La seducción ha cambiado más en los últimos 10 años que en los 10.000 anteriores, pero nuestra biología sigue igual que en la Edad de Piedra. La consecuencia: pese a las ‘apps’ de citas, ligamos menos y, sobre todo, peor
IRENE HDEZ. VELASCO / EL MUNDO
La universidad Northwestern de Illinois, considerada una de las 10 mejores de EEUU, ofrece casi 300 titulaciones, pero hay una asignatura en especial en la que hay tortas para entrar: se llama Construir amor y relaciones duraderas. En esa clase, la más popular del campus, se estudian las relaciones amorosas e íntimas y, entre otras cosas, cómo pedirle salir alguien. De hecho, uno de los ejercicios prácticos es lanzarse a cortejar a alguien en persona, no a través de una web o una aplicación…
Ligar, seducir y galantear para encontrar pareja es algo tan antiguo como la misma Humanidad. Sin embargo, la forma en que intimamos ha cambiado más en los últimos 10 años que en los 10.000 anteriores. Mientras tanto, nuestra biología sigue siendo la misma que en la Edad de Piedra.
Los móviles son los culpables de haber puesto patas arriba el mundo de la seducción. Hasta tal punto nos hemos habituado a relacionarnos a través de una pantalla, a intimar a golpe de whatsapp, que los estudiantes de la Northwestern se pegan por entrar en esa clase en la que se enseña a ligar como siempre, cara a cara.
«Es que, sencillamente, no saben cómo se hace», asegura desde Londres Mia Levitin, escritora, crítica cultural y literaria y autora de El futuro de la seducción, un ensayo (Editorial Unbound) en el que analiza con gran profusión de datos, fuentes y estudios cómo la digitalización ha transformado completamente el modo de ligar e intimar.
«Aquello que no se entrena, se pierde», opina la sexóloga y psicóloga Patricia Díaz. «Si no se practican las habilidades sociales en persona se acaban oxidando y no resultan tan accesibles en el patrón conductual como las estrategias a través de las pantallas».
La pandemia está disparando, por fuerza, las relaciones digitales. Pero ya antes de que el virus hiciera acto de presencia se acumulaban las evidencias de que algo estaba cambiando. Una investigación de la Universidad de Stanford mostraba ya en 2017 que el 39% de las parejas heterosexuales en EEUU y el 65% de las parejas del mismo sexo se habían conocido online. Por su parte eHarmony, un sitio web de citas, estima que para 2040 el 70% de todas las parejas en Gran Bretaña se habrá conocido a través de la Red.
El Covid ha consolidado aún más esta tendencia. El 29 de marzo de 2020, en pleno confinamiento, Tinder alcanzó su pico histórico con más de 3.000 millones de swipes (una especie de me gusta a esa persona). Y tanto los equipos de Tinder como de Facebook Dating se pusieron a trabajar como locos para añadir la función de vídeos a sus apps.
Mia Levitin ha experimentado todos esos cambios en primera persona. Cuando se divorció hace unos años, después de 12 de matrimonio, esta treintañera decidió volver a lanzarse a la arena de las citas en busca de una posible nueva relación. Pero pronto se percató de que ninguno de los rituales que ella conocía (flores, llamadas de teléfono, salir a cenar en la primera cita…) seguía en pie. Las nuevas tecnologías y en especial las apps para encontrar pareja lo habían engullido todo.
Las pantallas están cambiando nuestra forma de interrelacionarnos. Se pierden la comunicación no verbal, los gestos, el contacto físico…
IVÁN ROTELLA, SEXÓLOGO
Aun así, no tiró la toalla y trató de adaptarse a los nuevos tiempos. Acudió a 111 primeras citas, a terapias de abrazos, contrató a un especialista para que la ayudara a crearse un buen perfil en una app de citas… Pero, sobre todo, habló con neurocientíficos, con biólogos evolucionistas, con sexólogos, diseccionó estadísticas, buscó estudios, analizó datos… Y, con todo eso, escribió el primer ensayo sobre cómo las nuevas tecnologías están afectando a la seducción.
El caso es que la forma actual de ligar resulta profundamente insatisfactoria para muchos. Tal y como detectó un estudio de 1991, cuando una persona sin pareja está en un bar llega a desplegar hasta 109 tácticas de atracción, que van desde invitar a alguien a tomar una copa, chupar seductoramente la pajita de la bebida, sacar pecho o mantener el contacto visual. Nada de eso existe en el mundo digital.
«Evidentemente, las pantallas están cambiando nuestra forma de interrelacionarnos», dice el sexólogo Iván Rotella. «Se está perdiendo la comunicación no verbal, los gestos, el contacto físico, la manera en la que saludas a alguien con dos besos, la forma de mirar, la forma en la que nos sentamos… Todo eso transmite muchísima información, transmite si existe o no química entre dos personas. Necesitamos el contacto visual, el tacto, el sentido olfativo».
De hecho ya hay algunos, expertos como el psicólogo Eli Finkel, director del laboratorio de Relaciones y Motivación de la Northwestern, que creen que en el futuro se podrían usar los datos biométricos para predecir si dos personas encajan: a través del vídeo, se comprobaría si sus pupilas se dilatan, si se sincronizan al reír e incluso medirles el pulso en busca de señales de que existe química entre ellos y que la suya pueda ser una relación duradera.
Sin embargo, ése no es el único problema. «Durante la Edad Media se calcula que una persona llegaba a posar sus ojos en menos de 100 personas durante toda su vida», señala Levitin. «Pero la revolución digital nos ofrece millones y millones de posibles parejas y, aunque pueda parecer una ventaja, también es un inconveniente».
Los tests genéticos o las pruebas de ADN no sólo plantean problemas éticos, sino que también acaban con el misterio de la seducción
MIA LEVITIN, ESCRITORA Y AUTORA DE ‘EL FUTURO DE LA SEDUCCIÓN’ XXX
Psicólogos como Barry Schwartz sostienen que las infinitas opciones que ofrecen las webs y apps de citas resultan extenuantes para la psique humana y dan paso a una mayor insatisfacción. La ciencia lo corrobora: una investigación de la Universidad de Wisconsin-Madison dividió a 100 universitarios en dos grupos; en uno se podía elegir pareja entre seis posibles candidatos y en el otro, entre 32. La mayoría de los que tenían más opciones se arrepintieron de su primera elección y se sintieron menos satisfechos. No por casualidad la antropóloga Helen Fisher, asesora científica de Match.com, aconseja echar el freno después de dar el me gusta a un máximo de nueve personas. Y apps como Coffee Meets Bagel, muy popular en EEUU, sobre todo entre mujeres, ofrece a sus usuarios un único candidato al día.
Pero, sobre todo, los datos indican que desde la irrupción masiva de las apps de citas la insatisfacción de quienes buscan pareja ha aumentado. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew de EEUU de octubre de 2019 revela que casi la mitad de los americanos considera que buscar pareja ahora es más difícil que hace 10 años, y especialmente los hombres señalan como causa las nuevas tecnologías. El 67% admite que no está contento con cómo marcha su búsqueda de pareja.
En contra de lo que muchos creen, la seducción a través de las pantallas ni siquiera desemboca en más sexo. Al revés: varios estudios muestran que las personas solteras tienen hoy menos relaciones sexuales y menos parejas que hace una década. Y otra investigación recogida en el libro de Levitin subraya cómo la mitad de los usuarios de Tinder nunca ha llegado a quedar con alguna de las personas que a priori les gustaban y a las que les gustaban. «Y una relación sólo por pantalla, en la que nunca ha habido contacto cara a cara, no es del todo satisfactoria», subraya la sexóloga Díaz.
Ante todo eso, y a pesar de que la omnipresencia de las apps y webs de citas, nada menos que el 84% de los millennials estadounidenses confiesa que preferiría conocer a su pareja cara a cara y no a través de un medio digital. El problema es que muchos están perdiendo a marchas forzadas las habilidades para socializar fuera del mundo digital: según una encuesta realizada en 2017 por YouGov, para el 17% de los británicos de entre 18 y 29 años el que un hombre le pida a una mujer salir a tomar algo constituye acoso sexual.
«El medio no es relevante si las estrategias que hay detrás son buenas, la intimidad la generan las personas, no el medio», explica Díaz. «Pero es verdad que es más fácil engañar a través de una pantalla que cara a cara. Además, es mucho más sencillo hacer daño al otro. Si no ves el efecto que lo que dices causa en la otra persona, si no le ves la cara, es más fácil no sentir empatía hacia ella».
Levitin apunta cómo en el futuro próximo las apps de citas podrían incorporar a su metodología test genéticos. GenePartner, por ejemplo, ya ofrece por 249 dólares la posibilidad de determinar si dos personas son «genéticamente compatibles», lo que a su decir redunda en «mayores posibilidades de formar una relación duradera y de éxito, tener una vida sexual más satisfactoria e índices de fertilidad más altos». Y George Church, genetista de la Harvard Medical School, ha diseñado una app de citas que analiza el ADN de los que se gustan para ver si tienen modificaciones genéticas similares que puedan resultar en enfermedades hereditarias como la enfermedad de Tay-Sachs.
«No creo que los tests genéticos o las pruebas de ADN sean desarrollos positivos para encontrar pareja», sostiene Levitin. «No sólo plantean graves problemas éticos, sino que también acaban con el misterio de la seducción».
El verdadero sueño de esta escritora y crítica neoyorquina es que la pandemia, que nos está obligando a pasar todo el tiempo ante una pantalla y a relacionarnos de manera casi exclusivamente digital, sirva para que nos demos cuenta de lo importante que es la interacción humana. «Si algo positivo se puede sacar del confinamiento en lo que se refiere a la seducción es que la gente se está dando cuenta de cuánto echa de menos el contacto humano».
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2021/02/18/602e84abfdddffb2b18b4590.html