Antonio Scurati publica ‘M. Los últimos días de Europa’, la tercera parte de la magna tetralogía sobre el dictador italiano
IRENE HDEZ. VELASCO / EL CONFIDENCIAL
¿Cómo nace una guerra? ¿Cómo se desencadenó la II Guerra Mundial? El pasado nos enseña que la historia, esa historia que se escribe con mayúsculas y que marca a varias generaciones, con frecuencia es fruto de decisiones mezquinas e incluso infantiles.
Viajemos a mayo de 1938. Benito Mussolini tiene casi 55 años, guía un imperio que se extiende desde los Alpes hasta Etiopía, ha decidido sacar a Italia de la Sociedad de las Naciones y espera en la recién inaugurada estación Ostiense de Roma la llegada del tren decorado con águilas y cruces gamadas en el que viaja Hitler.
El Führer quiere a toda costa que Mussolini selle una alianza de la Italia fascista con la Alemania nazi. Sin embargo, Mussolini aún no sabe qué hacer, todavía no ha tomado una decisión.
“El caso es que Mussolini vio el rostro demoniaco del nazismo. Vio el fanatismo de Hitler, su furor antisemita, su voluntad de violencia y de poder. Sabía también de la nula preparación militar de la Italia, algo que las fuerzas armadas le habían estado ocultando por miedo a contrariarle. A pesar de 20 años de retórica fascista, Italia era un país retrasado sin estructura industrial para aguantar una guerra, no tenía ni siquiera gasolina para los tanques. Y, además, Mussolini era consciente de que los italianos no querían ir a la guerra, y menos aún junto a Alemania, un enemigo histórico”, asegura Antonio Scurati, autor de la colosal tetralogía (y posible pentalogía) sobre el Duce, de la que acaba de salir ahora de la mano de Alfaguara la tercera entrega, titulada M. Los últimos días de Europa , en la que analiza el trienio crucial que va de 1938 a 1940.
Sin embargo, Mussolini resolvió finalmente aliarse con Hitler.
«Su decisión se basó en varias razones, todas ellas equivocadas. Lo hizo sobre todo por oportunismo, por el cinismo táctico que siempre le ha caracterizado, por un cálculo despiadado. Mussolini es un hombre del después, alguien que no tiene convicciones y que se limita a seguir los acontecimientos y adaptarse a ellos. Piensa que aliándose con Hitler se podrá anexionar nuevos territorios, cree que saldrá ganando. Además, Mussolini se siente inferior a Hitler y, precisamente por eso, lo imita cada vez más, con esa psicología infantil intenta estar a su altura. Y de ese modo hunde a Italia y a Europa. Porque, si Italia no se hubiera aliado con Hitler, quizá no se habría desencadenado la II Guerra Mundial», destaca Scurati.
Una terrible prueba del pueril deseo de Mussolini de estar al mismo nivel que Hitler se encuentra en las leyes raciales aprobadas en otoño de 1938 en Italia, y que en ese momento eran las más duras del mundo, peores incluso que las de la Alemania nazi. “Mussolini no llevaba en su ADN el antisemitismo. Pero quería ser más que Hitler. Y también el pueblo italiano es culpable de esa atrocidad. El pueblo italiano venía en ese momento de 20 años de dictadura y era desde ese punto de vista un pueblo miserable. Y reaccionó de un modo miserable. Los italianos no son antisemitas, pero no hicieron nada por oponerse a esas leyes”, sentencia el escritor, cuyos dos primeros volúmenes de la gran biografía de Mussolini se han convertido en un gigantesco éxito editorial: se han vendido más de medio millón de ejemplares en 40 países. Y el tercer volumen va camino de convertirse en otro superventas internacional. Además, ya está en marcha una serie de televisión basada en sus libros.
Se queja Scurati de que los italianos no han afrontado su responsabilidad con el fascismo. “Los italianos, a diferencia de los alemanes, no han saldado cuentas con el fascismo, y el resultado de las últimas elecciones en Italia lo demuestra. Yo he escrito estos libros porque quería construir una gran narrativa popular y democrática, como lo es la novela, que empujara a los italianos a ser conscientes de lo que ha sido el fascismo y a asumir su responsabilidad y su culpa. Porque los italianos han sido fascistas, Italia inventó el fascismo. Alemania ha hecho el ejercicio de asumir su culpa y su responsabilidad, pero Italia nunca”, destaca Scurati. “Esta es una historia de víctimas y carniceros. Yo creo que los italianos se deben ver como carniceros, no cómo víctimas. Sin embargo, siempre se han considerado víctimas, y eso ha impedido que asuman su responsabilidad”.
Quizás es por decir ese tipo de cosas por lo que Antonio Scurati se ha convertido en Italia en objetivo de una campaña de acoso por parte de la derecha más recalcitrante y nostálgica. El diario Libero publicó, por ejemplo, una gran foto del escritor acompañada del titular “Antonio Scurati, el hombre de M.”, jugando tanto con la inicial de la Mussolini de sus libros y como con el popular acrónimo de mierda que se usa en Italia. En un muro cerca de su casa en Milán, una pintada no se andaba por las ramas: “Scurati, hombre de mierda”. Además, el escritor también ha recibido cartas amenazadoras, algunas con mierda incluida.
Pero, aun así, Scurati no se calla y sigue diciendo lo que piensa, aunque se toma tiempo para medir quirúrgicamente sus palabras. Asegura, por ejemplo, que le parece muy forzado calificar de fascista a Giorgia Meloni, la primera ministra italiana. “Pero está claro que tampoco se la puede definir como antifascista, porque ellas misma y muchos de sus colaboradores no se declaran antifascistas”.
Sostiene el autor de M. Los últimos días de Europa que la gran herencia que ha dejado Mussolini a Occidente no es el fascismo, sino el populismo. “Una herencia que, consciente o inconscientemente, también vemos en algunos líderes que se dicen de izquierdas”, acusa. “Los peligros para la democracia nunca se presentarán como lo hicieron en el pasado. Ese es un error que han cometido muchos intelectuales ante partidos de extrema derecha. El fascismo no resurge igual que en el pasado, con camisas negras, con su violencia intrínseca. Vuelve de forma diferente, vuelve de la mano del populismo”.
Europa ahora vuelve a estar en guerra, en un conflicto armado desatado en Ucrania por las ansias territoriales y de poder de Vladímir Putin. “Uno de los errores de Putin ha sido contar con la imparcialidad de Europa”, opina Scurati. “Pero lo que le falta a Europa es decidir su propio destino. Europa está contra Putin, sí, pero ¿quiénes somos? ¿Quiénes queremos ser? Yo esperaba que la guerra en Ucrania hubiera servido para impulsar la unidad política y militar europea, pero parece que no ha sido así”.
Cuando en mayo de 1938 Hitler viajó Italia (y acabó urdiendo una alianza con la Italia de Benito Mussolini), el profesor de Historia del Arte y arqueólogo Bianchi Bandinelli, un antifascista convencido, fue designado para hacer de guía al dirigente alemán en su visita a los museos romanos. Bandinelli se planteó asesinar a los dos líderes, pero finalmente no lo hizo. ¿Cómo habría sido la historia si lo hubiera hecho?
M. Los últimos días de Europa arranca precisamente con esa posibilidad que no se llegó a materializar. Pero la idea más importante que transmite el libro a lo largo de sus más de 400 páginas es que Mussolini tenía también la opción de no aliarse con Hitler. “Siempre hay una alternativa, siempre hay otra elección. Mussolini y Hitler plantearon un dilema terrible a Europa: o estáis conmigo o contra mí. Mussolini, como ahora Putin, siempre eleva la apuesta. Y decidió estar con el depredador”.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-05-08/el-gran-biografo-de-mussolini_3625119/