El “apóstol”, sentenciado a casi 17 años por abuso sexual infantil, interviene por teléfono durante la celebración de la Santa Cena, la fiesta más importante de la congregación
ELÍAS CAMHAJI / EL PAÍS
Miles de personas lloraban, se ponían de rodillas, entonaban alabanzas y, de pronto, enmudecieron sin advertir lo que estaba por venir. “Siento cómo el espíritu de Dios se mueve majestuoso entre nosotros, mi alma está rebosando de felicidad”. Es la voz de Naasón Joaquín García, líder de la iglesia mexicana La Luz del Mundo y condenado el año pasado a casi 17 años de cárcel por abuso sexual en California. La multitud ruge después de escuchar la voz del hombre que reconocen como el apóstol de Jesucristo, el representante de Dios en la Tierra, desde prisión. Es la Santa Cena, la principal celebración de la religión. Es también la primera vez que la fiesta se lleva a cabo de forma presencial después de la pandemia de covid-19 y, sobre todo, después de que se diera a conocer la sentencia contra la cabeza de la organización, previamente acusado de delitos como pedofilia, trata de personas, violación o producción de pornografía infantil. Dentro de Hermosa Provincia, la sede mundial de la congregación, el apóstol Naasón sigue siendo considerado un hombre santo. Fuera, es un depredador sexual confeso y las protestas de los disidentes y supervivientes del culto se multiplican para exigir justicia para las víctimas.
El mensaje de Naasón Joaquín duró apenas unos 15 minutos. La Santa Cena es una conmemoración de la última cena de Jesucristo y se celebra cada 14 de agosto, en el cumpleaños de Aarón Joaquín, abuelo de Naasón y fundador de la religión en los años veinte. Es una fecha sagrada para los cientos de miles de fieles de la iglesia, que cada año atiborran las calles de la ciudad mexicana de Guadalajara para recibir la bendición del apóstol. El llamado siervo de Dios es el gran ausente, como en los últimos cuatro años. “No estoy y sí me encuentro entre todos ustedes; no me ven y sí me sienten en esta maravillosa convivencia”, se escucha en la llamada telefónica desde la prisión de Chino (California). El líder religioso, que firmó un acuerdo de culpabilidad para evitar ir a juicio y arriesgarse a ser condenado a cadena perpetua, justifica su ausencia como si fuera un mandato divino, como se justifica la ausencia de Cristo. “Ninguno como nuestro dios… no lo vemos, pero sentimos sus hermosas caricias”, clama.
La llamada es presentada por La Luz del Mundo como una “intercesión apostólica”: el líder, acusado fuera de las paredes de la iglesia de violar a menores de edad y abusar de su poder, pide a Dios que perdone los pecados de su rebaño, que se asume como el nuevo pueblo elegido. Sus fieles creen que es el ungido, el único que tiene comunicación directa con el Señor. En el primer tramo del sermón, Naasón Joaquín afirma que Jesús también “vivió las dificultades de la carne” y “sabe compadecerse de nuestras debilidades”. “Muchas veces he clamado con lágrimas a mi señor Jesucristo para que dé su gracia y verdad a mis hermanos”, dice entre lágrimas.
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A partir de ese punto, la línea entre el perdón que pide por los pecados de la congregación y las acusaciones que enfrentó el ministro religioso se vuelve difusa, al menos vista desde fuera. “No hay un estado más triste y lastimoso que el del pecador, sumido en el fango de la culpa, el sadismo de la malicia, todo por un capricho de su carne, por un antojo malsano y un engaño suave que le acarreó los peores males”, declama Naasón Joaquín. Y sigue con voz acongojada: “Un placer de momento que los dañó toda su vida, en copa dorada les da a beber el veneno Satanás y reciben a cambio las punzantes espinas del remordimiento”.
“Por eso, humildemente intervengo ante tu presencia bendita buscando tu misericordia y perdón”, zanja Joaquín. En la perspectiva de la iglesia, que aún rechaza todas las acusaciones y ha descalificado los testimonios de las víctimas, “la culpa y la malicia” son el rasgo distintivo de quienes han dejado la organización, los “verdaderos pecadores”. “Quiero pedirte por mi pueblo, Señor, porque se ha alejado de ti, de tu amor y tu misericordia, por quienes fueron engañados y confundidos, y creyeron que había algo mejor que tú”, se escucha en el audio. De pronto, una grabación automatizada interrumpe en inglés: “Son las seis de la tarde en punto”. Naasón nunca hace referencia explícita a ello, pero está en la cárcel.
“Alabemos a Dios, hemos sido bendecidos, tenemos hoy la gran bendición con la oración intercesora del apóstol del Señor; hemos sido limpiados, santificados, purificados; a Dios sea la gloria, la honra y la alabanza”, grita otro ministro desde el púlpito, antes de que el coro entone Un acto de amor, un himno en honor al sacrificio de Cristo y del apóstol. Las lágrimas y los gritos desgarrados vuelven a inundar Hermosa Provincia. La organización dice que más de un millón de personas se han dado cita en la celebración, que se extiende durante toda la semana, aunque las cifras del censo en México les dan solo alrededor de 170.000 seguidores en todo el país.
Las lágrimas también se hicieron presentes fuera de la congregación. Son lágrimas de indignación, coraje y rabia. Como las de Lety, una mujer de 44 años de Estados Unidos, que habla por primera vez con un medio de comunicación tras abandonar la organización hace dos años. “Despertar fue muy duro y muy doloroso para mí, La Luz del Mundo era todo lo que conocía desde que nací”, comparte, con la condición de que no se revele su verdadera identidad. Tiene miedo. Asegura que todos los fieles conocen las consecuencias y los peligros de salirse.
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Decenas de exmiembros han denunciado a este periódico hostigamiento en redes sociales, excomunión de sus propias familias e, incluso, amenazas de muerte. Dos de sus cuatro hijos siguen dentro y han roto toda comunicación con ella. Tampoco quiere que la decisión que ella tomó los afecte. “Se necesita mucho valor para reconocer que te equivocaste y que los únicos que salían ganando de nuestro trabajo y nuestro dinero era la familia real [Los Joaquín] y sus ministros”, afirma.
“Nos decían que a las denunciantes se les había metido un mal espíritu y que querían destruir a la iglesia, que todo era un complot contra el apóstol”, cuenta Lety, que se fue tras conocer la verdadera naturaleza de las acusaciones contra su líder y que tardó en hacerlo público ante el temor de que sus propios hijos la acusaran con la iglesia. Es lo mismo que relata Abisaí, otro antiguo fiel que creció en una familia devota y que decidió salir después de que su esposa le dijera que cuando era adolescente fue “elegida” para servir al apóstol Samuel, el padre de Naasón. Samuel Joaquín también enfrentó acusaciones de abuso sexual en la década de los noventa, pero ninguna llegó a los tribunales, incluso después de que uno de los denunciantes fue apuñalado más de 60 veces y tuvo que exiliarse.
La mujer de Abisaí llegó a hacer masajes de pies al líder y usar ropa prohibida en público por la iglesia para cumplir con los deseos de su “padre en la fe”, una de las puertas de entrada a los abusos sexuales que después emergieron contra Naasón. Ella era una “incondicional”, un grupo dentro de la religión que jura lealtad eterna al apóstol y somete todos los aspectos de su vida a los deseos de la cúpula. La existencia de los incondicionales es negada públicamente por la organización. “Mi mundo se derrumbó, pero yo era tan fanático que no creí al principio. Ella luchó para que yo abriera los ojos”, admite el hombre, que también pide el anonimato. La mayoría de su familia sigue dentro y el culto les prohibió seguir hablando con él. En cuestión de meses pasó de ser un miembro devoto a convertirse en “enemigo de la iglesia” y a ser atacado revelando datos personales de su vida y su negocio.
“Los ministros te siembran la idea de que el apóstol es un hombre santo, te dicen ‘nosotros lo conocemos, sabemos en quién hemos creído”, comenta Abisaí. “Pero esa es la mayor mentira, porque lo único que conocemos es al hombre que se para durante dos horas a hablar desde el púlpito”, agrega. Lo que lo hizo cambiar de opinión fue ver un video de Naasón Joaquín con su abogado Alan Jackson, que encabezó la defensa del actor Kevin Spacey y el multimillonario Harvey Weinstein en otros casos de abuso sexual, en el que el apóstol admitía que había tenido sexo con una de sus secretarias. “Me di cuenta de que el hombre más santo y puro del mundo era, en realidad, un adúltero”, afirma. “Me indigna y me llena de coraje ver estas imágenes porque yo estaba como ellos”, dice el exmiembro sobre la Santa Cena.
La sentencia en California marcó el final del caso criminal, pero no fue el final de la polémica. Tras no ser consultadas por la justicia sobre el acuerdo con Naasón Joaquín, varias víctimas de abuso sexual como las Jane Does (el nombre que reciben las denunciantes anónimas en EE UU) y Sochil Martin, la primera mujer en alzar la voz públicamente, han interpuesto otras denuncias por la vía civil. Y han surgido nuevas acusaciones contra otros miembros, así como la posibilidad de que el líder religioso enfrente un nuevo juicio en una corte federal de Estados Unidos. Kaleb Lemus, director del coro de la iglesia en Houston (Texas), fue arrestado la semana pasada por abusar de la nieta de su pareja durante seis años. Salió libre tras pagar una fianza de 75.000 dólares.
“Sabemos que en el proceso del apóstol del Señor una autoridad jurisdiccional estableció una resolución, pero nosotros decidimos, en el ejercicio de nuestras libertades, seguir adelante”, dijo un portavoz de La Luz del Mundo a la agencia Efe. También aseguró que no ha disminuido la feligresía y que la iglesia ha abierto nuevos templos en Japón y Dinamarca. Agregó que ya están presentes en 64 países y que tienen siete millones de fieles. Sostienen, como han hecho desde el principio, que son presa de una “persecución religiosa”.
En contraste, Lety y Abisaí afirman que cada vez conocen a más personas que han abandonado la congregación y otras que han dejado de creer, pero que tienen miedo de separarse formalmente. Son también cada vez más las denuncias y las manifestaciones de rechazo contra la cúpula de la organización. Miles de fieles se han unido a una protesta a través de redes sociales, convocada al mismo tiempo que las celebraciones religiosas, en la que se ofrecen testimonios de violencia sexual, espiritual y económica de antiguos fieles. Quienes estuvieron solos tras “salir al mundo”, como se llama a quienes han dejado la fe, ahora han encontrado un nuevo refugio, están cada vez más organizados y dicen estar firmes en su búsqueda de justicia. La Santa Cena ha sido el último capítulo de una historia que está lejos de escribir su página final. “Seguiremos luchando para que la gente abra los ojos y puedan ver la realidad de lo que está pasando”, concluye Lety.
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