Por Fernando Manzanilla Prieto
La mayoría de los analistas coincide en que la estrategia mundial para enfrentar la pandemia está condenada al fracaso a menos que haya un cambio en el orden global, actualmente dominado por la lógica salvaje del mercado.
Como lo mencioné en la entrega anterior, para alcanzar la famosa inmunidad de rebaño se requiere vacunar lo más pronto posible al 75% de la población mundial. Ello implica producir, distribuir y aplicar alrededor 12 mil millones de vacunas, pensando en que cada persona necesita dos dosis.
El problema es que este año, la capacidad de producción mundial (4 mil millones de dosis) solo alcanza para cubrir una tercera parte de este requerimiento. Esto se debe a que las patentes de las nuevas vacunas son propiedad exclusiva de las empresas farmacéuticas que las desarrollaron. Lo que limita la posibilidad de que otras empresas con capacidad instalada puedan participar en la producción de las vacunas.
Ante esta “escasez” propia de la lógica del mercado, los países más ricos se han adelantado a adquirir la mayor parte de las dosis que se producirán en 2021, limitando su disponibilidad en economías intermedias y dejando prácticamente sin vacunas a los países más pobres este año. Situación que, según los expertos, nos condenará como humanidad a perder, al menos este año, la carrera frente al surgimiento de nuevas variantes del virus, más contagiosas y resistentes, que seguirían circulando libremente, mutando, contagiando y reinfectando con mayor agresividad a toda la población mundial, incluida la que ya se haya vacunado.
Los expertos señalan que la única forma de salir de este círculo vicioso es acelerando el proceso de vacunación en todos los rincones del planeta y esto solo será posible, primero, si las empresas farmacéuticas están dispuestas a compartir los derechos de sus patentes; y, segundo, si los países más ricos están dispuestos a financiar la instalación de plantas productoras de vacunas en los países pobres, garantizando con ello una distribución equitativa y suficiente del medicamento para así poder alcanzar la anhelada inmunidad de rebaño global, necesaria para detener el surgimiento de nuevas variantes del Covid potencialmente más letales.
Los expertos también advierten que, desgraciadamente, nada de esto va a ocurrir en el corto plazo. La realidad es que ni las farmacéuticas ni los países ricos estarán dispuestos a cambiar las reglas del juego solo a partir de modelos que auguran escenarios catastróficos. A pesar de las peticiones del Papa Francisco y de las gestiones de Macron en el G20, todavía se ve lejano el día en que la vacuna anti Covid sea declarada como un “bien global”.
Como suele ocurrir cuando está de por medio la naturaleza humana, antes de ver un cambio “espontáneo” en las reglas del juego, tendremos que esperar hasta encontrarnos en una situación límite. Y esto solo ocurrirá cuando surja una variante que supere completamente la eficacia de la tecnología actual de las vacunas disponibles.
Hace unos días un grupo de científicos de California detectó una variante del Covid que ha causado alarma entre los expertos dada su peligrosidad, porque además de ser más contagiosa es más letal dada su capacidad de evadir los anticuerpos generados por las vacunas actuales. Esto la convierte en una amenaza mayor que las variantes británica, sudafricana y brasileña. Si bien la comunidad científica esperaba que el virus mutara, la mayoría reconoce que nadie previó que esto ocurriera tan rápido.
No tengo duda de que en los próximos meses el surgimiento de variantes cada vez más letales obligará al mundo (léase a las farmacéuticas y a los países ricos) a cooperar y a emprender una gran acción colectiva que cambiará para siempre la lógica mundial de la cooperación y la solidaridad para enfrentar amenazas globales.