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Cómo evitar en el siglo XXI que un idioma se muera: «Hay más de 3.000 en peligro de extinción» | Papel

Una ONG ha creado un registro online para preservar formas de expresión casi extinguidas, como el itonama, con sólo dos hablantes. «Los idiomas son como museos mentales compartidos», aseguran

FOTOGRAFÍA: ALBERTO DI LOLLI

JOSÉ MARÍA ROBLES / PAPEL

Hace justo 15 años, la nativa americana Marie Smith Jones falleció en Alaska llevándose consigo las palabras y sonidos de la lengua eyak. ¿Cómo se diría aurora boral? ¿O huella sobre la nieve?

En el último siglo se han extinguido en todo el mundo alrededor de 400 idiomas, aproximadamente uno cada tres meses. Como todo es susceptible de empeorar, se estima que el 50% de los 6.500 restantes habrá desaparecido a finales de este siglo… aunque las voces más apocalípticas calculan que dicha pérdida -la cara oculta de la biodiversidad- podría ser de hasta el 90%.

Anna Luisa Daigneault, directora regional para toda América de la ONG Living Tongues Institute for Endangered Languages, le gusta definir los idiomas como «museos mentales compartidos». También insiste en destacar que aquellos que están en un tris de perderse en el viento no necesariamente remiten a selvas frondosas y atolones inaccesibles. Pueden estar mucho más cerca de lo que nos imaginamos.

«Hay más de 3.000 en peligro de extinción y muchos de ellos necesitan urgentemente documentación y revitalización, por lo que ahora mismo es imposible evaluar cuáles son los 10 más amenazados», aclara Daigneault por correo electrónico. «Las que demandan una intervención más apremiante son aquellas de las que sólo quedan pocos hablantes, escasa documentación y una frágil o inexistente relación con otra lengua. Un ejemplo es el itonama, hablada en Bolivia sólo por dos personas. Sin embargo, se están haciendo ingentes esfuerzos para revitalizarla en escuelas del pueblo de Magdalena. Hay jóvenes interesados en usarla en su día a día. El primer diccionario vivo de itonama ayudará a poder acceder online a esta lengua y hacer que la información sea accesible para quienes la necesitan».

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La ONG con sede en Oregón (EEUU) tiene constancia de que existe al menos un centenar de lenguas con apenas un puñado de hablantes. En la misma lista roja que el itonama en Bolivia podrían estar el ainu en Japón, el yagán en Chile, el ayapaneco en México o el kiyansi en la República Democrática del Congo. Living Tongues Institute ofrece de forma gratuita y en 12 idiomas su generador de diccionarios multimedia, una herramienta que permite a todo aquel que tenga interés hacerse el suyo y no limitarse a la típica entrada en la Wikipedia.

Jordi Bascompte, ecólogo y catedrático de la Universidad de Zúrich, y Rodrigo Cámara-Leret, experto en biodiversidad en el mismo centro, analizaron hace dos años más de 3.500 especies vegetales asociadas a lenguas indígenas de Nueva Guinea, la Amazonía y América del Norte. Concluyeron que el 75% de los usos medicinales de dichas plantas sólo se conocían en una lengua específica. En consecuencia, alertaron de que la extinción de las lenguas indígenas conlleva la desaparición de un conocimiento fundamental, hasta el punto de que podría reducir las posibilidades de desarrollar en el futuro medicamentos derivados de plantas medicinales.

«Las lenguas contienen información clave relacionada con la gestión de la tierra, patrones de supervivencia, parentesco y relaciones sociales, costumbres locales, cosmología… Cada idioma representa una forma única de interpretar y transmitir la experiencia humana en un contexto cultural y ambiental específico», contextualiza Daigneault. «Un idioma no es solo es una lente a través de la cual se percibe el mundo, sino un vehículo que uno usa activamente para navegar por él. Proverbios, chistes, letras de canciones… El potencial creativo de un idioma trasciende la existencia de un solo individuo; es el sonido de un alma colectiva. Cuando una lengua deja de ser hablada y transmitida, su esencia se pierde. Sin una documentación sistemática quedarán pocas evidencias de que el idioma haya existido».

El lingüista Guillaume Leduey nació en 1989 en Le Havre (Francia). Desde los 12 años, y con material educativo facilitado por el Alaska Native Language Center, ha estado aprendiendo eyak por su cuenta. No llegó a conocer a Marie Smith Jones, pero es la única persona en el mundo con la que la nativa podría haber hablado. Hoy, lucha por resucitar su lengua.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/cultura/2023/04/09/642d6714e4d4d8eb6d8b4576.html

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