Por Luis Alberto Martínez
@LuisMartiMX
Los últimos años no han sido nada buenos para la derecha mexicana, no solo por su continua pérdida de espacios de poder, los escándalos de corrupción de algunos de sus representantes o la crisis interna que vive su principal partido. Hoy la derecha mexicana se enfrenta también a una crisis ideológica profunda con pocas opciones de revertirse.
Recientemente, quien se vislumbra como la candidata de la alianza opositora hacia la Presidencia de la República, Xóchitl Gálvez, declaró en Puebla, ante la mirada incrédula de la senadora panista Nadia Navarro, que “la clase política no puede anteponer su ideología o moral sobre el respeto a los derechos humanos y el cumplimiento de la ley” posicionándose a favor de la despenalización del aborto además de que en la misma rueda de prensa reiteró su apoyo a la comunidad LGBTTTIQ+.
La cara de sorpresa e incomodidad de la senadora Nadia Navarro fue evidente, sin embargo, las risas fingidas y palmaditas en la espalda no faltaron para su compañera de escaño. Ella, decenas de militantes y políticos activos del Partido Acción Nacional pertenecen a este grupo de la derecha desinflada que, luego de años de ir perdiendo espacios de poder y posibilidades de conservarlos, ha tenido que ceder en su agenda y valores partidistas.
Este grupo, esta derecha desinflada, es el principal defensor de la alianza con las otras fuerzas políticas, particularmente con dos de sus históricos antagónicos: el Partido Revolucionario Institucional, al que enfrentó por décadas y cuya oposición en los tiempos más obscuros del partidazo costaron vidas a militantes del PAN, y el PRD que, aunque cerca de la extinción, mantiene en su agenda y estatutos valores de izquierda alejados des de Acción Nacional.
Otro senador panista, Damián Zepeda, ha señalado continuamente el desgaste que ha representado para el PAN la alianza política con los otros partidos, asegurando que este es uno de los principales elementos que mantienen en crisis a su partido, ya que lejos de beneficiarle, le ha restado en varias elecciones locales de los últimos años.
Hoy con la conformación del Frente Amplio por México, y particularmente con su competencia interna por la candidatura, se observa el continuo dilema moral en el que se encuentra la derecha mexicana. Xóchitl Gálvez, a diferencia de los otros tantos aspirantes del Frente, ha logrado permear en un sector de la población crítico del presidente López Obrador, ocupando una narrativa más cercana a la lucha social y la diversidad aún cuando esta se oponga a la agenda de acción nacional.
La defensa por la familia tradicional, el respeto por la vida desde la concepción, el liderazgo moral, el orden, el control, el libre derecho de empresa y la autorregulación del mercado parecen no ocupar espacio en los discursos de quien hoy el panismo levanta la mano de dientes para afuera.
Pero ahí anda también la otra derecha, la tóxica, la fundamentalista, la yunquista, la aliada de VOX, la que continuamente busca derrocar y sabotear a los gobiernos populares en Europa y Latinoamérica, la de los poderes económicos y mediáticos, la de los golpes blandos, militares y los atentados. La más peligrosa, pero al mismo tiempo, también la más disminuida y marginal ante un rechazo social de los fundamentalismos.
Resulta interesante que también esta derecha tóxica parece cerrar filas con Xóchitl Gálvez, mientras tiene entretenido a sus candidatos blancos y tradicionales con campañas y discursos melodramáticos. El escenario de este pragmatismo de la ultraderecha mexicana, sólo se puede entender ante un contexto mundial complejo para sus intereses. Las próximas elecciones en España, son determinantes para que en México el yunque peligrosamente atente también contra su propia agenda para recuperar algo del poder perdido, “aiga sido como aiga sido”
*Consultor y Catedrático especializado en Periodismo Digital y Opinión Pública con más de 12 años de experiencia. Dirijo el @ObservaMXmedia