Los Periodistas

Machistas, pero sutiles: el debate de la mujer en la Revista de Occidente | La Lectura

Hijo de su época, la modernidad del proyecto orteguiano se desdibujaba en la emancipación femenina. Sin embargo, la revista incorporó a las principales intelectuales de su tiempo y marcó la evolución de la mujer en la cultura del siglo XX

Ortega, Victoria Ocampo y Tota Atucha en Manzanares del Real (1925) Fundación Ortega Marañón

PILAR GÓMEZ / LA LECTURA

Verano de 1923. Una nueva publicación se presenta en sociedad. Es la Revista de Occidente, la de Ortega y Gasset, y viene dispuesta a impulsar la modernidad desde sus páginas. En ese «conocer por dónde va el mundo» que se afirma entre los Propósitos del primer número, la cuestión femenina era un tema inesquivable.

«No parece casual», señala Amalia Iglesias, poeta y coordinadora de creación literaria de la revista en la actualidad, «que Ortega dedique su primer ensayo en el primer número a una mujer, la poeta francesa Anna de Noailles, aunque fuera para poner en el disparadero de la polémica la diferencia entre los sexos, un tema muy vigente en los años veinte al que pensadores como Georg Simmel dedicaron tantas páginas en su Filosofía Femenina, publicado por la revista, primero por entregas y más tarde como libro».

«Muchos artículos abordaron directamente la cuestión femenina», escribe Alba Martín Santaella, autora de Desde la otra orilla: mujeres en la Revista de Occidente (1923-1936). «Y desde múltiples ámbitos del saber: filosofía (OrtegaOknos el soguero), medicina (Marañón, Sexo y trabajo), sociología (Simmel, Lo masculino y lo femenino: para una psicología de los sexos) o literatura (Ortega, La poesía de Anna de Noailles). La posición de partida fue considerar a las mujeres como seres inferiores en lo que se refiere al ámbito del intelecto, pero muchos de esos discursos intentaron ser sutiles y se hicieron desde posturas ‘galantes’ o ‘caballerosas’; se intentó valorar la cultura femenina, pero siempre y cuando se mantuviera dentro de unos límites muydefinidos (hogar, crianza, ámbito privado) y siempre y cuando las mujeres no intentaran equipararse a los hombres».

MUJER Y PLANTA.

En aquel primer artículo sobre Anna de Noailles, el propio Ortega escribió: «Si intentamos imaginar el alma de una planta, no podremos atribuirle ideas ni sentimientos: no habrá en ella más que sensaciones, y aun estas, vagas, difusas, atmosféricas. La planta se sentirá bien bajo un cielo benigno, bajo la blanda mano de un viento suave; se sentirá mal bajo la borrasca, azotada por la nieve inverniza. La voluptuosidad femenina es acaso, de todas las humanas impresiones, la que más próxima nos parece a la existencia botánica». Y más allá se pregunta: «¿Hasta qué punto puede alojarse en la mujer la genialidad lírica?». Y después: «Es vano oponerse a la ley esencial (…) que hace del varón un ser substancialmente público y de la mujer un temperamento privado».

En una reciente conferencia sobre el aniversario de la Revista de Occidente, la filóloga María Luisa Maillard, presidenta de la Asociación Matritense de Mujeres Universitarias, explicaba que Ortega es heredero de una «tradición aristotélica que entendía que el ser diferencial de la mujer era ajeno al espíritu, que ella estaba más próxima al cuerpo, mientras el espíritu, que era varonil fundamentalmente, podía llegar a la trascendencia, a la universalidaddel pensamiento«.

LA PARADOJA.

Obviamente, Ortega no era el único en su tiempo; por una vez se subía al carro de la opinión mayoritaria y si la Revista iba a traer modernidad, la excepción iba a ser la consideración de las mujeres. La paradoja iba ser, entonces, encontrar allí a las intelectuales de su tiempo, como María Zambrano, Maruja Mallo, Margarita Nelken, Victoria Ocampo, Virginia Woolf o Norah Borges, expresando sus puntos de vista, enriqueciendo el debate con sus contemporáneos o, en el caso de Rosa Chacel, en el ensayo Esquema de los problemas prácticos y actuales del amor, enfrentándose a ellos.

«Si algo ha caracterizado desde siempre a la revista fue la presencia de las mujeres y la libertad de expresión», responde Amalia Iglesias. Destaca «la complicidad con la gran humanista pedagoga María de Maeztu, que aportó para la fundación de la revista la misma cantidad que sus compañeros (1.000 pesetas) y contribuyó a su difusión en Estados Unidos. Resulta significativo que Revista de Occidente, en el corazón de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, esté ubicada en la que fuera la antigua Residencia de Señoritas, que María de Maeztu dirigió entre 1915 1936«.

'Estampa' (1927) de Maruja Mallo
‘Estampa’ (1927) de Maruja MalloGalería Guillermo de Osma

¿Es posible que, en tiempos en los que no se hablaba de cuota, Ortega estuviera inventando algo así como la discriminación inversa? Según Martín Santaella, «las mujeres a las que se les permitió la entrada eran muy privilegiadas, cercanas a la órbita de Ortega (Chacel, Zambrano, Ocampo) en lo intelectual y en lo personal. Fueron la excepción a una norma excluyente, quizás para que Revista no perdiera ese tinte de modernidad tan importante para Ortega». Pero también hubo excepciones entre los hombres: «Moreno Villa o Francisco Ayala presentaron en su narrativa mujeres que se atrevían a alterar el orden patriarcal. También en el ensayo, textos de Bertrand Russell o Rodríguez Lafora sostuvieron posturas más modernas e igualitarias», continúa Martín Santaella.

Mención especial merece Maruja Mallo, que sin ser del círculo de Ortega, entró por la puerta grande en la Revista de Occidente. Llegó, desplegó su obra y triunfó: la revista, que nunca realizó una exposición, lo hizo para Maruja Mallo en 1928 en su sede de la Gran Vía.

Cercanas a Ortega en lo intelectual y lo personal, Chacel, Zambrano u Ocampo fueron la excepción a una norma excluyente

La primera etapa de la revista duró hasta la Guerra Civil y su modernidad, según Martín Santaella, quedó en entredicho: «Mantuvo un espíritu de vanguardia y aperturismo, pero en esa idea regeneracionista de Ortega del porvenir nacional, el papel de las mujeres debía seguir siendo el de sostén de la familia tradicional, y, por supuesto, apartadas de inquietudes creativas o intelectuales».

REFERENTES.

¿Se pudo haber hecho más o mejor en esa primera etapa en favor de la emancipación de las mujeres? «No se puede juzgar desde parámetros actuales ideas de hace un siglo, apegadas a su contexto«, replica Iglesias. «La Revista de Occidente contribuyó decisivamente a poner los cimientos de las grandes conquistas de la emancipación y la igualdad que se han producido en estos cien años. Sin duda habría errores, pero algo debieron de hacer muy bien porque las mujeres que tuvieron contacto con la revista son hoy referentes indiscutibles de nuestra cultura».

La Guerra Civil interrumpió el curso de la publicación. La segunda etapa de la revista ya no tuvo a Ortega como protagonista, sino a su hijo, José Ortega Spottorno. «En la Transición, la revista volvió a dar visibilidad a las nuevas generaciones«, explica Amalia Iglesias, «y, por supuesto, a las mujeres: escritoras, pensadoras, artistas y críticas como Aurora de AlbornozJulia EscobarSoledad PuértolasVictoria CampsAmelia ValcárcelAnna CaballéLourdes OrtizClara Janés, Carolyn Richmond, Ioana Zlotescu…, incorporando hasta la actualidad a especialistas de todos los ámbitos».

La historia de las mujeres y la Revista de Occidente tenía reservado un giro de guion cuando Soledad Ortega Spottorno se puso al frente de la publicación en 1980. «Ella supo recoger el legado anterior y dar una continuidad a sus valores fundacionales, al tiempo que se adaptaba para responder a los nuevos tiempos. En plena Transición volvió a hacer de Revista de Occidente un referente vivo de nuestra cultura».

Soledad Ortega Spottorno dirigió la revista en plena Transición y la adaptó para responder a los nuevos tiempos

Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2023/07/07/64a703d021efa0d7648b45ba.html

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio