LUIS ALEMANY / Madrid / EL MUNDO
Ken Follet. Cardiff, Reino Unido, 1949. Novelista al que se le atribuyen 170 millones de libros vendidos. Una de sus novelas, ‘El tercer gemelo’, inauguró la semana pasada la colección de narrativa de suspense que EL MUNDO distribuye los sábados.
PREGUNTA: ¿Qué recuerdos tiene de escribir El tercer gemelo?
RESPUESTA: De lo que mejor me acuerdo es de que viajé a Baltimore para investigar. Entrevisté a varios detectives especializados en crímenes sexuales.Luego, al cabo de los años, vi The Wire en televisión y supe que aquello era muy realista.
P: En esa novela había mucha especulación científica. ¿Ha leído muchos ‘papers’ científicos en su vida?
R: Siempre tuve mucho interés por la ciencia. En la universidad escribí mi tesis doctoral sobre las revoluciones científicas. Las personas creativas imaginamos nuevos mundos. Pero son los científicos los que de verdad crean mundos nuevos, así que son una referencia muy buena para los novelistas. Una de las claves que hay que tener en cuenta cuando se escribe ficción, cuando se trabaja con la imaginación, es no perder la relación con la realidad. De hecho, cuanto más fantástica es una historia, más importante es que haya una verosimilitud al presentar los hechos.
P: Leí alguna vez que la gran diferencia entre los ‘thrillers’ y las novelas negras es el tratamiento del mal. En las novelas negras, el mal es algo que pasa un poco por accidente, porque la vida es difícil. En cambio, en los ‘thrillers’, el mal es una idea pura.
R: Se dice siempre que el buen villano de una novela debe tener algunas cualidades que lo rediman y lo salven. La verdad es que estoy bastante en desacuerdo con esa idea.
P: ¿Qué me dice de sus villanos, entonces?
R: Mi conclusión es que los lectores desean que los personajes malvados sean castigados, que podamos celebrar juntos su derrota y una muerte horrible al final de la historia. No queremos a los villanos para simpatizar con ellos sino para odiarlos.
P: ¿Qué significa para usted «escribir bien» en el género del suspense? ¿De qué depende que termine satisfecho con un texto suyo?
R: En la novela popular, en general, y en el suspense en especial, lo más importante es que la historia no deje nunca de moverse, de cambiar. Cada pocas páginas debe ocurrir algo, un giro grande o pequeño, que cambie el problema al que se enfrentan los personajes. Algunos de esos giros pueden estar dentro de las expectativas, pueden ser anhelados o temidos por los lectores. Otros deberían ser completamente sorprendentes. Lo importante es que la sensación de suspense no se devalúe hasta la última página.
P: ¿Y para qué sirven los ‘thrillers’? Más allá de para llenarnos 10 o 12 horas de vacío en vacaciones…
R: ¿Para qué sirve la cultura? ¿Por qué leemos novelas, por qué escuchamos música, por qué vamos a los museos a ver inturas y a los teatros? ¡Por el placer! De hecho, la cultura está condenada cuando se convierte en una obligación aburrida. No me cabe duda de que la principal función de una novela es proporcionar placer. Todo lo demás, ilustrarnos sobre el pasado, ilustrarnos, ampliar nuestras mentes… Todo eso está bien, pero es el bonus.
P: ¿Y la pandemia? La realidad se ha convertido en una competencia dura, ¿eh?
R: Yo ya tenía una novela publicada sobre pandemias. Un mundo sin fin habla de la peste negra, del efecto que tuvo en Europa en 1348. Fue mucho peor que el covid. Lo que me interesó fue que la gente inventó muchas de las estrategias, que hoy empleamos para protegernos: las máscaras, la distancia social, las cuarentenas.
La última pregunta
¿Y la política? Usted es una voz de la izquierda británica, pero sus novelas parecen apolíticas.
La literatura expresa ideas más fundamentales que la política. Ideas y valores como la justicia y el sentido de la comunidad, que que son lo que está más allá de la discusión política.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/cultura/2021/03/05/6040ced3fc6c837d7e8b4602.html