- La Fundación Mapfre presenta la primera retrospectiva de la artista en España
- Avanzó en su obras oníricas el feminismo y el cuidado del medioambiente
ANA BELÉN GARCÍA FLORES / RTVE
Leonora Carrington (Inglaterra, 1917-Ciudad de México, 2011) vivió un encierro forzoso en un sanatorio psiquiátrico de Santander en 1940 tras sufrir un brote psicótico, cuando su pareja el artista judío Max Ernst fue recluido en un campo de concentración y ella huyó del nazismo a España.
Carrington consiguió escapar con ayuda familiar y recaló en México donde pasaría largos años. Sepultó el trauma en su biografía Memorias de abajo (1979) donde desciende-literalmente-al infierno que sufrió en carne propia: desde el maltrato en el que permanecía atada de manos y pies durante horas, las drogas a los continuos electroshocks.
“Estuve internada en el sanatorio del doctor Morales, en Santander (España) tras declararme irremediablemente loca el doctor Pardo de Madrid y el cónsul británico (…) Me encerraron en una habitación y me suministraban bromuro a litros”
Así arranca su biografía, uno de los testimonios documentados más potentes y conmovedores sobre la demencia que dictó para atenuar la angustia y que revisitó periodicamente en muchas de sus obras.
Los surrealistas parisinos, de los que bebió Carrington, jugaban con la idea de la locura para sus creaciones, pero ella sufrió la crudeza de la enfermedad mental, la violencia sexual-fue violada por un grupo de requetés en Madrid, desarriago, machismo y exilio forzoso.
Episodios vitales que podíán haberla destrozado pero que la pintora y escritora supo metamorfosear en material para su arte. Un amuleto para ahuyentar sus demonios y en última instancia sobrevivir con plenitud. «Mis ojos son fuertes y están acostumbrados a todas las luces y a todas las oscuridades», explicaba sobre el pozo negro al que se asomaba.
Una creatividad indefinible amparada en la alquimia y los mitos ancestrales, en los que creía con firmeza, suma la fértil trayectoria de una de las pintoras más magnéticas del siglo XX. Carrington, que murió con 95 años, es presente continuo porque abrazó el feminismo y el ecologismo en un adelanto lúcido a su tiempo.
La exposición de la Fundación Mapfre Leonora Carrington. Revelación (Hasta el 7 de mayo de 2023), la primera antológica de la artista celebrada en España, donde tanto sufrió, aterriza en una suerte de guiño poético aunque con retraso por el paréntesis de la pandemia.
Una muestra monumental de 188 obras, entre pinturas, fotrografías, esculturas, tapices y documentos, que navega cronologicamente por temas y obsesiones: desde el transcurrir del tiempo de Alicia en el país de las maravillas a los cuentos de Hans Christian Andersen, herencia de sus comienzos surrealistas «un grupo a los que supo asociarse aunque eran muy patriarcales pero supo darle la vuelta a la situación», afirma Carlos Martín, uno de los comisarios de la muestra que reivindica la «contemporaneidad» de su genio creativo.
También destaca el simbolismo de sus lienzos al temple, poblados de seres híbridos y paisajes oníricos atestados de caballos que recuerdan al Jardín de las delicias del Bosco, aunque fue la lectura del ensayo de Robert Graves La diosa blanca, la palanca que lo iluminó todo.
El libro remite a lo femenino como fuerza a través de cultos a deidades como Atenea o Artemisa. A partir de los 60, Carrington abraza los movimientos feministas en auge en EE.UU. donde residió y nace «la indignación y el enojo por la situación de las mujeres», que refleja en sus gouaches donde revierte el mito de Adán y Eva.
«Entiende el feminismo desde la conciencia pero lo asumía como una armonía entre los géneros y reconciliar esa dualidad», señala la comisaria mexicana Tere Arcq.
«La mayoría de nosotras somos ahora conscientes de que una mujer no debería tener que pedir Derechos. Los Derechos estaban ahí desde el principio; hay que recuperarlos, incluidos los misterios que eran nuestros y fueron violados, robados o destruidos», apuntaba la pintora sobre su camino de concienciación.
Mística y ecologismo
Durante su años de vida y trabajo en México conecta con una sociedad telúrica que enhebra directa con sus intereses en las artes adivinatorias o el tarot, que valoraba como intrumentos válidos para conectar con el inconsciente, en obras cuajadas de brujas o mediante la repetición de arcanos como El Carro y El Mundo. Asimismo, la artista contaba con una nutrida biblioteca sobre astrología.
«En sus llamadas pinturas de encantamiento hacía magia a través de los cuadros surrealistas donde lo símbolos estaban ocultos», indica la comisaria.MUJERES MALDITASLeonora CarringtonESCUCHAR AUDIO
Junto a su amiga la pintora Remedios Varo, con la que compartía escritura y fascinaciones, exploran regiones remotas del país visitando a chamanes y recuperando sus prácticas ancestrales en el texto ilustrado por Carrington Supervivencias de un mundo mágico (1953).
Más otro avance: su defensa del medioambiente encarnada en su pasión por los animales. Leonora Carrington expresó su indignación en pinceladas ante la actitud depredadora del ser humano en una suerte de ecofeminismo, que desembocó en una existencia vitalísima a pesar de la desgracia experimentada y en la que jamás perdió el sentido del humor. Preguntada por qué cuadro salvaría en caso de incendio en su hogar, dijo que el retrato que le pintó su expareja Max Ernst porque sería «el más valioso y me salvaría de la ruina».