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Noventa años después del primer Tampax, ¿por qué no hay mejores productos de gestión menstrual? | The Guardian

Se suponía que la ropa interior para el periodo menstrual iba a revitalizar el mercado hasta que surgieron preocupaciones por las PFAS, ahora nuevas startups esperan cambiar la situación.

Cuando entras a las farmacias CVS, los productos de gestión menstrual se encuentran al fondo. Recuerdo el miedo que me daba estar en ese pasillo cuando era adolescente’. Ilustración: Esme Blegvad/The Guardian

ALAINA DEMOPOULOS / THE GUARDIAN

Cuando Emma Cihanowyz estaba en la secundaria, ella y sus amigas utilizaban palabras en clave para hablar de su menstruación. Si alguien pedía un “misil”, significaba que estaba buscando un tampón. “Escudos” significaba toallas sanitarias. “Hablábamos como si estuviéramos en guerra”, explicó. “Lo más importante para nosotras era asegurarnos de que podíamos llevar los productos al baño sin que los chicos nos vieran”.

Ahora Cihanowyz tiene 21 años, cursa su último año en la Universidad Estatal de Pensilvania y es una activista estudiantil que lucha por que haya productos higiénicos gratuitos en todos los baños del campus. Ya no le asusta que los chicos, ni nadie, sepa que está menstruando. Cihanowyz se llama a sí misma “el hada de la menstruación”, que se pasea por la universidad con una bolsa llena de tampones, pantiprotectores, toallas sanitarias y copas, por si acaso se encuentra con alguien que necesite un repuesto.

Los productos que ofrece Cihanowyz existen desde hace más de un siglo: las primeras toallas sanitarias se crearon en la década de 1880. Los tampones y las copas menstruales aparecieron en la década de 1930, y el primer tampón moderno, diseñado por la empresa Tampax, se patentó en 1931 (aunque los tampones improvisados hechos con paños o cañas se utilizaban desde hacía milenios). ¿Por qué todavía hay tan pocas buenas opciones disponibles?

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El primer tampón moderno se patentó en 1931. Foto: Richard Johnson/Getty Images/iStockphoto

Cihanowyz atribuye la falta de innovación a lo que una de sus profesoras, la académica de estudios de género Jillian Wood, denomina el imperativo de la ocultación menstrual. Las niñas son condicionadas a considerar su menstruación como algo sucio y vergonzoso, según dice la teoría, por lo que se convierten en adultas que creen que la menstruación debería ser una experiencia privada y silenciosa. Básicamente, la gente acepta lo que puede y se calla al respecto.

“Cuando entras a las farmacias CVS, los productos de gestión menstrual se encuentran al fondo, como escondidos”, comentó Cihanowyz. “Recuerdo que cuando era adolescente me daba miedo estar en ese pasillo. Simplemente entraba y agarraba lo primero que veía, a la altura de los ojos, sobre todo si parecía que era pequeño y podía esconderlo”.

No todas las mujeres de Estados Unidos pueden permitirse comprar productos de gestión menstrual: se calcula que 16.9 millones de mujeres menstruantes viven en la pobreza, y en ocasiones tienen que elegir entre comprar comida o toallas sanitarias. Es posible que aquellas que sí pueden hacerlo sigan utilizando el primer tipo de toalla sanitaria o tampón que compraron en su vida.

En la década de 2010, se produjeron algunas innovaciones dirigidas a la generación millennial, que buscaba una forma más cómoda de lidiar con la menstruación. Surgieron marcas de ropa interior para el periodo menstrual, encabezadas por Thinx, que muchas veces utilizaban publicidad sugestiva, como frutas de aspecto ioni (vulva), para promocionar los calzones, (Knix, Aisle y Bambody son otras marcas populares). De repente, las mujeres menstruantes tenían un poco más de opciones, aunque muchas seguían pensando que sus mejores opciones eran los incómodos tampones o las voluminosas toallas sanitarias.

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“Lo que se usa para la menstruación se decide a una edad temprana, y la gente suele ceñirse a una marca o a un producto”, explicó Ida Tin, cofundadora de Clue, una aplicación de seguimiento del ciclo menstrual. “Pero lo que necesitas a los 12 años no es lo mismo que lo que necesitas justo después de dar a luz. O lo que quieres durante un campamento es diferente de lo que usas cuando estás en casa”.

Según Candice Matthews, que invierte en la marca de cuidado menstrual Femi Secrets, la mujer promedio solo cambiará de producto de gestión menstrual cuatro veces como máximo en su vida. “En ese caso, una marca la tendrá durante 10 años”, señaló.

Esta devoción puede ser la razón por la que las personas se sienten tan vinculadas emocionalmente al producto que utilizan. En enero, Thinx resolvió una demanda colectiva presentada por sus clientes en relación con sus calzones supuestamente “orgánicos, sostenibles y no tóxicos”. Aunque la empresa negó ante los tribunales haber cometido alguna infracción, se enfrentó a acusaciones de que el producto contenía “la presencia de sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas de cadena corta (‘PFAS’)”, también conocidas como “sustancias químicas eternas”.

Aproximadamente un millón de personas utilizan la marca Thinx. Muchas empezaron a preguntarse a qué productos podrían recurrir tras el acuerdo. “Encontrar un producto de gestión menstrual que te guste es sumamente frustrante, porque no todo funciona para todas”, comentó en su momento una consumidora a The Guardian.

Thinx no es el único producto de gestión menstrual que potencialmente contiene sustancias químicas tóxicas. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) clasifica los productos de gestión menstrual como de “riesgo bajo o medio-alto”, lo que significa que no están sujetos a pruebas exhaustivas y que los fabricantes no tienen que revelar todos los materiales que utilizan. Una serie de pruebas de laboratorio realizadas por grupos de vigilancia descubrieron la presencia de PFAS en el 48% de las toallas sanitarias y los pantiprotectores, en el 22% de los tampones y en el 65% de la ropa interior para el periodo menstrual.

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‘Puedes encontrar más información sobre los ingredientes que contiene un maldito cotonete que un tampón’

Las activistas señalan que el estigma que rodea a la menstruación, y la idea de que el ciclo menstrual de la mujer debería ser una experiencia oculta y discreta, significa que las personas no están condicionadas a analizar detenidamente qué contienen sus productos.

“Si se convence a las consumidoras de que es un tema del que ‘no está bien’ hablar, se les disuade de dar una retroalimentación real y se crea una expectativa muy baja respecto a la calidad de los productos”, señaló Nadya Okamoto, fundadora de la marca de productos para el cuidado menstrual August. “Por este motivo, puedes encontrar más información sobre los ingredientes que contiene un maldito cotonete que un tampón”.

Una forma de combatir el estigma: Okamoto, de 25 años, regularmente publica videos de sí misma poniéndose tampones y cambiándose la toalla sanitaria en TikTok, donde tiene 4 millones de seguidores. Sus videos suelen incluir primeros planos de la sangre y los coágulos que aparecen en sus pantiprotectores.

Okamoto está acostumbrada a que la aplicación marque sus videos como de contenido “sensible”; muchos de sus videos de TikTok tienen descargos de responsabilidad delante de ellos que indican: “Este video puede resultar perturbador para algunas personas”.

“Muchos de mis videos son prohibidos o eliminados, pero la gente publica videos de cirugías en TikTok y eso está completamente bien”, señaló Okamoto. “No me sorprende, pero es frustrante”.

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Cuando Okamoto creó su marca, tenía planes para combatir el problema del uso del plástico y el exceso de residuos que conlleva el uso de productos desechables. Los productos de gestión menstrual de plástico generan más de 200 mil toneladas de residuos al año, y la mayoría de los productos de higiene de un solo uso están hechos de plástico que puede tardar hasta 800 años en descomponerse. Al principio, Okamoto pensó que vendería copas menstruales o ropa interior para el periodo menstrual. Pero entonces comenzó a hablar con las personas sobre su menstruación.

“El 99% de las personas solo estaban interesadas en tampones y toallas sanitarias”, señaló Okamoto. “Les importaba la sostenibilidad, pero decían: ‘No quiero usar nada que me obligue a tocar la sangre de mi menstruación’. Algunas de mis amigas más progresistas y feministas piensan que la reutilización de cualquier artículo para la menstruación les provocará una enfermedad o padecimiento”.

La mayoría de la ropa interior para el periodo menstrual no se debe lavar en la lavadora, lo que significa que sus usuarias también tienen que estar en contacto con su propia sangre menstrual cuando la lavan a mano en el lavadero. “Para que alguien se sienta cómoda con la ropa interior para el periodo menstrual, tiene que sentirse cómoda con su propia sangre menstrual”, comentó Okamoto. “Se manchan las manos de sangre o se limpian en la ducha. Esas personas pueden tener una relación más estrecha y profunda con su cuerpo que las personas que prefieren los tampones o las toallas sanitarias”.

‘El mercado le ha fallado a las mujeres’

Ida Tin acuñó el término “femtech” en 2016 para describir el auge de las startups tecnológicas que se centraban en la salud de las mujeres. “Era una palabra que se necesitaba en aquel entonces, porque las personas siguen usándola en 2023”, comentó Tin. “Ahora, los inversionistas pueden reconocer con mayor facilidad que está ocurriendo un gran movimiento”.

Algunas fundadoras se han mostrado en desacuerdo con el término, señalando que relega la menstruación y la fertilidad a un nicho de “cuestiones femeninas”. La inversión en marcas femtech ha disminuido después de alcanzar su punto máximo en 2018, cuando las empresas femtech recibieron aproximadamente el 6.6% del financiamiento de salud digital. En 2020, esa cifra había disminuido al 1.8 %.

“Hemos invertido poco en este espacio”, señaló Matthews, inversionista en femtech. “El mercado le ha fallado a las mujeres porque muchos inversionistas hombres todavía se sienten incómodos hablando de algo que ocurre una vez al mes”.

Matthews añadió que la mayoría de los hombres que financian el desarrollo de productos de gestión menstrual no quieren saber nada de innovaciones. Matthews considera que la mejor forma de presentar los productos de gestión menstrual a los hombres es recordándoles que los artículos constituyen un magnífico servicio de suscripción.

Sin embargo, una nueva generación de startups está reinventando las posibilidades, si logran conseguir financiamiento. Vyld, una marca con sede en Berlín fundada por Ines Schiller, utiliza algas marinas para fabricar sus tampones o “kelpons”. Aunque Vyld aún no ha salido al mercado y todavía está en proceso de investigación y desarrollo, Schiller espera que la marca pueda satisfacer el deseo de las consumidoras de disponer de un producto de gestión menstrual que sea ecológico y a prueba de fugas.

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“Siempre compré productos de gestión menstrual de algodón orgánico, pero me decepcionaba mucho que tuvieran fugas”, explicó Schiller. “Las algas son un absorbente natural, y son completamente biodegradables”.

Otra idea sencilla es Egal Pads on a Roll. Esta startup con sede en Massachusetts crea toallas sanitarias empaquetadas exactamente igual que un rollo de papel higiénico, lo cual las hace perfectas para los baños públicos. Egal las vende a distribuidores que tienen contratos con escuelas y otros edificios públicos.

Desde octubre, 16 estados y Washington D.C. aprobaron leyes que exigen la disponibilidad de productos de gestión menstrual gratuitos en las escuelas públicas. Esto supone un buen negocio para Egal, sin embargo, no todos estos proyectos de ley son exitosos. En marzo, la Cámara de Representantes del estado de Idaho, controlada por los republicanos, no aprobó una ley que habría obligado a las escuelas públicas a ofrecer productos de gestión menstrual gratuitos.

Treinta y cinco republicanos se opusieron a la medida alegando que, básicamente, era demasiado woke. La representante Heather Scott comentó a la agencia de noticias AP que la política era “muy liberal” y preguntó: “¿Por qué nuestras escuelas están obsesionadas con las partes privadas de nuestros hijos?”.

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“Cada vez que escucho eso, me pregunto por qué tratamos esta función corporal de forma diferente a hacer pipí o popó”, señaló Penelope Finnie, directora ejecutiva de Egal. “Solo los adultos hablan así. Cuando hablo con las estudiantes sobre los productos de gestión menstrual gratuitos, casi no muestran ninguna perturbación. Se preguntan por qué no ha existido desde antes”.

Hay productos de más vanguardia tecnológica como Emm, un “dispositivo menstrual inteligente” compuesto por una copa reutilizable que alguien se puede poner con un aplicador separado, parecido a un tampón. La copa tiene un cordón similar al de un tampón, por lo que se puede extraer sin que la usuaria tenga que introducir sus dedos en su cuerpo. Cuando no está en uso, la copa vive dentro de un limpiador UV que puede esterilizarla en minutos.

La copa está hecha de silicona de grado médico. En su interior contiene sensores que registran información sobre el flujo de la usuaria o cuándo la copa está a punto de derramarse. Esa información se transmite a una aplicación.

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Emm es un ‘dispositivo menstrual inteligente’ que realiza un seguimiento del flujo de la usuaria. Foto: Emm

La directora ejecutiva de Emm, Jenny Button, explicó que las mujeres que menstrúan pueden compartir esta información con sus ginecólogos obstetras para conocer mejor su sistema reproductivo. “Si lees la literatura médica, te das cuenta de que el flujo y el volumen están directamente correlacionados con afecciones como la endometriosis, los ovarios poliquísticos o los problemas de fertilidad, aunque no existe un método preciso de recopilación de datos para esas métricas”, señaló.

La empresa Button tiene su sede en Bristol, Inglaterra, pero es muy consciente de que las aplicaciones de seguimiento de la menstruación han sido objeto de un intenso escrutinio en el Estados Unidos post-Roe. La policía de muchos estados de Estados Unidos puede acceder a los datos de menstruación sin necesidad de una orden judicial, lo cual podría exponer a las personas que solicitan abortos al riesgo de ser procesadas. En febrero, la Cámara de Representantes del estado de Virginia, controlada por los republicanos, archivó un proyecto de ley que habría hecho ilegal que las autoridades confiscaran los datos menstruales almacenados en computadoras y otros dispositivos.

Button explicó que la marca haría que los datos que recopila fueran anónimos: “Todos deberían tener derechos autónomos sobre sus datos. Ese es un límite”. Añadió que Emm cifraría los datos de las usuarias para proteger sus identidades.

Una de las cofundadoras de Marlow, una startup con sede en Canadá, quería crear productos de gestión menstrual más cómodos, porque siempre resultaba doloroso introducir los tampones. Su médico le dijo en una ocasión que escupiera en los tampones para que fueran más fáciles de poner, por lo que el equipo creó productos que se pueden mojar en un lubricante a base de agua.

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“Nos quedamos impactadas y no podíamos creer que ese era el único consejo que nos daba el médico”, explicó Nadia Ladak, una de las cofundadoras. “Supimos que algunas personas ya utilizaban lubricante en casa para los tampones, pero era un proceso muy desordenado: casi parece una manualidad en el baño”. El lubricante de Marlowe está envasado en una botella que cubre el tampón con una sola inmersión.

Marlow tiene mucho éxito en TikTok, donde la empresa cuenta con 49 mil seguidores y publica regularmente videos de personas que responden el tipo de preguntas sobre la menstruación que las generaciones anteriores podrían haber reservado para sus hermanas mayores. “Estamos sacando a las personas del piloto automático”, señaló Ladak, “para que no se conformen con lo primero que ven en el estante”.

No todas las marcas de productos de gestión menstrual tienen un final feliz. Una marca con sede en el Reino Unido, Calla Lily, creó Tampliners. Ese producto era exactamente lo que aparentaba: un tampón conectado a un pantiprotector. Thang Vo-Ta fundó la empresa tras enterarse del diseño gracias a un médico que le dijo que dos tercios de las mujeres usan tampones y un pantiprotector algunos días para evitar fugas.

En 2020, la revista Time calificó al Tampliner como uno de los mejores inventos del año, que aparecía en la página justo al lado de la vacuna anticovid. Vogue lo calificó como “una de las mejores marcas ecológicas que merece la pena probar en la actualidad”. Cosmopolitan señaló que se trataba de “algo revolucionario”.

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En aquel momento, Calla Lily se vendía por internet en el Reino Unido. Alrededor del 85% de los productos de gestión menstrual se siguen adquiriendo en una tienda, por lo que era crucial que un minorista importante contratara a la empresa. “Hablé con los responsables de cuidado de la mujer de Walmart, Target y CVS, y todos pensaron que era increíble y querían venderlo”, explicó Thang.

No obstante, todos los grandes minoristas, entre ellos una gran cadena de farmacias del Reino Unido, se negaron a vender el producto. Thang cree que esto se debe a que las tiendas no querían alterar las ventas de las marcas tradicionales establecidas que vendían ambos productos.

Calla Lily dejó de vender sus tampliners en 2022. La empresa ahora utiliza el mismo modelo de producto como método para que las mujeres embarazadas se introduzcan por vía vaginal la hormona progesterona, que se cree que reduce las probabilidades de sufrir un aborto espontáneo.

“Realmente pensamos que lo lograríamos”, comentó Thang. “Intentamos que funcionara con videos virales o influencers, pero al final solo necesitábamos que nos vendieran en una gran cadena minorista. Pero realmente espero que sigan saliendo más productos, porque tiene que haber muchísima más innovación en este espacio, para que todos podamos beneficiarnos”.

Fuente: https://la-lista.com/the-guardian/2023/05/09/noventa-anos-despues-del-primer-tampax-por-que-no-hay-mejores-productos-de-gestion-menstrual

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