Por firme que sea en su faceta profesional en la actualidad, Aniston también admitió que está abierta a experimentar en cuestiones de belleza. De hecho, no dudó en probar un tratamiento facial con esperma de salmón.
“En primer lugar, respondí: ‘¿Lo dices en serio? ¿De dónde sacas el esperma de salmón?”. Al parecer, lo consiguieron y ella lo probó. Pero no parece estar entre sus planes repetir la experiencia. En ese sentido, es más de inyecciones de péptidos, algo que califica como “el futuro”.
Después de todos estos años, Aniston se confirma como peso pesado hollywoodiense por derecho propio, tratamientos faciales con esperma de salmón incluidos. De hecho, se define como “una mujer hecha a sí misma”.
Y como buena estrella con un pasado lleno de relaciones con otras estrellas, tiene la respuesta perfecta cuando se le pregunta por sus perspectivas románticas: “Mi perro. Con él es con quien me acuesto», contesta guiñando el ojo.
Artículo original publicado por Vanity Fair US. Accede aquí.
Fuente: https://www.revistavanityfair.es/articulos/jennifer-aniston-brad-pitt-aceitunas-esperma-salmon-perro