El periodista que más conoce al círculo íntimo del Papa, así como a sus enemigos, regresa con un nuevo libro que también es una radiografía de la lucha de fuerzas políticas en el mundo
ENRIQUE ZAMORANO / ACyV
Las maquinaciones dentro del Vaticano no cesan. Los nervios están a flor de piel en el ala más reaccionaria y tradicionalista tras un hito tan importante como la muerte de Benedicto XVI, a quien consideraban como guía teológica e intelectual. El papa Francisco, mientras tanto, se debate entre volver un paso atrás para luego dar dos más hacia delante en su misión de implantar reformas que sentarán un antes y un después en el seno de la Iglesia Católica. Las conspiraciones contra él no se reducen al interior de los muros del Vaticano. Los tentáculos de los purpurados más radicales se extienden a grandes estados, organizaciones, fundaciones y empresas que operan en la sombra, en el mundo virtual y físico. De fondo, el sempiterno nombre de Steve Bannon figura como uno de los instigadores de todo este plan alineado con los valores más tradicionales de la Iglesia Católica, la ideología más a la derecha del espectro político y la doctrina económica ultraliberal.
Mucho ha pasado desde entonces, más allá de la muerte de Ratzinger. La invasión de Rusia a Ucrania ha roto el equilibrio entre las dos grandes superpotencias y la victoria de la extrema derecha en el mundo ha despertado a viejos fantasmas de la historia. Uno de ellos, de inspiración mussoliniana, gobierna el territorio que rodea la Santa Sede. Vicens Lozano, periodista catalán que lleva toda la vida cubriendo la información oficial y extraoficial vaticana, es uno de los hombres del mundo que más conoce al círculo íntimo que rodea al Pontífice. En 2021 publicó Intrigas y poder en el Vaticano (Roca Editorial), y ahora, menos de año y medio después, ahonda en la fractura que existe entre estas dos posiciones enfrentadas, las cuales son una representación viva de la batalla política y cultural de nuestro tiempo. Lo hace con Vaticangate. El complot ultra contra el papa Francisco y la manipulación del próximo cónclave, en el cual recupera viejas y nuevas fuentes (algunas de ellas como veremos más adelante salieron escaldadas tras la publicación de su anterior volumen) para trazar una pertinente y lúcida mirada del presente de la institución eclesiástica con proyección de futuro.
«He tenido muchos problemas con mis confidentes del Vaticano y muchos se han negado a hablar para este nuevo libro»
PREGUNTA. Hace tan solo 16 meses que publicaste Intrigas y poder en el Vaticano, tu anterior libro. En él hablabas más de todos los misterios relacionados con el Vaticano. Este indaga en el presente y parece estar proyectado hacia el futuro. ¿Has tenido un sentido de urgencia a la hora de escribir Vaticangate?
RESPUESTA. Sí, la conspiración contra el Papa está en marcha y cada día avanza más. También quería que coincidiera la publicación de este nuevo libro con el décimo aniversario de su Pontificado, el día 13 de marzo. Ya tenía recopiladas una serie de informaciones que tenía que ratificar. He tenido muchos problemas con mis confidentes del Vaticano y muchos se han negado a hablar, lo que me ha obligado a reconstruir otra red de fuentes informativas, también en Estados Unidos, para ampliar más y que me fueran confirmando las ideas. Esto fue a finales de diciembre, a punto de terminar el año. Luego, escribí todo sobre la marcha según los inputs que iba recibiendo y las entrevistas que me iban concediendo. La redacción tuvo que ser rápida, ya que quería ser lo más actual posible. También, como dices, quise proyectarlo hacia el futuro, para cuando el Papa renuncie o muera y saber qué es todo lo que se está preparando para el futuro cónclave.
P. ¿Está cerca el final del pontificado de Francisco?
R.Yo creo que no. Sus amigos más íntimos insisten en que el Papa quiere continuar. Sus enemigos extienden rumores para perjudicarle: que si está enfermo, que si tiene un cáncer terminal y que si está impedido física e intelectualmente. Pero Francisco tiene ganas de seguir impulsando las reformas que quiere llevar a cabo. Aún le queda mucho trabajo por delante. Esto no quiere decir que, en un momento dado, pueda tener un gesto en línea con su predecesor, a quien admira, y diga «hasta aquí he llegado», pero yo creo que le faltan varias cosas por dejar atadas. Seguramente nos dé muchas sorpresas. La última, conocida hace nada: los cardenales tienen que pagar sus palacios y las residencias donde viven.
P. Has mencionado que muchas fuentes internas del Vaticano se han negado a darte información tras la publicación del anterior libro. ¿Cómo ha afectado esto a la confianza y la predisposición de tus fuentes para seguir brindándote información y, en general, cómo sentó la publicación de Intrigas y poder en el Vaticano?
R. Por supuesto que ha tenido repercusiones, sobre todo entre mis fuentes. Desde entonces he obtenido más largas a la hora de hablar por teléfono con ellas. Luego, descubrí que se habían dado órdenes de no hablar conmigo, y peor aún, que mis informaciones desveladas habían tenido repercusiones para personas que hablaban en el primer libro. Mucha gente ha sufrido represalias y ha tenido problemas para continuar con su carrera o ascender a puestos importantes a los que querían llegar. ¿Quién? No lo sé, no tengo constancia, lo que sí sé es que al sector más conservador y tradicionalista de la Iglesia en el Vaticano no le ha sentado nada bien porque desvelaba muchos entresijos intramuros que no se conocían por el público general. Y muchas de las informaciones que revelé estaban respaldadas por ellos, eh. Sé que no les gustó lo que saqué, pero no por ello han negado que no sea verdad.
Muchos de los personajes que hablaron conmigo les cubrí en el anonimato, pero luego ha habido investigaciones internas para conocer su identidad, algo que me sorprendió muchísimo. Pero bueno, el libro al final sale en defensa del Papa y en las reformas que quiere acometer, lo que pasa que este sector tradicionalista es demasiado ruidoso, y tiene poder para frenar informaciones que no quieren que salgan al exterior. La voluntad de transparencia del Vaticano solo la persiguen aquellos más próximos al Papa, pero más allá de esto sigue imperando la ley del silencio.
P. Uno de los grandes hitos que se han producido entre este libro y el anterior es la muerte de Ratzinger. ¿Cómo lo viviste y se vivió dentro de la Santa Sede?
R. Me pilló justo antes de entregar el manuscrito, el 31 de diciembre, por lo que tuve que redactarlo como si ya hubiera muerto y según lo que creía que iba a suceder. Al final estaba en lo cierto. Ratinzger era una gran figura cultural, espiritual e intelectual para todo el sector conservador, que quería atraerle hacia él y a su vez servía para mantenerles moderados. Ellos no lo consiguieron del todo. Sin embargo, después de su fallecimiento, la oposición contra el Papa se ha destapado más aún y ya han apuntado contra él todos los dardos, digamos, sin medidas cautelares. Para Francisco también supuso un alivio el hecho de librarse de su figura de control, a escasos 300 metros de dónde él vivía, lo que le ha permitido una mayor libertad de movimiento.
P. Que dos papas coincidieran en el tiempo fue una situación inédita. ¿Crees que el hecho de que hubiera esos dos contrapesos ideológicos y doctrinales, como decías en tu primer libro, hacía que las fuerzas tradicionalistas del Vaticano se mantuvieran más o menos calladas y el Papa estuviera más protegido? ¿Ahora que Benedicto XVI ha muerto, el Papa se encuentra más indefenso?
R. Sí, a Francisco le interesaba la figura de Benedicto XVI. Siempre se refería a él cariñosamente como «el abuelo» y tenerlo en casa le tranquilizaba, lo que pasa es que era un abuelo muy crítico. En muchos sentidos esta crítica estaba internalizada, más en círculos cerrados que exteriormente. La cohabitación de los dos en el Vaticano no ha sido positiva para la Iglesia, en general. A Francisco le servía para tomar el pulso de cuál era el pensamiento de ese sector que representaba. Pero al mismo tiempo era un obstáculo para sus reformas, también lo era para los tradicionalistas, que no podían oponerse frontalmente a Bergoglio. Ahora se ha desmadrado. Cardenales que eran moderados ahora van mucho más directos contra Francisco. La muerte de Ratzinger ha sido una pérdida para la Iglesia, es uno de los grandes teólogos del siglo XX y una personalidad intelectual con más de 100 libros publicados y que a día de hoy son una referencia para ese sector tan conservador.
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P. Otro gran hito acaecido esta vez fuera del Vaticano es la guerra de Ucrania. En el libro mencionas que Francisco acudió a la embajada rusa al día siguiente de que Putin comenzara la invasión y también las negociaciones con el alto representante de la Iglesia Ortodoxa en Rusia, quien le despachó enseguida mostrándose a favor de la invasión.
R. Este ha sido el gran problema que ha sucedido en estos años, sí, también para el Papa, que confiaba en el patriarca ortodoxo para contener las intenciones del Kremlin y Vladímir Putin. Pero no fue así, y yo creo que fue un error de cálculo por parte del Pontífice, porque Rusia es una nación en el que la Iglesia y el Estado son uno solo. Era lógico que Kirill se posicionara a favor de Putin. Y eso significó un fracaso importante para el Papa al no poder mediar en el conflicto. Quería sentar en la mesa a Zelenski y a Putin para llegar a un tipo de acuerdo que bajara las armas. Este es un conflicto que es muy amplio y excede a las fronteras rusa y ucraniana, ya que hay intereses de un mayor control del suelo europeo por parte de las superpotencias, Rusia, Estados Unidos y ahora también China, que actúa como observador interesado y a pesar de no intervenir en el conflicto directamente, piensa sacar tajada de un supuesto acuerdo final.
P. También Francisco pecó de equidistante, al criticar algunas de las acciones de Kiev contra Putin y en particular contra su ideólogo, Aleksandr Duguin, condenando el asesinato de su hija. ¿Crees que todo ello le ha hecho perder relevancia al Vaticano en el conflicto y perder su poder negociador?
R. Evidentemente, el Vaticano está posicionado con las tesis occidentales, pero no olvidemos que el Papa ha sido muy crítico no solo con Ucrania, sino también con la Unión Europea y la propia OTAN. Ahora mismo nos movemos en una situación internacional que viene de la Guerra Fría y que está en frágil equilibrio. Hay unas áreas de influencias muy claras que cuando se distorsionan, con una invitación a formar parte de la OTAN o con una invasión, rompen el equilibrio.
Y esto el Papa lo ha definido muy bien, lo cual no quita para que un pueblo soberano como Ucrania tenga derecho a elegir su propio futuro. De todas formas, tener al ejército de la OTAN desplegado a las puertas de la frontera con Rusia no ayudó en ese momento. Esto ya ocurrió antes, con la crisis de los misiles en Cuba, cuando estuvimos al borde de una guerra nuclear. Ahora, con ese equilibrio roto, pueden producirse otros conflictos similares en el mundo, en zonas como Taiwán, hacia la que mira Estados Unidos. Ucrania es un antecedente de otros problemas que podrían llegar a producirse.
P. Una gran parte de la oposición a Francisco viene de Estados Unidos, con Steve Bannon, el asesor de Trump, a la cabeza. Otro de los hitos que han sucedido en este país es la derogación de la ley del aborto, precisamente en mitad del gobierno de Joe Biden. Teniendo en cuenta que uno de los fundamentos indiscutibles de la Iglesia es su posición provida, ¿crees que la ultraderecha mundial se ha anotado un nuevo tanto con la derogación de esta ley, un tanto que acrecienta la oposición a Francisco?
R. Sí, ha sido una gran victoria de ese sector radicalmente conservador. Esta medida ha sido recibida como un ataque directo a Estados Unidos y su forma de vida por parte de magnates millonarios religiosos que tienen todo tipo de fundaciones trabajando por un mundo en el que la Iglesia tenga mucho más peso y hacia una economía ultraliberal. El gran estratega y líder de estos grupos a nivel internacional es Steve Bannon, cuyas organizaciones e ideas mueven a millones de personas. Todo ello es fruto de un antiguo modelo de confrontación entre el capitalismo occidental y el socialismo soviético. Vivimos en un momento en el que el capitalismo se ha vuelto más arrollador después de que el comunismo fuera derrotado. Occidente y estas ideas capitalistas se sienten fuertes no solo a nivel ideológico, sino territorial. Y a nivel internacional, la izquierda vive sus horas más bajas.
P. El asalto de estas masas reaccionarias al Capitolio, primero de Estados Unidos, y luego al Parlamento de Brasil, hizo saltar todas las alarmas. A lo largo de tu libro hablas con personas de gran poder dentro de la Iglesia y de los estados que impulsan estos movimientos mediante campañas por Internet… En ocasiones no dudan en amenazar con «hacer sonar las trompetas de Jericó». Me pregunto si sería posible, aunque sea una idea muy loca, que se repita una escena similar a la del Capitolio o el Parlamento brasileño en el Vaticano contra el Papa Francisco.
R. Yo soy periodista, no adivino, y esto entronca más con la política ficción (ríe). Pero sí, hay una estrategia a nivel internacional de no reconocer al adversario que se impone por métodos democráticos. Entonces, se lanzan todo tipo de bulos que deslegitiman elecciones y hacen creer en el fraude electoral. Desde el punto de vista de la Iglesia, esta ha perdido mucho poder de influencia en el mundo, ya que cada vez hay menos fieles y menos vocaciones sacerdotales. Pero esto no quiere decir que haya perdido poder de influencia en los Estados y en los sectores económicos.
El poder eclesiástico sigue siendo crucial en el mundo, se mantiene intacto, incluso en naciones donde hay una cultura secular muy importante como Francia. Y dentro de ese poder, los tradicionalistas moderados son mayoría, aunque sea un poder fáctico en un Pontificado que es más de corte reformista. Estos, los tradicionalistas, ostentan un gran poder, simple pero efectivo, a través de una maquinaria burocrática tremenda, con obispos repartidos por todo el mundo, muchos de ellos nombrados por los dos antiguos pontífices que no quieren perder privilegios y tampoco esos principios eclesiásticos duros. Es un poder que va más allá de lo que todos percibimos a simple vista.
P. Hablas de la intención de los más tradicionalistas de volver al escenario pre-Concilio Vaticano II, en oposición a las ideas del Papa, que con su Camino Sinodal busca democratizar más la Iglesia. ¿Cómo se contraponen ambas ideas?
R. El Concilio Vaticano II fue un momento histórico de hace 60 años que marcó un antes y un después porque propugna una Iglesia más abierta, más sinodal, más participativa y democrática. En definitiva, quitar el poder centralista de Roma y distribuirlo entre todas las diócesis del mundo. Este entra en vigor con el Pontificado de Juan Pablo II, lo cual es una contradicción histórica, porque fue el Papa más conservador de la historia contemporánea. El Concilio trajo importantes movimientos en el mundo de, como una mayor apertura en la relectura de los Evangelios y poner a la Iglesia del lado de los pobres. Francisco se propone ir más allá de este Concilio, a lo que se oponen sus enemigos, entre ellos lefebvristas que quieren volver a un estadio anterior al Concilio. Lo hemos visto, por ejemplo, con el decreto de prohibición de dar las misas en latín, lo que ha enfadado al sector opositor y ha dado más pretextos para ir en su contra.
P. ¿Cómo ha cambiado la relación entre el gobierno de Italia, ahora presidido por Meloni, y el Vaticano?
R. Hace cuatro años Fratelli d’Italia tenía solo un 4% de intención de voto entre los italianos. ¿Qué ocurrió? Meloni se situó fuera del sistema y fuera del amplio gobierno de coalición, lo que le dio alas y visibilidad. La ultraderecha a nivel internacional opera a través de estrategias calculadas al milímetro, presentándose como una alternativa de poder nuevo, sobre todo a la gente joven, disfrazándose de antisistema.
Este cambio de lenguaje y esta imagen se ha llevado a cabo a través de importantes laboratorios que han trabajado mucho las redes sociales y todos los medios de comunicación que usa la juventud, aportando aires renovadores que en realidad son falsos, pues provienen de ideologías de antaño, en este caso del Movimiento Social Italiano de Mussolini. Algo parecido ocurre en España con Vox. Estos movimientos vienen dirigidos por líderes antidemocráticos que no aceptan los resultados electorales y que, como ha sucedido en Estados Unidos, cuando pierden ponen efectivos para desprestigiar las instituciones y ganar adeptos con una imagen antisistema y que parece moderna o actual, pero que en realidad alude y reivindican a los períodos más oscuros de la historia, como es el fascismo en Italia o el franquismo en España.
P. ¿Y aquí en España? Se sabe que hay posiciones bastante enconadas ideológicamente entre los distintos obispos.
R. Sí, tradicionalmente en España la Iglesia ha sido muy cercana a los problemas reales de la gente, como el paro juvenil, la discriminación de las mujeres, la acogida de inmigrantes… Pero existe una jerarquía eclesiástica, y en el caso de la española, que fue heredera del franquismo, ha habido aires renovadores. Poco a poco, la Conferencia Episcopal Española se ha ido renovando, pero no existe un consenso, como por ejemplo en el tema de la investigación de los casos de abusos sexuales y pederastia. En Francia, por ejemplo, se ha sometido a una investigación rigurosa e independiente. En España, han salido 300.000 casos pero se calcula que hay más de medio millón, y la Iglesia española, a través de la Conferencia Episcopal, se ha negado a que existiera una investigación independiente, no queriéndose sumar a la comisión creada por el Defensor del Pueblo. Tan solo han creado un gabinete vinculado al sector más tradicionalista.
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El presidente, José Omella, es uno de los hombres de confianza de Francisco, pero no está para nada en sintonía con el otro conjunto de obispos españoles, que siguen negándose a acometer las reformas necesarias y a que haya una investigación en lo referente a estos casos. Omella lo desearía, pero tiene dificultades para exigir un consenso que lo permita. Este es el motivo por el que estamos acostumbrados a declaraciones por parte de los obispos muy vehementes con las posiciones más tradicionalistas, que buscan una Iglesia muy cerrada en sí misma. Una Iglesia que condena la homosexualidad, el divorcio, el aborto y el relativismo que ellos asocian al siglo XXI. Es muy difícil avanzar así, también teniendo en cuenta el gran poder que tiene la Iglesia en todos los sectores, financieros, militares, judiciales…
P. Una de las grandes ideologías de nuestra época es el feminismo, y el Papa es muy consciente de esto. ¿Cómo podría hacer (o ha hecho ya) para integrar más a las mujeres y que tengan un papel mayor en la Iglesia?
R. El Papa predica con el ejemplo. Él ha dicho que la Iglesia «es madre», y por tanto «mujer». Francisco ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que en el futuro ellas puedan celebrar misa e, incluso, en situaciones de emergencia, administrar los santos sacramentos. También ha ordenado a figuras femeninas importantes dentro de la Iglesia, incluso no religiosas sino laicas, con un perfil profesional claro, porque creen que tienen grandes cosas que aportar. Además, las está nombrando como miembros en los Dicasterios, en el Sínodo de Obispos ha puesto a tres mujeres con los mismos derechos de voz y voto que tienen los hombres, lo que está propiciando que cada vez las mujeres tengan cargos importantes en la dirección y gobierno eclesiástico.
Además, es muy consciente de situaciones en conventos en los que diversas monjas han empezado a denunciar casos de abusos de poder, algunos hasta sexuales. Ha habido hasta una especie de #MeToo, del cual yo también hablo en el libro, y que ha significado una verdadera revolución en las bases católicas. El Papa cree que ha habido una gran mejora de las funciones de gestión y administración del Vaticano gracias a la entrada de varias mujeres en los últimos dos años.
P. Al final del libro mencionas un documento que presentará Francisco, el Gaudium Vitae, el cual servirá para sentar las bases de esa Iglesia del futuro, «más auténtica, más humilde, más pobre, más espiritual», y el cual ahondará en cuestiones tan controvertidas como la moral sexual o el uso de anticonceptivos.
R. Sí, ese texto está en marcha y me sirvió para dar una perspectiva un poco optimista y esperanzadora ante el contexto tan negro que dibuja la extrema derecha internacional. El Gaudium Vitae servirá para profundizar en el Camino Sinodal de Francisco, que busca emprender un gran debate sobre lo que no funciona en la Iglesia actual para adaptarla a los nuevos tiempos y a amenazas actuales como el cambio climático o temas como el divorcio, el aborto, la homosexualidad que ha llevado a tantos sacerdotes a abandonar la Iglesia… Esto serviría para avanzar hacia un poder eclesiástico más pobre y con más autoridad moral, más cercano a los problemas de la gente.
El Papa habla de que la Iglesia debería ser un hospital de campaña, con parroquias abiertas las 24 horas para atender a gente que sufre problemas de marginalidad, como inmigrantes y refugiados o desahuciados, para dar cabida a todos los perdedores de un sistema económico injusto, y a la vez recuperar los principios de la fe, avanzando en los preceptos aprobados en el Concilio Vaticano II. Francisco busca que los obispos, sacerdotes y cardenales sean «pastores con olor a oveja», cercanos a la gente humilde. A mí me han hablado de este documento como el más importante, una encíclica que se presentará en un futuro no muy lejano, al final del Pontificado, aunque este tarde en llegar.
P. Por último, si el Papa da una imagen es de accesible. Me pregunto si has podido llegarle a conocer personalmente o si ha leído tus libros y qué piensa de ellos. ¿Crees que de algún modo contribuyen a su propósito?
R. No, no he podido hablar con él pero sí que me le he encontrado varias veces. Nunca he conseguido una entrevista con él, ya que es muy selectivo con los medios a quienes se las concede. Yo sigo confiando en que ese encuentro se pueda producir. Me he acercado durante todos estos años al círculo más íntimo del Papa para conocer quién es, cómo trabaja, lo que piensa y demás. Y esto es lo que me ha permitido saber qué está haciendo, cómo y por qué lo hace. Yo sé qué el Papa ha leído los libros, al menos se los han entregado, pero de momento no me ha comunicado nada.
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Espero en los próximos meses tener un acercamiento con él para que me deje saber por dónde van las cosas. Pero es difícil, ya que es muy difícil poder acercarse a cualquier Papa, incluso a este, aunque le guste la proximidad con la gente, pero eso no quita para que sea cauto. Al fin y al cabo, es consciente de que la Iglesia está profundamente dividida entre un sector que reclama reformas desde hace décadas y otro que no está dispuesto a ceder ni un ápice sus privilegios. Pero también sabe que el periodismo debe hablar de la realidad y no enfangar una institución como la que preside. Arrojar luz sobre lo que sucede dentro permitirá cambiar las cosas, sé que lo sabe. Yo intento hacer el periodismo más objetivo posible, no hay una coma de ficción en este libro.