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Reescrituras, censuras, traducciones y plagios: los orígenes de la literatura | La Lectura

Dos fascinantes libros de los eruditos Francisco Rico y Roger Chartier bucean en los sorprendentes balbuceos de las manifestaciones literarias medievales, renacentistas y barrocas que configuran las letras del presente

Tito Lessi: ‘Bernardo Cennini en su imprenta’, 1906. GNAM de Roma

ANDRÉS SEOANE / LA LECTURA

«Todos los pueblos románicos tuvieron en la Edad Media cantos líricos populares, aunque no se conserven«, escribió hace casi un siglo el filólogo y medievalista Menéndez Pidal, docto en proferir conjeturas proféticas que la historiografía ha ido demostrando paulatinamente. Un paso más allá que don Ramón avanza el académico Francisco Rico (Barcelona, 1942) al asegurar que «poco menos que siempre, desde el Neolítico, han existido en Occidente formas elementales de la poesía y de la expresión lingüística con valor o intención estética compuestas y transmitidas oralmente».

El primer siglo de la literatura española

Francisco Rico

Taurus. 304 páginas. 19,90 € Ebook: 8,99 €
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Dejando de lado la evolución y continuo aprovechamiento de los clásicos grecolatinos y las fuentes bíblicas y avanzando el tiempo hacia esa Edad Media que es el germen último de nuestro presente, el estudio de la literatura antigua europea topa con el impedimento de pensar primeramente qué es la literatura, de hecho algo muy distinto a lo que entendemos hoy, cuando triunfa el concepto de literatura nacional que ha evolucionado linealmente y que sólo abarca aquellas obras de la alta cultura. Sobre estas cuestiones versa uno de los textos inéditos que, junto a otros antiguos y revisados, componen El primer siglo de la literatura española (Taurus), el enésimo ensayo de Rico sobre literatura medieval, que acerca al lector a esos primeros balbuceos de nuestra producción literaria con erudición y un destacable punto de ironía.

INTERESES POLÍTICOS

A través del estudio de manifestaciones culturales como las jarchas, el Cantar de Zorraquín Sancho o de los Infantes de Lara o las Glosas emilianenses, así como de un buen número de cantigas y poemas trovadorescos, Rico, sirviéndose de fragmentos en varios idiomas, compara fechas y versiones, lanza hipótesis y desmiente tópicos.

El catedrático imbrica literatura e historia advirtiendo, por ejemplo, la pervivencia de ciertas formas populares incluso hasta el siglo XX, habla del peso que jugaron Alfonso VII y su corte compostelana -en particular el arzobispo Gelmírez- para que las cantigas se escribieran en gallegoportugués durante siglos o del papel de las juglaresas a la hora de representar obras que eran eminentemente orales y cuasi teatrales.

Además, destruye visiones nacionalistas recalcando incansable que las primitivas formas españolas beben de las sucesivas revoluciones francesas, como la poesía trovadoresca o el épico Cantar de Roldán y desmenuza la compleja construcción del Cantar del Mío Cid, en la que influyeron importantes intereses sociopolíticos que enfrentaban a los hidalgos de frontera con la nobleza vieja de León. Una tensión política que, junto a la miscelánea de influencias cosmopolitas, fue una constante de nuestras letras medievales.

Debate de los sabios latinos Catón, Escipión, Livio y Ático. Miniatura del 'Codex Chantilly', siglo XV.
Debate de los sabios latinos Catón, Escipión, Livio y Ático. Miniatura del ‘Codex Chantilly’, siglo XV.Museo Condé

TRAMPAS HACIA EL FUTURO

Los restos materiales de la literatura romance medieval son escasos y, como apunta Rico, casi siempre se hallan, al estilo de las jarchas, escritos en documentos oficiales, económicos y de otra índole. Por eso uno podría pensar que la invención de la imprenta y la mayor difusión de la autoría y otros elementos del mundo editorial actual podrían simplificar la tarea. Craso error, amigo lector. La llegada de la Edad Moderna, el mundo renacentista y barroco guarda también muchas trampas a la hora de determinar autores, fechas y recorridos de textos tan celebrados hoy y de autores tan canónicos como Shakespeare, Cervantes, Molière, Gracián o Castiglione.

Editar y traducir

Roger Chartier

Traducción de Georgina Fraser. Gedisa. 360 páginas. 29,90 € Ebook: 19,99 € Puedes comprarlo aquí.

De esta realidad se ocupa admirablemente otro sabio, el historiador literario Roger Chartier (Lyon, 1945), quien en Editar y traducir (Gedisa) introduce el sagaz concepto de «movilidad de las obras» para explicar la relación entre las propias obras y sus textos definitivos: su creación, transformación y circulación entre lenguas, culturas y formas de expresión.

Y es que, como pronto advertimos, media un abismo entre la intención original del autor, si este se conoce, y lo que su obra puede llegar a ser. «¿Cómo entender la relación entre las obras y sus textos?», se pregunta. «Estas parecen desafiar al tiempo y mantenerse siempre iguales a sí mismas. Don Quijote ha sido Don Quijote desde 1605 hasta el día de hoy. Sin embargo, las obras son leídas y reinterpretadas de numerosas maneras a lo largo del tiempo», sostiene Chartier.

Un ejemplo paradigmático que usa Chartier es el caso de la Brevísima relación de la destrucción de las Indiasel texto de Bartolomé de las Casas -«uno de los más traducidos de su época»-, cuyo título mudó en francés a Tiranías y crueldades de los españoles perpetradas en las Indias, en inglés a Las lágrimas de los indios, y en portugués a El paraíso destruido. La sangrienta historia de la Conquista de la América española -¡en una edición de 1984!-, lo que contribuyó no poco a la leyenda negra española.

Miniatura del 'Poema de Troya', de Benoît de Sainte-Maure, ca. 1350.
Miniatura del ‘Poema de Troya’, de Benoît de Sainte-Maure, ca. 1350.Biblioteca Nacional de Francia

EL DEBER DE «DECIR VERDAD»

Sin ser tan evidentes como esta, el ensayo se detiene en otras grandes curiosidades de la traducción y el trasvase de textos. Ejemplos positivos, como el del Cortesano de Castiglione, un auténtico superventas que ya en el siglo XVI hizo a sus traductores buscar equivalencias en sus idiomas para «sprezzatura» y «affetazione«, o negativos, como la censura que llevó a Molière a suprimir en ciertas versiones el final de su Don Juan o a Gracián a publicar bajo otro nombre, el de su hermano Lorenzo, su Oráculo manual y arte de prudencia. Sin descuidar, claro, los divertidos y titánicos avatares vividos por las obras de Cervantes y Shakespeare, apenas reconocidos en vida hasta el punto de dudarse durante siglos de la autoría de algunas de sus piezas.

Dos volúmenes eruditos y fascinantes que dan cuenta de la azarosa y frágil vida de eso que llamamos cultura y de todos los avatares que supera para constituirse en consigna y alimento espiritual de cualquier época. Especialmente pertinentes en un presente en el que, como recuerda Chartier en su prólogo: «es tan poderoso el deseo de reescribir el pasado para justificar las crueldades del presente. Editar y traducir, así como leer y escribir son prácticas que se pueden alentar o destruir, corromper o poner al servicio de la verdad. Es responsabilidad de la historia decir verdad». En este caso, la verdad que encierra la literatura.

Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2023/01/18/63c6a2aafc6c837b3d8b4575.html

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