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El turismo que destroza el patrimonio: Santiago pintarrajeada, Roma asaltada, París encadenada, Venecia «en peligro» | VozPópuli

Las principales ciudades turísticas tienen que lidiar cada año con las imprudencias y el vandalismo de los visitantes

Imagen de archivo de la Fontana di Trevi de Roma, llena de turistas

GREGO CASANOVA / VOZPÓPULI

Cuenta la leyenda que cuando los galos saquearon Roma en el siglo IV a.C., los últimos defensores de la ciudad pudieron salvarse gracias a los graznidos de los gansos del templo de Juno. Los romanos se refugiaron en el monte Capitolio donde se encontraba el templo y cuando una noche los galos comenzaron a escalar la colina, las aves destinadas al sacrificio se revolvieron y alertaron a los romanos.

La memoria de la ciudad guardó en su recuerdo este episodio y durante siglos, los romanos honraron a los gansos, mientras martirizaban a los perros que colgaban o crucificaban, castigados como herederos de aquellos canes que permanecieron dormidos durante el intento de invasión. Hoy los gansos de Roma, Venecia, Santiago, Barcelona o París, revolotearían por las barbaridades de los turistas que asaltan sus urbes. 

Después de meses de protestas climáticas poniendo en riesgo cuadros y esculturas, el verano comenzaba con un episodio que muchos no apreciaron como un peligro. Una peregrina pintaba orgullosa con tiza “3.472” en el suelo de la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, en referencia a los kilómetros que había recorrido para completar su viaje. Muchos acusaron de cascarrabias a las personas que denunciaron el gesto: “Eso con lluvia se va”, “Es solo tiza”, se leyó aquellos días en las redes sociales. Parecían no ser conscientes de que uno de los mayores riesgos de estos actos es el efecto de imitación que conllevan estas odas narcisistas. A los pocos días aparecían nuevas pintadas en la escalinata de la iglesia de San Martín Pinario, también en Santiago, con mensajes como “Love” o “Ferrol mola”. Sin salir de Galicia, solo una semana después, la Asociación para a defensa do Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal) denunciaba el vídeo en el que una pareja escalaba los restos de la Torre de Sadurniño, catalogado como Bien de Interés Cultural.

El postureo egocéntrico ansioso de likes ha colmado de basura playas y montañas con absurdos montoncitos de piedras, también firmados con los nombres de familias o grupos de amigos. Además de dificultar el acceso algunas zonas naturales, los masivos montones de piedras representan un peligro para la naturaleza por la alteración de los ecosistemas.

Dentro de estas plagas modernas, fueron los candados de los puentes los más dañinos para el patrimonio, ocasionando importantes daños en alguno de ellos. El puente de las Artes de París, llegó a acumular más de un millón de candados con un peso que superaba las 40 toneladas que representaba un riesgo para la estabilidad de su propia estructura que perdió una de sus rejillas por el peso de estos souvenirs.

Aunque se trataba de una tradición antigua, el ritual se popularizó de forma masiva tras la publicación de la novela del autor Federico Moccia y su posterior adaptación cinematográfica. Desde entonces, los candados se convirtieron en un souvenir imprescindible para muchas parejas que dejaban la pieza metálica junto a sus iniciales en puentes, farolas, o cualquier otro elemento del mobiliario urbano.

Vandalismo contra Roma

Mucho más sonado que las tizas de Santiago han sido los episodios de vandalismo vistos en Roma. El verano comenzaba con un turista británico escribiendo con sus llaves «Ivan + Hayley 23», en uno de los muros interiores del Coliseo. ¿Cómo debe ser el ego y la falta de sentido común de una persona para rayar su nombre en una de las joyas arquitectónicas de la Roma imperial? De nuevo apreciamos el efecto contagio y en menos de un mes, le emularon una turista suiza y otro alemán. Al menos, al quedar registrados en vídeo, la gracia no les salió barata y tuvieron que hacer frente a una multa de 15.000 euros. La mejor defensa del primero de ellos fue alegar que no sabía que el edificio era tan antiguo. 

Pero la medalla de oro a la insensatez se disputó en la Fontana di Trevi. Primero un hombre de nacionalidad italiana escaló una de las partes de la fuente, se lanzó de cabeza al agua y nadó tranquilamente ante los aplausos de los visitantes. Menos dañino pero incluso más desconcertante fue el caso de una mujer que se metió en la fuente y caminó entre las rocas de las piedras para rellenar una botella de agua. La naturalidad al acceder a la joya barroca y el gesto de sorpresa que expresa cuando es amonestada por una guardia de seguridad parecen indicar que la mujer realmente no era consciente de estar cometiendo una falta. En ambos casos se contempla multa de hasta 450 euros. 

Venecia, morir de éxito

De entre todos estos casos aislados de turismo irresponsable, sobresale por representar una categoría especial el caso de Venecia. La ciudad de los canales es el ejemplo perfecto de la muerte por éxito. El atractivo y la demanda turística de la ciudad es de tal magnitud que está acabando con la propia urbe. Desde hace unos años, una farmacia del centro actualiza en un letrero el número de venecianos que siguen viviendo en la ciudad. El luminoso es más bien una cuenta atrás, que va confirmando los peores presagios de que el último veneciano nacerá en 2045. La ciudad es un escenario de película, un atrezzo desalmado, un parque temático en el que cada habitante es un trabajador de la industria que se ha convertido en un cáncer.

Esta semana ha sido la Unesco la que ha propuesto situar a la ciudad en la lista de patrimonio en peligro y ha señalado que las medidas adoptadas por el Estado italiano para proteger a la ciudad y su laguna son «insuficientes» y «deben ser ampliadas».

El organismo encargado de velar por el patrimonio mundial consideró el turismo de masas, los proyectos de reforma y el cambio climático como las principales amenazas de la ciudad italiana, ya que dañan a las estructuras de los edificios y a las zonas urbanas degradando su identidad cultural y social. En su informe la Unesco exige «un modelo sostenible de turismo» que reduzca «el número excepcionalmente elevado de visitantes» y «mejore considerablemente la calidad de vida de los residentes».

Fuente: https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/turismo-destroza-patrimonio.html

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