Por Luis Martínez
@LuisMartiMX
Hay kilómetros de ellas en la ciudad, se pelean cada metro, las borran, las repintan, tachan las del contrincante, repiten una y otra vez el mismo apellido.
El pretexto es un libro, una entrevista o hasta un mes del año; se mantienen al margen de lo legal, mientras olvidan lo legítimo. Hoy, en su mayoría, los espectaculares y las bardas no son de los viejos partidos, de esos que lo hicieron por décadas, son de figuras que buscan mantenerse en el poder desde el partido-movimiento del Presidente.
Estos políticos parecen recordarnos que el priismo no es una filiación política mexicana, sino un estilo de entender y ejercer el poder. Que el priismo está fuertemente entrañado en las personas dedicadas a la política de izquierda y de derecha.
El obradorismo llegó al poder con la consigna de cambiar la vida pública del país, incluso instituyó códigos de ética y comportamiento para quienes accedieran a cargos públicos; sin embargo, casi un lustro después de cara a la primera renovación presidencial y gubernamental posterior al triunfo de Morena en 2018, muchos políticos poblanos olvidaron -o nunca asumieron- sus compromisos con el pueblo de México que los respaldó.
Ellos, en mayor o menor medida utilizan el símbolo obradorista como un credo reivindicador que les redime de sus viejas culpas y pecados, que justifica sus mañas y alianzas.
El poder justifica hasta las alianzas más perversas: expriistas con expanistas, rufianes experredistas sentados con quien apenas unos años juraban detestar, incluso morenistas seducidos por el poder y los privilegios que hoy son adictos al “aiga sido como aiga sido”, y que aún en nombre de la Cuarta Transformación traicionan sus propias convicciones.
Hoy las bardas reflejan una ensalada de “ismos” en donde el marinismo, morenovallismo y yunquismo parecen mimetizarse entre apellidos trazados a dos tintas.
Vuelven a la vida como no debió ser los destapes, las cargadas, las reuniones de amigos, las operaciones, los acarreos, las bardas, los espectaculares y las entrevistas a modo.
Observo un mucho de patriarcado en esas bardas, y aunque algunos aseguran que son aportaciones, que es la voz del pueblo clamando por su nombre y que son reflejo de la voluntad popular, lo cierto es que todos ellos, sí en su mayoría hombres como siempre, satisfacen su orgullo propio viendo una y otra vez su apellido en las calles.
Por eso escribo hoy este artículo sin el cuidado de un lenguaje inclusivo, porque lo que se ve no se juzga y hoy los aspirantes a la gubernatura en #Puebla se andan midiendo las bardas.
Hasta la próxima.