El Gobierno de Estados Unidos acusa a China de facilitar la llegada de fentanilo a sus fronteras, droga que causa la muerte diaria de unos 200 estadounidenses
DANIEL IRIARTE / EL CONFIDENCIAL
El pasado 23 de junio, por primera vez en la historia, el Departamento de Justicia presentó cargos contra cuatro empresas con sede en China por producir, distribuir y vender precursores químicos para la fabricación de fentanilo. Según la Fiscalía, las empresas eran muy conscientes de que los componentes químicos que vendían estaban destinados a fines ilícitos: no solo habían tratado de camuflar sus productos para que pasasen la aduana sin problemas, sino que sus anuncios comerciales estaban dirigidos específicamente a fabricantes de esta droga en México y EEUU, e incluso ofrecían asesoramiento sobre cómo transformar los precursores en fentanilo. Y, en al menos un caso, los cargos estaban bien fundados.
Tres meses antes, dos ejecutivos de la empresa china Amarvel Biotech habían viajado a Tailandia para reunirse con un supuesto cliente, que había pagado 5.000 dólares por adelantado en criptomonedas y se mostraba dispuesto a adquirir precursores químicos en grandes cantidades para, según dijo en la reunión, inundar Nueva York con millones de dosis de fentanilo. Una de las ejecutivas chinas se ofreció a echarle una mano con ello: «Tenemos un montón de clientes en América y México, y saben cómo producirlo», le dijo. Para su desgracia, el cliente era en realidad un informante de la DEA, la agencia antidrogas de EEUU, como parte de una compleja operación en cinco países en la que también colaboraban otras fuerzas policiales. Aquel día, sin embargo, el trato se cerró sin mayor dificultad, y, después de que el cliente enviase otros 40.000 dólares en criptomonedas, la empresa química envió 210 kilos de precursores a California, que acabarían siendo decomisados. Los ejecutivos chinos fueron posteriormente detenidos en Fiji, donde el supuesto cliente había organizado otra reunión.
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La imputación contra empresas chinas era, de paso, un toque de atención a Pekín. EEUU llevaba meses quejándose de la falta de colaboración del Gobierno chino en un asunto que, para Washington, es una prioridad absoluta: en 2022, de los más de 110.000 estadounidenses que fallecieron de sobredosis, 83.000 lo hicieron a causa del fentanilo. Esta droga sintética —que mata a unos 200 estadounidenses al día y es la principal causa de muerte entre los 18 y los 49 años en ese país— es 50 veces más potente que la heroína. También es más barata y sencilla de producir, y mucho más fácil de transportar. Si la producción de opio requiere de decenas de miles de agricultores y una amplia extensión de terreno con acceso regular a agua, una cantidad similar de fentanilo puede producirse con unos pocos cientos de cocineros que ni siquiera necesitan tener conocimientos avanzados de química. Y el equivalente a una tonelada de heroína en fentanilo pesa apenas 20 kilos.
Los cárteles de Jalisco y Sinaloa se dieron cuenta muy pronto de esto, y en 2014 iniciaron lentamente una transición de sus negocios para promover el tráfico de esta droga frente a otras, disparando sus ingresos. Además, al ser tan barata, es frecuente que distribuidores y camellos corten otras drogas con fentanilo, o el propio fentanilo con sustancias como xylazine, un tranquilizante para animales, lo que contribuye a una buena porción de las sobredosis en EEUU y otros países. Pero, para elaborar este narcótico, se necesitan ciertos productos químicos que en la jerga antidroga se denominan precursores, pero que a menudo pueden tener también otros usos legítimos. Y la principal fuente de estos precursores no es otra que la industria química de China.
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«La RPC [República Popular China] tiene que hacer más como socio global para interrumpir las cadenas de drogas sintéticas ilícitas», se quejaba Todd D. Robinson, vicesecretario de Estado para Cuestiones Internacionales de Narcóticos, una semana después de la presentación de cargos. Pero, a medida que las relaciones entre ambos países se deterioran, muchos empiezan a sospechar que China está dispuesta a utilizar la cuestión del fentanilo como herramienta de presión geopolítica contra EEUU.
Pesqueros chinos con precursores
Que Pekín está optando por hacer la vista gorda ante esta situación es una hipotesis bastante plausible. La visita de la portavoz de la Cámara de Representantes de EEUU Nancy Pelosi a Taiwán hace un año marcó un antes y un después, según todos los testimonios, incluidos los de los propios funcionarios chinos. «EEUU sueña despierto si espera y exige que China continúe su cooperación en asuntos que preocupan a EEUU mientras infringe los intereses clave de China», afirmaba un editorial del diario oficial chino en inglés Global Times de agosto de 2022 que recogía la postura oficial de Pekín. «En los últimos años, parece que los políticos estadounidenses tienen más interés en pasarle el marrón a China que en hacer frente de forma seria a su problema interno con el fentanilo», añadía el artículo, una línea argumental repetida una y otra vez por los diplomáticos chinos.
Pero hay quien sospecha que la cosa va incluso más allá, y que más allá de la inacción, China estaría promoviendo discretamente la llegada de fentanilo a EEUU para debilitar a su sociedad. Es lo que cree, por ejemplo, Jim Rauh, fundador de la asociación Familias contra el Fentanilo: «Esto es una tercera guerra del opio», declaró en enero de este año al diario Financial Times. «Lo mismo se le hizo a China y ahora se sienten con derecho a hacer esto. Esta es una guerra proxy, y, sin que se dispare ninguna bala, estamos perdiendo a más gente de la que hemos perdido en guerras», aseguró.
«Esta inacción no es un accidente», señala Vanda Felbab-Brown, analista de la Fundación Brookings y autora de uno de los informes más completos sobre el papel de China en el control de drogas sintéticas, publicado a principios del año pasado. «Por decirlo de forma simple, Pekín piensa en la colaboración en la lucha contra los narcóticos como a reflujo de sus relaciones geoestratégicas. A diferencia del Gobierno estadounidense, que quiere desligar el asunto de la geopolítica, China ve la crisis del fentanilo a través del prisma de su creciente rivalidad con Estados Unidos«, señala Felbab-Brown en un reciente artículo en la publicación Foreign Affairs.
Aunque esta experta no llega a acusar directamente al régimen chino de colaboración, señala que este no tiene ningún incentivo para actuar contra los sindicatos criminales a menos que atenten contra los intereses nacionales, y que estas condiciones dejan un amplio margen al crimen organizado chino para expandir sus actividades, especialmente en latitudes remotas. «Hay señales de que pesqueros chinos en aguas de Latinoamérica a veces transportan drogas y precursores químicos», apunta.
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Hasta 2017, China producía el 97% del fentanilo de alta calidad que se vendía en el mundo, y el 70% después de esa fecha. Adquirirlo en aquella época no suponía ningún problema, dado que la sustancia en sí no era ilegal y se utilizaba, por ejemplo, como sedante para los pacientes con cánceres avanzados. Cualquier cliente podía comprarlo por internet, pagarlo mediante una transacción electrónica y recibirlo por correo. En 2019, después de una intensa campaña de presión por parte de la Administración Trump, Pekín accedió a añadir todos los derivados del fentanilo a una lista negra de productos relacionados con el tráfico de drogas. Esta prohibición siempre ha sido difícil de implementar, puesto que a menudo basta con modificar ligeramente la composición química para obtener un producto diferente, pero con propiedades muy semejantes. Pero, ahora, las autoridades chinas ni siquiera se molestan en atender las peticiones de Washington.
Abogando por una intervención en México
La situación también tiene serias consecuencias para México. Dado que los precursores asiáticos llegan en barco, los cárteles están en guerra entre sí por el control de los principales puertos del Pacífico, como Manzanillo, donde la violencia se ha disparado. «La esperanza del Gobierno mexicano, parece, es que, si deja que los cárteles se peleen entre ellos, llegará un momento en el que lograrán un equilibrio de fuerzas y la violencia remitirá. Pero el conflicto que está causando gran parte del derramamiento de sangre —una guerra brutal por la primacía en el Cártel de Sinaloa y su principal rival, el Cártel Jalisco Nueva Generación— no ha descendido. Si acaso, se ha intensificado y extendido a otras partes de Latinoamérica, incluso a lugares tan alejados como Chile», apunta Felbab-Brown.
Washington acusa al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador de negarse a actuar con contundencia ante un problema tan grave. Pese a la celebración de varias reuniones bilaterales al respecto y a la adopción de algunas medidas importantes, la colaboración entre ambos países se ve reducida por la desconfianza del ejecutivo de AMLO hacia las autoridades antidroga estadounidenses, cuyas actividades ha reducido por ley en los últimos años. López Obrador ha llegado al extremo de afirmar, contra toda evidencia, que en su país no se produce fentanilo, y que este llega exclusivamente de China. Como evidencia, alegó la incautación de un contenedor con 600 paquetes de fentanilo ya procesado en el puerto de Lázaro Cárdenas a principios de mayo.
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«Aunque el Gobierno mexicano asegura lo contrario, parece que una cantidad de fentanilo importante se produce en México. Si bien es imposible de cuantificar, parece ser significativa», se lee en un informe del centro especializado Insight Crime titulado Precursores y tráfico de drogas sintéticas en México, publicado en mayo de este año. El documento señala que la producción de fentanilo en este país está todavía en sus primeras fases, y apunta hacia una evolución futura más bien preocupante: «Si la producción de metanfetaminas sirve como indicador, es probable el inicio de un proceso por el cual las redes criminales mexicanas busquen autonomía para evadir las restricciones globales en el comercio de químicos y evitar quedar a merced de las naciones productoras internacionales como China», apunta el documento. Si esto llega a ocurrir, las posibilidades de incidir en el proceso desde el exterior, incluso si se llegase a convencer a Pekín de colaborar, se reducirían enormemente. Los cárteles podrían limitarse a diversificar sus proveedores, recurriendo a otros países con una industria química importante, como la India.
Pero esta inacción podría acabar costándole muy cara a México. En el Partido Republicano de EEUU, gana en popularidad la idea de una intervención militar contra los cárteles, lo autorice o no el Gobierno mexicano, y, aunque casi todos los expertos militares estadounidenses lo consideran una pésima ocurrencia que tendría consecuencias desastrosas, ha sido abrazada por todos los candidatos a las primarias republicanas, desde Donald Trump hasta Ron DeSantis, pasando por Mike Pence, Nikki Haley o Tim Scott, así como por numerosos senadores de ese partido. Congresistas republicanos también han presentado proyectos de ley para que el fentanilo sea considerado un arma química, con todas las implicaciones legales que acarrearía dicha designación.
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Trump incluso pidió a su equipo de asesores un “plan de batalla” con diferentes opciones al respecto, para poner en práctica si es reelegido. El think tank pro-Trump Centro para la Renovación de América, de hecho, ha desarrollado un documento de trabajo titulado Es hora de hacerle la guerra a los cárteles transnacionales de la droga, que aboga por utilizar la fuerza militar contra estas organizaciones, a ser posible —pero no necesariamente— con la aprobación del Gobierno de México. El informe estipula claramente: «Es vital que no se lleve a México a creer que tiene poder de veto para impedir que EEUU lleve a cabo las acciones necesarias para asegurar sus fronteras y a su gente».
Lo que pasa en Afganistán ¿repercute en Europa?
En medio de todas estas turbulencias, ¿puede llegar el fentanilo a Europa? Hasta ahora, las incautaciones de fentanilo en este continente han sido mínimas y más bien anecdóticas, pese al tratamiento sensacionalista de estas noticias en algunos medios. Según un informe de Europol de finales del año pasado, hay preocupación sobre el “desarrollo de un mercado de fentanilo en la UE”, pero es algo que, por ahora, no ha sucedido. La cifra total de sobredosis por todo tipo de narcóticos en el conjunto de la Unión Europea en 2022 fue de 5.800, apenas una fracción de las registradas en EEUU.
Pero las autoridades policiales llaman a no bajar la guardia. Entre otras cosas, porque esta ausencia se debe a una decisión totalmente arbitraria que puede cambiar en cualquier momento. Según el ministro belga de Justicia, Vincent Van Quickenborne, «los cárteles de Jalisco y Sinaloa decidieron que el fentanilo debía ir a Estados Unidos y la cocaína debía ir a Europa. Pero esos dos cárteles controlan ambos mercados. Es realmente fácil para ellos usar las mismas líneas de suministro», declaró al diario The Times el pasado febrero.
El temor ahora es que se cree una situación en la que aparezca una oportunidad de mercado para que las organizaciones de narcotráfico consideren que los beneficios merecen la pena. Y es, justamente, lo que podría estar pasando ahora. En Afganistán, los talibanes están llevando a cabo la que algunos expertos han denominado «la campaña antinarcóticos más exitosa de la historia humana», erradicando los cultivos de opio, lo que podría traducirse más pronto que tarde en una escasez de heroína en Europa.
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«Si la prohibición de los talibanes desemboca en una reducción dramática de la heroína producida a partir de las plantas de opio, eso podría crear la posibilidad de que veamos más opioides sintéticos», declaró recientemente Paul Griffiths, director científico del Centro Europeo de Observación de las Drogas y la Drogadicción (EMCDDA), a la publicación Politico. «Parece extraño decir esto, pero, en términos de drogas sintéticas, la gran disponibilidad de heroína en estos momentos puede ser considerada un factor de protección«, señaló.
El informe 2023 de la institución de Griffiths no menciona prácticamente el fentanilo. No obstante, existen precedentes históricos, las primeras apariciones de esta droga en el continente europeo ocurrieron justo después de que los talibanes prohibiesen el opio por primera vez en el año 2000, provocando el desabastecimiento de heroína. Como una especie de efecto mariposa, las implicaciones globales del fenómeno son claras. Si el narcotráfico siempre ha estado estrechamente relacionado con la geopolítica, en el caso del fentanilo podría tener un impacto sin precedentes.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/mundo/2023-08-23/el-fentanilo-como-arma-geopolitica_3715999/