El 27 de abril de 1868, el estado le cedió al Ayuntamiento el atrio de Santo Domingo, donde se edificaron locales para comercio
ERIKA REYES / EL SOL DE PUEBLA
Desde que los misioneros dominicos llegaron a la Ciudad de los Ángeles en 1534 comenzaron a construir su conjunto conventual conformado por el atrio, un templo, cuatro capillas, un huerto y el convento.
El atrio de Santo Domingo siempre cumplió su función hasta que hace 150 años pasó a manos del gobierno. Entonces se fraccionó y se establecieron comercios y un mercado en su interior. Años más tarde pasó a manos de particulares cuando el gobernador de entonces lo perdió en una partida de naipes, al menos es lo que cuenta la leyenda.
Poco más de un siglo después, los cimientos del templo y sus capillas sufrieron afectaciones cuando los propietarios de la mayor superficie del atrio decidieron levantar un edificio. Fue entonces que la Comisión Defensora del Patrimonio detuvo la obra e interpuso amparos. Con apoyo del Instituto Nacional de Antropología e instancias federales, en 1985 el atrio de Santo Domingo fue recuperado para regresarle su historia y esplendor al conjunto conventual.
- Te recomendamos: Vecindades, de conventos a viviendas populares | Los tiempos idos
En la década de 1970 se comenzó la recuperación del atrio que por 15 años lució abandonado. Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla
Misioneros dominicos
Los primeros religiosos de la Orden de Santo Domingo, también conocidos desde sus primeros días como Orden de Predicadores, desembarcaron en el puerto de San Juan de Ulúa, Veracruz, en 1526. Fray Julián Garcés, sacerdote dominico que fue nombrado por el rey como obispo de la Nueva España en 1925, tomó posesión de su obispado en la diócesis de Tlaxcala hacia 1528.
Fue hasta 1534 que los misioneros dominicos se establecieron en la recién fundada Ciudad de los Ángeles con el objetivo de propagar el evangelio y convertir a los naturales a la fe católica. Fueron arropados por el obispo Julián Garcés, quien les concedió dos manzanas para establecer una iglesia mayor y su monasterio. La calle que se encontraba en medio de ambas se cerró para integrarse al conjunto conventual.
La propiedad de los dominicos quedó comprendida entre las antiguas calles de Arista (4 Poniente) y de Las Cruces (8 Poniente), y las calles 1ª y 2ª de Santo Domingo (5 de Mayo) y la calle de La Cerca de Santo Domingo (3 Norte). La que desapareció, era el antiguo callejón de La Camacha que es el tramo de la 6 Poniente que actualmente es la entrada al Mercado La Victoria, sobre la 5 de Mayo.
Los dominicos comenzaron la construcción de su convento y para 1611 ya se había concluido la iglesia (excepto la cúpula y la torre) que, en 1659, se consagró a San Miguel Arcángel, Santo Patrono de la Ciudad.
El callejón del atrio de Santo Domingo donde en ambas fotos aparece la Capilla de Mixtecos. La del lado izquierdo viendo hacia el templo y la del derecho hacia la 4 Poniente. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
El conjunto conventual
A mediados del siglo XVII los dominicos comenzaron la construcción de la Capilla del Rosario para promover el culto a la Virgen del Rosario y enseñar a los fieles el rezo del Santo Rosario. Fue inaugurada en 1690. Pero, además, construyeron otros tres templos. Uno fue la Capilla del Capítulo que era del mismo tamaño e igual de hermosa que la del Rosario. Estaba frente a esta, solo se atravesaba el transepto para llegar a ella, es decir, la parte que está justo frente al altar de la iglesia, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
“Esta capilla fue edificada sobre el área del callejón que se cerró (6 Oriente) cuando el obispo les concedió las dos manzanas. Cuando los bienes de la iglesia pasaron a ser propiedad del estado por las Leyes de Reforma (1856), hubo una sublevación de conservadores. En castigo, el clero poblano fue sancionado por los prejuicios y reparación del daño, pero se negó a pagar. Entonces derrumbaron la Capilla del Capítulo y una parte del convento para abrir nuevamente el callejón, que nombraron ´de la Reforma´”, señala.
Los otros dos templos se construyeron al costado poniente del atrio, que contaba con grandes dimensiones. Una es la Capilla de Morenos, que recibió ese nombre porque se construyó con dinero de los mulatos y mestizos. Después se le llamó Capilla de Terceros porque los dominicos la usaron para la tercera orden.
“En muchas congregaciones se distinguían tres clases de miembros: La orden de los frailes era la primera, la segunda era la de las monjas y la de terceros eran personas de todos los estados y condiciones comprometidas con la iglesia. Es la primera puerta que se ve de izquierda a derecha (parado sobre 5 de Mayo). La segunda puerta es la Capilla de Mixtecos llamada así porque ahí se predicaba en la lengua de los mixtecos que era diferente a la de los demás indígenas. Estas capillas aún existen, pero siempre están cerradas, yo solo he entrado una vez en mi vida, creo que era Semana Santa”, advierte.
Aspecto del mercado de semillas que se instaló en el patio del atrio, atrás de los locales comerciales. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
Además de ser la entrada a la iglesia y a las capillas, el atrio de Santo Domingo estaba destinado para múltiples funciones. En la esquina de las calles 5 de Mayo y 4 Poniente estaba el acceso principal al templo y el cementerio, porque durante el virreinato se tenía la costumbre de sepultar a las personas en un lugar consagrado, lo más cerca de Dios posible, y los atrios se utilizaban como panteones.
El atrio también era sitio para representaciones paganas y religiosas. Hugo Leicht relata que durante el virreinato ahí se hacía la representación de un combate entre moros y cristianos conocido como La Batalla (de Lepanto). La imagen de Nuestra Señora del Rosario se traía de Catedral y había cohetes. Dentro del atrio también estaba la portería o entrada principal al convento.
“El convento estaba al lado norte del atrio, donde todavía hoy se puede apreciar la arquería de la entrada compuesta de tres arcos. Ahora está tapiado y es la parte del lado izquierdo del Museo José Luis Bello y Zetina. Siguiendo hacia el norte estaban los demás edificios del conjunto conventual, como el de la Santa Inquisición; también había accesorias y vecindades que los dominicos rentaban para obtener ingresos. Hacia el poniente, atrás del templo y las capillas, estaban las huertas de los dominicos que después cedieron y se convirtieron en el mercado de la ciudad, antecedente del actual Mercado La Victoria”, detalla.
Cúpula de la Capilla del Rosario vista desde el pasillo al mercado de semillas, del lado de la 4 Poniente. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
El atrio desaparece
A mediados del siglo XIX, debido a las leyes de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos de 1856, las propiedades que habían pertenecido a la iglesia católica desde el virreinato, incluidos los templos y los conventos, pasaron a ser propiedad federal. Todas las órdenes religiosas de la ciudad perdieron sus inmuebles.
El 27 de abril de 1868, el estado le cedió al Ayuntamiento el atrio de Santo Domingo. Destruyeron la “puerta chata” que era el acceso principal al conjunto conventual y sobre las aceras de ambas calles, 4 Poniente y 5 de Mayo, edificaron accesorias para comercio. Al centro, en la parte de atrás de las accesorias, se dejó un patio que se utilizó como mercado de aves, semillas y cestas (1854).
- Te pueden interesar: Metepec, el emporio textil del siglo XX | Los tiempos idos
“El proyecto lo desarrolló un ingeniero civil y topógrafo que se llamaba Luis G. Careaga y Sáenz. Le encargaron la construcción de 14 comercios alineados sobre el perímetro de la calle 5 de Mayo dando la vuelta sobre la 4 Poniente. Eran una seria de comercios igualitos, siete de cada lado. También se hicieron dos entradas hacia el patio interior que funcionaba como mercado”, explica Velarde Tritschler.
“Dejaron un pasillo en forma de ´L´, que separaba la construcción de la iglesia del mercado, colocando un muro. Podías entrar por la 5 de Mayo y salir por la 4 Poniente, y viceversa”, agrega.
El mercado se comenzó a llamar Mercado de Arista porque ese era el nombre antiguo de la primera calle de la 4 Poniente.
Librería La Ilustración y la entrada al templo de Santo Domingo, sobre la calle 5 de Mayo, 1940. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
Una partida de naipes
A principios del siglo XX, el atrio de Santo Domingo pasó a ser propiedad de Eladio Martínez Pando, un español acaudalado casado con Guadalupe Presno y Pérez. Vivían en la 18 Poniente, donde ahora está el Mercado 5 de Mayo. Eran verdaderamente ricos.
“La leyenda urbana cuenta que el atrio de Santo Domingo se perdió en un juego de cartas. En la revista El Avante que se publicaba en 1930 y de la que era director Francisco Mata, dice que en 1928 se jugó una partida de naipes entre el gobernador provisional Donato Bravo Izquierdo y un español rico de nombre Eladio Martínez Pando, perdiendo el primero en favor de segundo nada menos que el atrio de Santo Domingo. Me surgieron varias interrogantes, cómo era posible que una propiedad federal se hubiera perdido en una partida de naipes cuando la Constitución dice que los bienes de la nación son inalienables e imprescriptibles”, narra.
Lo que realmente sucedió fue que Eladio Martínez Pando era dueño de una construcción en la antigua Calle de Hernández (9 Oriente) que le rentaba al ayuntamiento para que funcionara como rastro municipal (ahora es la inspección de policía en la esquina con la 16 Sur).
Hojas del expediente que describe cómo el Ayuntamiento se atrasó en los pagos de la renta y creó una deuda que después no pudo pagar y las acciones que tomo la Comisión Defensora del Patrimonio para recuperar el atrio. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
“Esto lo sabemos gracias a unos documentos notariales que heredó la investigadora Luz Carmen Brito, de Puebla Antigua, de su tío abuelo, el abogado y magistrado Juan Manuel Brito Velázquez. Es un expediente de 85 páginas que describe cómo el Ayuntamiento se atrasó en los pagos de la renta y creó una deuda que después ya no podían pagar. Era la época posrevolucionaria y no había ingresos. Martínez Pando entabló un juicio contra la alcaldía. A alguien se le ocurrió comprarle el edificio del rastro y saldar la deuda, dándole en pago el atrio de Santo Domingo. Él aceptó, pero todavía le tuvieron que pagar un dinero. Para tal operación no se contó con la aprobación del Congreso del estado ni consta tampoco en el periódico oficial, por eso es algo que no muchos saben”, advierte.
El 12 de abril de 1928 se realizó la transacción con la que el edificio del rastro pasó a ser propiedad del ayuntamiento y Martínez Pando se hizo dueño del atrio de Santo Domingo, quien de inmediato lo fraccionó y comenzó a vender a particulares.
“En 1944 compran la fracción que da a la 5 de Mayo, con superficie de 208.33 metros cuadrados, el señor José Jacobo, y la fracción sur del atrio, con superficie de 259 metros cuadrados, el señor Eusebio Rugarcía, quienes levantan edificios de 3 y 2 pisos, respectivamente. El 8 de julio de 1957 la fracción restante del atrio, con una superficie de mil 720 metros cuadrados, pasa a ser propiedad de los señores Abelardo y Basilio Sánchez Gutiérrez”, describe.
Los poblanos de la época no se imaginaban que ahí había sido el atrio del templo, por eso la Comisión Defensora del Patrimonio realizó publicaciones para hacerlo del conocimiento público. Foto: Colección Gustavo Velarde Tritschler
La defensa del atrio
En la esquina de las calles 4 Poniente y 5 de Mayo, los Sánchez Gutiérrez establecen la papelería La Tarjeta, que fue muy famosa en la ciudad. En 1969 construyen la Inmobiliaria Isabel de Puebla S.A. después de una serie de proyectos y contando con la autorización del ayuntamiento y del gobierno del estado, en marzo de 1970 demolieron las construcciones existentes en el atrio e iniciaron las obras para levantar un edificio de 22 metros de altura, lo que afectó los cimientos de la iglesia de Santo Domingo.
La Comisión Defensora del Patrimonio encabezada por los artistas Fernando Ramírez Osorio y Ramón Pablo Loreto detuvo la obra e interpuso amparos, también intervino el INAH. El expediente de compra-venta del atrio, que menciona el investigador, incluye copia de las actas que reunió este comité para establecer la defensa del atrio de Santo Domingo.
“A través de su departamento de Obras Públicas y del dictamen u opinión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), previas condiciones que no se cumplieron, se excavaron cerca de 9 metros de profundidad para cimientos hasta el borde mismo del templo de Santo Domingo, denotando claramente la magnitud del edificio que se apoyaría en ellos y provocando cuarteaduras en la cúpula de la capilla del rosario… El proyecto contemplaba un estacionamiento subterráneo, locales comerciales en el primer piso y una serie de estacionamientos en las plantas superiores hasta alcanzar la altura de 22 metros”, detalla.
Aspecto del atrio de santo Domingo cuando fue recuperado para devolverle su esplendor al conjunto conventual. Foto: Cortesía Archivo General Municipal de Puebla
Los poblanos de la época no se imaginaban que ahí había sido el atrio del templo, por eso la Comisión Defensora del Patrimonio realizó publicaciones para hacerlo del conocimiento público y solicitó al gobierno restituirlo a la ciudad.
“La Secretaría del Patrimonio Nacional paró los trabajos el 6 de junio de 1970, pero el juez segundo de distrito, el licenciado Manuel del Río Gobea, autorizó la construcción del edificio en los terrenos del atrio… El director de Obras Públicas del estado, arquitecto Arnulfo luna Arévalo, autorizó que la Inmobiliaria Isabel continuara la obra y esta firma intensificó la construcción a razón de tres turnos diarios… Al fin, con ayuda de la Secretaría de Educación Pública, la del Patrimonio Nacional se impuso y el 30 de junio de 1970 logró detener la cimentación del edificio proyectado”, asegura.
La esquina de la 5 de Mayo y 4 Poniente permaneció abandonada desde el 20 de marzo de 1970 hasta 1985. Se podía ver la barda perimetral con las cortinas de los comercios que hubo y, en la parte de atrás, estaba el hoyo que habían excavado.
“Para restituir el atrio a la ciudad, el estado le compró la propiedad a cada uno de los dueños. José Jacobo y Eugenio Rugarcía aceptaron de inmediato, pero los Sánchez Gutiérrez no. Extraoficialmente se dice que en 1975 pidieron 25 millones de pesos. Al final, según el expediente, se les pagó 8 millones por la superficie de mil 720 cuadrados que era de ellos”, concluye Velarde Tristschler.
Después de un proceso de 15 años, en 1986 el atrio de Santo Domingo fue rescatado y comenzaron los trabajos para regresarle su historia y esplendor.
Así luce hoy el atrio de Santo Domingo, sobre la calle 4 Poniente. Foto: Iván Venegas | El Sol de Puebla