El 73% de ellos no ha concluido la segunda dosis de su calendario y el problema se agrava también entre los adolescentes. Los expertos piden recursos y medidas urgentes para combatir estas carencias
ANDREA J. ARRATIBEL / EL PAÍS
Los datos de vacunación en México no son alentadores. Más de la mitad de los menores no cumplen con un esquema completo al cumplir un año y casi el 73% no ha concluido la segunda dosis. Así lo afirma la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua (Ensanut), la cual arroja datos muy preocupantes. ”Las coberturas en México empezaron a bajar desde hace más de 10 años, pero el problema se ha agudizado en los últimos cinco”, destaca Mauricio Rodríguez, experto en enfermedades infecciosas y con una larga trayectoria en la investigación de vacunas virales. “Las cifras son muy malas. Y eso que los infantes presentan siempre mejores tasas que los adultos”, coincide Samuel Ponce de León, cirujano infectólogo y coordinador del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes de la UNAM.
Como exponen las estadísticas oficiales estimadas a partir de una encuesta realizada a 2.661 hogares habitados por niños y niñas de 1 a 6 años de edad, ninguna de las vacunas recomendadas alcanzó la meta de cobertura del 90%, “el objetivo que marca para el 2020 el Plan de Acción Global de Inmunizaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, matiza Rodríguez.
Entre los inmunógenos que más bajaron su cobertura en el país destacan la triple viral, que protege contra sarampión, rubéola y paperas; la hexavalente, que hace frente a la difteria, tos convulsa, tétanos, neumonía, meningitis y hepatitis B; y la BCG, el pinchazo contra la tuberculosis, la infección que más mortalidad ha causado a lo largo de la historia de la humanidad y que en el 2022 registró más de 28.000 casos en México.
“Su incidencia aumentó de forma considerable durante los últimos años, coincidiendo con el desabasto de vacunas sufrido. Hablamos de una enfermedad potencialmente mortal, a la que los menores de cinco años son muy susceptibles”, resalta Angélica Pedraza, pediatra e infectóloga en el Instituto Nacional de Perinatología de la Ciudad de México. “El sarampión, otra de las infecciones que experimentó un incremento, también requiere de una especial vigilancia”, matiza la experta. “La protección de los 5 a los 7 años con una dosis contra sarampión es buena, ya que llega al 89%. Pero muy mala, solo del 31%, en la segunda dosis, un escenario muy lejos del ideal”, expone Rodríguez. Esta enfermedad, a punto de ser erradicada en los noventa en México, llegó a disparar las alarmas epidemiológicas en el territorio hace tres años, cuando entre el 1 de enero y el 2 de abril del 2020 las autoridades sanitarias confirmaron más de un centenar de casos.
No menos preocupantes son los efectos que tienen otros agentes infecciosos para los que existe una vacuna que no se inocula de forma suficiente. “El neumococo es la principal causa de neumonía bacteriana en niños y uno de los orígenes más frecuentes de derrame pleural, la acumulación de líquido entre las capas de tejido que recubren los pulmones y la cavidad torácica, casos que requieren de hospitalización”, expone Pedraza. La pediatra también acostumbra a recibir en su consulta casos de menores de cinco años con complicaciones de fiebre, diarreas severas y deshidratación extrema por rotavirus, agente para el que existe una inyección preventiva. “Muchos niños no han sido vacunados o llegan con los esquemas incompletos y requieren hospitalización de urgencia”, lamenta.
Peor para los adolescentes
Si el calendario de vacunación es deficiente para los más pequeños, “el panorama se agudiza todavía más entre los adolescentes”, resalta Rodríguez. “La cartilla de inyecciones a partir de los 9 años está muy olvidada y todavía más lejos de cumplir con las metas”, coincide la pediatra. Como expone la ENSANUT, las coberturas de vacunación de los 10 a los 19 años son muy bajas. De los 3.509 adolescentes encuestados solo una tercera parte recibió inmunización contra el sarampión o la hepatitis B. “Y en esta población se repite el mismo patrón que en los de menor edad, a mayor pobreza, menor cobertura”, puntualiza Rodríguez. “El programa nacional de vacunas de México, sin costo para la población, y que durante muchos años llegaba a un sector muy amplio, se ha ido reduciendo y en la actualidad solo llega bien a ciertos sectores con poder adquisitivo que pueden tener el esquema más completo recomendado”, apunta Ponce de León.
Los tres expertos coinciden en que la pobreza resulta un factor clave en la ineficiente cobertura que exhibe México. “La desigualdad afecta a todos los ámbitos de la salud, también en el acceso a la información sobre las vacunas”, apunta Pedraza, para quien “desde el Gobierno no se brinda la suficiente. Se requieren muchas más campañas de concientización de las que hay, que son casi inexistentes. Y que estén sobre todo dirigidas a las poblaciones más descuidadas, a las que menos acceso a la salud tienen”, concluye la pediatra.
Para Ponce de León, “el primer paso para mejorar el panorama actual es aumentar de forma considerable el presupuesto, muy ineficiente en los últimos 12 años”. Según el experto de la UNAM, “va a ser difícil revertir la situación si no hay suficientes contrataciones de personal capacitado y no se da un restablecimiento y ampliación de la red de distribución y transporte de vacunas. La crisis por la pandemia llegó justo cuando México atravesaba un cambio en su sistema de salud, que agravó mucho más la situación”. “La pandemia tuvo parte de la responsabilidad de la mala cobertura que hoy tenemos. Por cambios en la dinámica del mercado bajó la disponibilidad de vacunas a nivel global. Pero existen muchos otros factores”, agrega Rodríguez.
Entre las múltiples causas de la disminución de las coberturas en el país, el informe de la ENSANUT identifica fallas en los servicios de atención primaria, abasto insuficiente, situaciones financieras adversas, problemas regulatorios, irregularidades en gobernanza y la falta de armonización de la política de regulación nacional con la internacional. “Una incorrecta planeación y ejecución de los programas nacionales ha sido clave para llegar a esta situación, pero también la falta de una producción nacional de vacunas, lo que hace que dependamos del mercado exterior”, afirma el epidemiólogo. En su opinión, es urgente que “México vuelva a producir sus propias inmunizaciones y garantizar su disponibilidad para las poblaciones de mayor riesgo, incluso adecuar esquemas y estrategias con base en evidencia si es necesario”. Considera, además, que el Gobierno requiere de una estrategia excepcional para que el país revierta sus malos datos. “Necesitamos un programa especial que incluya presupuesto extraordinario, muchos más recursos y un equipo altamente cualificado para llevarlo a cabo”, concuerda Ponce de León.
“El número de personas no vacunadas se va acumulando, y el problema cada vez es más complejo de resolver. Hay que promover de forma urgente que los esquemas de todos los infantes estén al día a lo largo de todo el territorio”, matiza Rodríguez. “La evidencia nos está mostrando la necesidad de realizar un esfuerzo en recuperar la cobertura deseada. Estamos corriendo el gran riesgo de perder décadas de avance en la prevención de enfermedades evitables”, concluye Pedraza.
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